Cuentos infantiles y juveniles "ENTRA Y LEEME"

Imagen de  Ivana Tomášková  en  Pixabay  A un pastor de ovejas se le murió un perro que estimaba mucho, porque era muy valiente y matador de lobos.   Estando él lamentándose de la pérdida de su perro y de la falta que le hacía, oyó sus lamentos un carnero soberbio y le dijo: -Córtame los cuernos, vísteme la piel del perro que se te ha muerto y yo espantaré los lobos con mi presencia, pues creerán que soy el mismo mastín. El pastor tomó su consejo, le cortó los cuernos y le vistió con la piel del perro.  Los lobos que venían a las ovejas, viendo el carnero, creían que era el perro y se ahuyentaban de miedo que le tenían.  Mas un día vino un lobo muy hambriento, tomó una oveja y se escapó.  El carnero, viendo esto, corrió tras el lobo, y este, creyendo que era el perro, corría a toda prisa. El carnero apresuraba más la carrera, pero acaeció que al pasar por unos espesos matorrales se le cayó la piel del perro y mostró lo que era.   Viéndolo el lobo, entendió el engaño, y llegándo a él, l

  Meditaba una Liebre en su madriguera: "¿En qué pasar el tiempo, allí, a solas, sino en continua cavilación?".  Sumida estaba en el mayor aburrimiento, su natural es triste, y medroso por añadidura.  "¡Qué gente tan desdichada es la asustadiza!  ¡Nada le hace provecho; no hay dicha completa para ella; siempre en continua zozobra!  Así vivo yo: este maldito miedo no me deja dormir más que con los ojos abiertos.  Corregíos, dirá algún docto maestro.  Pero ¿hay alguna panacea para el miedo?  Yo presumo, a decir verdad, que los mismos hombres tienen tanto miedo o más que nosotras las liebres". Tal pensaba, sin dejar un momento el atisbo.  Estaba inquieta y temerosa: un soplo, una sombra, un nada, le daban calentura.  El triste animalejo, cavilando de esta suerte, oye un ruido, y aquella fue la señal para echar a correr. Corriendo y más corriendo pasó junto a una charca.  ¡Allí fue Troya!  Por todas partes, Ranas saltando al agua, y escondiéndose en el fango. "¡Bue

  pintura de Johannes Vermeer- Imagen de   Ron Porter  en  Pixabay Juanita, con su cantarillo de leche, bien puesto a la cabeza sobre el cojinete, pensaba llegar sin obstáculo a la ciudad.  Caminaba a paso largo, ligera y corta de saya, pues solo se había puesto, para estar más ágil, el refajillo y las sandalias. Así equipada, revolvía en su imaginación lo que sacaría de la leche y la manera de emplearlo.  Compraba un centenar de huevos, hacía tres polladas; con su asiduo cuidado todo iba bien. "Cosa fácil es, decía, criar los polluelos alrededor de la casa; por muy lista que ande la raposa, me dejará bastantes para comprar un cerdo.  Lo engordo, es cuestión de un poco de salvado.  Al comprarlo ya será bastante grande; al revenderlo, me valdrá muy buen dinero.  Y ¿Quién me impedirá, valiéndome tanto, meter en el establo una buena vaca con su becerrillo, y verlo triscar en medio del rebaño?." Al decir esto, Juanita brinca también, llena de gozo.   Imagen de  Myriams-Fotos  en 

Imagen de  Azmi Talib  en  Pixabay Un muchacho robó, una vez en la escuela a sus compañeros un objeto de poco valor y lo llevó a sus padres, que no le reprendieron, de modo que el chico siguió robando otras cosas, y conforme iba creciendo fue haciendo robos de más importancia, tanto que ya de hombre fue preso y condenado a muerte por el juez. Cuando le llevaban al suplicio, viendo que sus padres le seguían llorando y dando gemidos, pidió a los guardias le permitiesen hablarles al oído, y accediendo ellos se acercaron los padres y pusieron el oído junto a la boca del hijo, pero este entonces les arrancó la oreja con los dientes, y como su iniquidad como ladrón sino también en lo que acababa de hacer; él les dijo: -Estos padres son la causa de mi desgracia; si cuando robé la primera cosa me hubieran castigado, no hubiera hecho después robos mayores, ni iría ahora a morir en un suplicio. Las faltas leves si no se corrigen, conducen a graves delitos.

