EL PÁJARO DE FUEGO Y LA PRINCESA VASILISA #leyenda #rusia #lecturajuvenil
Un día fue el arquero de caza al bosque, montado en su maravilloso corcel. Cabalgando por un ancho camino, encontró una pluma de oro del pájaro de fuego, que resplandece como el sol.
-No cojas esa pluma -le advirtió el corcel-, porque si la coges, lo lamentarás.
El arquero se quedó pensativo, sin saber si recoger o no la pluma. Si la cogía y se la llevaba al zar, quizá obtuviera una buena recompensa. ¿Y a quién no le halaga la benevolencia real?
El arquero no siguió el consejo de su corcel. Cogió la pluma del pájaro de fuego y se la ofreció al zar.
-Gracias -dijo el zar-. Ya que has conseguido una pluma, consígueme el pájaro entero. Y si no lo haces, se encargará mi espada de arrancarte la cabeza.
El arquero se quedó pensativo, sin saber si recoger o no la pluma. Si la cogía y se la llevaba al zar, quizá obtuviera una buena recompensa. ¿Y a quién no le halaga la benevolencia real?
El arquero no siguió el consejo de su corcel. Cogió la pluma del pájaro de fuego y se la ofreció al zar.
-Gracias -dijo el zar-. Ya que has conseguido una pluma, consígueme el pájaro entero. Y si no lo haces, se encargará mi espada de arrancarte la cabeza.
Llorando amargamente, el arquero fue a la cuadra donde estaba su corcel maravilloso.
-¿Por qué lloras, mi amo?
-Porque el zar me ha ordenado que le traiga el pájaro de fuego.
-Ya te dije yo que no cogieras la pluma, porque te arrepentirías. Bueno, no te aflijas más. Esto no es lo peor. Lo peor está por llegar. Anda y pídele al zar que, para mañana, mande esparcir por todo el campo cien sacos de granos de trigo.
El zar ordenó que fueran esparcidos por el campo cien sacos de granos de trigo. Al día siguiente, el valiente arquero fue a aquel campo antes del amanecer, dejó suelto su caballo y él se escondió detrás de un árbol. De pronto, empezó a rumorear el bosque, y se agitaron las olas del mar; era el pájaro de fuego, que llegaba volando. Se posó en tierra y empezó a picotear los granos de trigo. El corcel maravilloso fue entonces aproximándose a él, hasta que le pisó un ala y luego la mantuvo con fuerza con un casco. El valiente arquero salió corriendo de detrás del árbol, ató al pájaro con unas cuerdas, montó a caballo y galopó hacia palacio, donde le ofreció al zar el pájaro de fuego.
El zar se puso muy contento al verlo, le dio las gracias al arquero, le ascendió, pero enseguida le encomendó una empresa más difícil todavía.
-Como has sido capaz de traerme el pájaro de fuego, tráeme ahora una novia. Allá en los lugares más remotos, en el extremo del mundo donde nace el sol resplandeciente, vive la princesa Vasilisa, con la que quiero casarme. Si logras traérmela, la recompensa será cuantiosa, si no, se encargará mi espada de arrancarte la cabeza.
Llorando amargamente, el arquero fue a la cuadra donde estaba su corcel maravilloso.
-¿Por qué lloras, mi amo?
-Porque el zar me ha ordenado que le traiga a la princesa Vasilisa.
-No llores, porque esto no es lo peor. Lo peor está por delante. Anda y pídele al zar una tienda con la cúpula de oro y toda clase de provisiones y bebidas para el camino.
El zar le dio al arquero las provisiones, las bebidas y la tienda con la cúpula de oro. El arquero montó en su maravilloso corcel y partió hacia los confines de la tierra. Cabalgando llegó hasta el extremo de la tierra, donde el sol resplandeciente emerge del mar azul, y vio a la princesa Vasilisa bogando sobre el mar azul en una lancha de plata con un remo de oro.
La princesa Vasilisa vio desde lejos la cúpula de oro, y guió su lancha hasta la orilla, saltó a tierra y se quedó admirando la tienda.
-Salud te deseo, princesa Vasilisa -dijo el arquero- Bienvenida seas; acepta el pan y la sal, y prueba si quieres vinos de otras tierras.