Imagen de  마바사  en  Pixabay Hubo un día no se adónde, la Garza Real con sus largas patas, su largo cuello y su largo pico.  Costeaba cierto río y estaba el agua clara y transparente, como en los mejores días.  La Carpa jugueteaba con su compadre el Sollo.  La Garza podía cogerlos fácilmente, pues se acercaban a la orilla, al alcance de su pico; pero le pareció mejor aguardar a que le entrase el apetito; era animal muy arreglado; y no comía más que a sus horas.  Al cabo de algún rato, le vino el apetito, y acercándose al agua, vio varias Tencas que salían de su oculto albergue.  No le agradó aquel manjar; esperaba algo mejor, y mostrándose tan desdeñoso como el Ratón del buen Horacio: -¡Tencas a mí! -exclamó- ¿Cómo ha de contentarse con tan grosera vianda una Garza Real?  ¿Por quién me tomarían? Rehusada la Tenca, encontró un mísero Gobio. -Tampoco es esa comida para una Garza Real.  ¿ Abrir yo el pico por tan poca cosa?  ¡ No lo quiera Dios ! Y tuvo que abrir el pico por algo menos; pu

Imagen de  Clker-Free-Vector-Images  en  Pixabay   Estaba enfermo en su antro el rey de los animales y mandó hacer un pregón a todos sus vasallos para que cada especie enviase una embajada a visitarle, con el bien entendido de que serían bien tratados, tanto los mensajeros como la gente de su séquito, a fe de León. El edicto del príncipe recibió exacto cumplimiento; cada especie de animales le envió mensajeros; pero los zorros no se movieron de casa, y uno de ellos explicó el motivo. "Las huellas señaladas en el camino de los que van a rendir homenaje al enfermo, todas sin exceptuar uno, estan en dirección de su caverna.  No hay ninguna que indique regreso.  Esto da qué pensar.  Dispénsenos Su Majestad: muchas gracias le damos por su salvoconducto; no le ponemos tacha, pero en el antro real vemos muy bien la entrada, y no vemos la salida."

  Imagen de  Clker-Free-Vector-Images  de  Pixabay   Se refugió un Ciervo en un establo de Bueyes, y éstos, cuando le vieron, le aconsejaron que buscase mejor albergue. -Hermanos, -contestó- no me descubráis; os diré dónde están los mejores pastos: ya veis que de algo os puedo servir. Los Bueyes prometieron guardar el secreto.  Se escondió el Ciervo en un rincón, respiró y tomó aliento. Llegó la tarde, trajeron hierba fresca y forraje, como todos los días; iblan y venían los mozos de cuadra y de labranza; se acercó el mayoral en persona: ninguno de ellos atisbó ni las puntas de la enhiesta cornamenta.  El Ciervo daba ya gracias a Dios, aguardando que marchasen de nuevo a la labor, para escapar en el momento oportuno. Uno de los Bueyes le dijo: -Hasta ahora todo va bien, pero aún no ha hecho su ronda el hombre de los cien ojos.  Temo por ti su visita.  Hasta entonces no te des por seguro, pobre Ciervo. Apenas había dicho esto, se presentó el amo. Imagen de  Clker-Free-Vector-Images  en 

Imagen de  Dmitry Abramov  en  Pixabay    Un pastor que apacentaba sus ovejas en una montaña pedía muchas veces socorro a los labradores, que trabajaban en los campos vecinos, gritando: -¡Que viene el lobo! Acudiendo los labradores a su socorro nada encontraban y se volvían a su trabajo. El pastor había repetido esto varias veces, y conociendo los labradores la burla, vino un día el lobo efectivamente y entró en su rebaño. Entonces el pastor pidió socorro con grandes gritos, pero los labradores, pensando que se burlaba, no fueron a socorrerlo, y así el lobo mató muchas ovejas. Al que acostumbra mentir, nadie le cree cuando dice la verdad.

Imagen de  Alexas_Fotos  en  Pixabay    En un corral repleto de volátiles vivían el Cisne y el Ganso, aquel destinado para recrear los ojos de su dueño, éste para deleite de su paladar. Presumía el uno ser huésped favorito del jardín, y el otro de la casa.  Convirtiendo en paseo el foso de la quinta, surcaban juntos el agua y se zambullían en ella, sin olvidar por eso sus emulaciones y rivalidades. Un día, el Cocinero había empinado el codo y tomó al Cisne por el Ganso.  Cogido le tenía por el cuello, y ya iba a degollarlo, cuando el pobre animal rompió a cantar, plañendo y lamentándose.  No fue poca la sorpresa del cocinero al notar su engaño, -¡Cómo - exclamó- iba a meter en la olla a un cantor tan excelente!  ¡No quiera Dios que corte la garganta a quien hace tan buen uso de ella! En los peligros que sin cesar nos acosan, nunca está de sobra el hablar bien.

Imagen de  Jozef Mikulcik  en  Pixabay    Iba la Cabra en busca de frescos pastos para llenar su ubres agotadas, y cerrando la puerta, le dijo al Cabrito: -Guárdate bien de abrir, como no te den esta consigna: Maldito sea el Lobo y toda su raza. Por casualidad pasaba el Lobo, oyó aquellas palabras y las retuvo en su memoria.  La Cabra no havía visto al voraz.  Este, apenas la vio partir, llamó a la puerta, diciendo con la voz mejor fingida que pudo: -Maldito sea el Lobo y toda su raza -dijo creyendo que en el acto le abrirían. El Cabrito, suspicaz, miró por la rendija. -Enseñadme  la pata blanca, si queréis que abra -le dijo-  Pata blanca no es pata de Lobo. El feroz animal, cariacontecido, se volvió a sus matorrales.  ¿Qué sería del Cabritillo si hubiera creído al Lobo? Las precauciones nuncan están de sobra. 

  Imagen de  Please Don't sell My Artwork AS IS  en  Pixabay   Estaba de centinela en la rama de un árbol cierto Gallo experimentado y ladino (astuto): -Hermano -le dijo un zorro con voz meliflua (aduladora)- ¿para qué pelearnos? Haya paz entre nosotros.  Vengo a traerte tan fausta (grandiosa) nueva; baja, y te daré un abrazo.  No tardes: tengo que correr mucho todavía.  Bien podéis vivir sin zozobra, Gallos y Gallinas; somos ya hermanos vuestros.  Festejemos las paces; ven a recibir mi abrazo fraternal. -Amigo mío -contestó el Gallo- no pudieras traerme nueva mejor que la de estas paces; y aun me complacen más, por ser tú el mensajero.  Desde aquí diviso dos lebreles, que sin duda son correos de la feliz noticia: van aprisa y pronto llegarán.  Voy a bajar: serán los abrazos generales. -¡Adios! -dijo el Zorro- es larga hoy mi jornada; dejemos los plácemes (enhorabuenas, felicitaciones...)para otro día. Y el bribón, contrariado y mohíno, tomó las de Villadiego.  El Gallo machucho ec

  Imagen de  mamasoyfeo  en  Pixabay Alegaba un Lobo que le habían robado.  Una Raposa, vecina suya, de mala fama, fue citada al tribunal.  Era juez el señor Mono, y ante él siguieron el proceso las dos partes, sin intervención de letrado No guardaba memoria el juez de litigio más embrollado, y en su augusto sitial, sudaba y trasudaba.  Después que uno y otro litigante alegaron, contestaron, replicaron, gritaron y alborotaron,  el magistrado, convencido de que ninguno tenía razón, les dijo: -Hace tiempo que os conozco, amiguitos, y ambos pagaréis la multa: tú, Lobo, porque te quejas, aunque no te han quitado nada; y tú, Raposa, porque has quitado lo que te demandan. El juez estaba convencido de que, cualquiera que fuese su sentencia, condenaría a un bribón.

  Imagen de  StephenWheeler  en  Pixabay Viendo una tortuga que hacía burla de sus pies una liebre, le dijo riendo: -¿Quieres que apostemos a quién corre más?  Tu te burlas de mis pies, pero si quieres, verás que soy más ligera que tú. -Bien sabes lo veloz que soy en correr -respondió la liebre- pero una vez que lo quieres, elijamos un juez que señale las condiciones de la apuesta. Eligieron a la raposa como la más astuta de todos los animales, y esta fijó el lugar y el término de la carrera. La tortuga, desechando la pereza, no descansó hasta llegar al final, pero la liebre, fiándose de sus pies, se puso a descansar un poco y se durmió.  Cuando despertó, corrió muy deprisa para llegar a la meta; pero fue en vano su diligencia, porque cuando llegó, vio a la tortuga que ya estaba descansando, y entonces  avergonzada confesó que había perdido la apuesta. Imagen de  OpenClipart-Vectors  en  Pixabay La mayor parte de las cosas se consiguen mejor con cuidado y diligencia que con la fuerza c