La princesa Vasilisa entró en la tienda. El arquero y ella estuvieron bebiendo, comiendo y charlando. Pero una copa de vino extranjero se le subió a la cabeza a la princesa, que se quedó profundamente dormida.
El arquero llamó con un grito a su corcel maravilloso, que acudió al instante. Luego desmontó la tienda de la cúpula de oro, montó en su corcel maravilloso, llevando a la princesa Vasilisa dormida, y se lanzó al camino, tan raudo como una flecha disparada por un arco.
Compareció ante el zar, que cuando vio a la princesa Vasilisa, se llevó una gran alegría, agradeció al arquero sus buenos servicios, le recompensó espléndidamente y le dio un alto cargo.
La princesa Vasilisa se despertó, comprendió que se encontraba muy lejos del mar azul, se puso a llorar y de tanta aflicción, hasta se le marchitó el color de la cara. Por muchos esfuerzos que hacía el zar para consolarla, todo era inútil. Cuando el zar quiso casarse con ella, la princesa contestó:
-Manda al que me trajo aquí que vaya hasta el mar azul. En medio del mar hay una roca, y debajo de esa roca está guardado mi vestido de desposada. ¡Sin ese vestido, no me caso!
El zar llamó inmediatamente al arquero:
-Tienes que ir enseguida hasta el extremo de la tierra, donde sale el sol resplandeciente. En el mar hay una roca, y debajo de esa roca está guardado el vestido de desposada de la princesa Vasilisa. Sácalo de allí y tráelo. Ya es tiempo de celebrar la boda. Si lo consigues, la recompensa sera aún mayor que las otras veces. Si no, se encargará mi espada de arrancarte la cabeza.
Llorando amargamente, el arquero fue a la cuadra donde estaba su corcel maravilloso.
-¿Por qué lloras, mi amo? -preguntó el corcel.
-Porque el zar me ha mandado traer del fondo del mar el vestido de desposada de la princesa Vasilisa.
-¿No te advertí yo, que no cogieras la pluma de oro, porque te arrepentirías? Pero bueno, no temas; esto no es lo peor. Lo peor está por delante. Anda, monta y vamos hacia el mar azul.
-No me quites la vida -dijo entonces el cangrejo- y haré que se cumplan tus deseos.
-En medio del mar hay una roca, y bajo esa roca está guardado el vestido de desposada de la princesa Vasilisa. Necesito ese vestido -contestó el arquero.
El cangrejo lanzó entonces un grito que se escuchó sobre el mar entero. Inmediatamente se agitaron las aguas azules y desde todas partes, acudieron hacia la orilla multitud de cangrejos de todos los tamaños. El jefe que los había llamado les dio una orden, y todos volvieron al agua. Una hora después, sacaron del fondo del mar, de debajo de la roca, el vestido de desposada de la princesa Vasilisa.
El valiente arquero compareció ante el zar con el vestido de desposada de la princesa, pero también esta vez puso ella una condición.
-No me casaré contigo -le dijo al zar- mientras no ordenes a este arquero que se bañe en agua hirviendo.
El zar ordenó llenar un gran caldero de agua, calentarla todo lo posible y arrojar al arquero al agua hirviendo. Cuando todo estuvo dispuesto y el agua hervía a borbotones, trajeron al desdichado arquero, que no veía remedio a su desgracia y recordando las palabras de su corcel maravilloso le dijo al zar:
-Señor y soberano permite que me despida de mi caballo antes de morir.
-Puedes ir.
Llorando amargamente, llegó el valiente arquero a la cuadra donde estaba su corcel maravilloso.
-¿Por qué lloras, mi amo?
-Porque el zar ha ordenado, que me bañe en agua hirviendo.
-No llores ni te aflijas, porque saldrás con vida -le dijo el corcel.
Y pronunció un conjuro para que el agua hirviendo no dañara su blanca piel. Volvió el arquero de la cuadra y unos hombres le agarraron al instante y le arrojaron al caldero. Se zambulló una vez, luego otra y salió tan campante, pero, además, estaba mucho más guapo y mejor plantado que antes. Tanto, que no se podría pintar ni describir.
Viendo el zar lo mucho que había ganado, quiso también probar y, como un estúpido, se zambulló en el caldero, donde se coció en un instante.
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