  Dos gallos peleaban entre sí, y uno de ellos que era el jefe del gallinero fue vencido por el otro, por cuya razón lleno de vergüenza se escondió. El otro, por el contrario, orgulloso de su victoria, subiendo al tejado publicaba con su canto y con el fuerte aleteo de sus alas que había vencido a su enemigo.  Mientras jactándose así de su victoria levantaba la voz, un águila hambrienta viéndole desde lo alto se arrojó sobre él y lo arrebató en sus garras. Viendo esto el gallo vencido salió de su escondrijo y, desembarazado así de su enemigo, quedó dueño del gallinero. El que se ríe del vencido, de nada le sirve su triunfo

En Mauritania abundan extraordinariamente las monas, y los leopardos que son sus más terribles enemigos, cuando no pueden cazarlas por la fuerza, pues ellas se suben huyendo a los árboles más altos, usan de estratagemas para pillarlas. Uno de éstos, viendo que gran número de monas al sentirle se había subido a un árbol, fingió estar desfallecido arrojándose al suelo, poniéndose boca arriba y estirando las patas como si efectivamente se hubiese caído muerto. Las monas que estaban en el árbol sumamente contentas con el suceso, cuando juzgaron que estaba muerto enviaron a una para que lo reconociese; se acercó ésta al leopardo, primero temerosa y poco a poco, pero viendo que no hacía el más pequeño movimiento, se echó junto a él, imitando las convulsiones y muerte del leopardo.  Finalmente se le subió encima. Viendo esto las demás monas, perdido ya el miedo, bajaron del árbol y rodearon todas al que creían cadáver, jugando y saltando sobre él.  Cuando el leopardo percibió que estaban cans

Se había dormido un muchacho junto a la orilla de un pozo, se acercó a él la Fortuna y le dijo: -Despierta y levántate de ahí, pues si te caes en el pozo todos me echarán la culpa, en lugar de culpar tu necedad. Es muy frecuente  acusar a la fortuna de nuestras desgracias, cuando la culpa es solo nuestra.

Imagen de  Please Don't sell My Artwork AS IS  en  Pixabay Un vaquero que apacentaba una numerosa vacada (rebaño de vacas) se dio cuenta que le faltaba un becerro.  Lo buscó sin descanso, sin encontrarlo, por lo que ofreció a Júpiter sacrificarle un cabrito si le mostraba el sitio en que se ocultaba el ladrón que lo había robado. Al fin lo encontró, siguiendo sus pesquisas, en un bosque cercano.  Un león estaba devorando el becerro perdido y lleno de terror alzó las manos al cielo temblando y dijo: -¡Oh, altísimo Júpiter!  Te había ofrecido un cabrito si me concedías el poder descubrir al que había robado el becerro, pero ahora prometo sacrificarte un toro si escapo de sus garras. Los hombres desgraciados encuentran su dolor hasta en el mismo bien que desean.

Imagen de  Rafael Zajczewski  en  Pixabay Tenía cierto hombre una gallina que cada día le ponía un huevo de oro, y creyendo encontrar en las entrañas de la gallina una gran masa de oro, la mató Pero al abrirla vio que por dentro era igual a las demás gallinas, de modo que, impaciente por conseguir de una vez gran cantidad de riqueza, se privó él mismo del beneficio abundante que la gallina le daba. No es conveniente ser excesivamente avariciosos.

  Imagen de  Clker-Free-Vector-Images  en  Pixabay   A un perro de mala idea que mordía a cuantos pasaban cerca de él, le pusieron un cencerro con el fin de que oyendo el ruido todos le huyesen. El perro, creyendo que le habían puesto el cencerro para adorno, se presentaba muy ufano y no hacía caso de los demás perros; pero un perro viejo y experimentado, viéndole tan altivo y soberbio, le reprendió con estas palabras: -¿Cómo eres tan necio e ignorante que crees que tu amo te ha hecho honor al ponerte el cencerro?  Entérate que ese cencerro es tu mayor vergüenza y un testimonio de tu maldad, para que todos se guarden de ti. Oyendo este desengaño, se fue el perro lleno de confusión y se escondió en un lugar oculto de donde jamás salió. Muchos se vanaglorian de lo que debían avergonzarse.

Imagen de  aalmeidah  en  Pixabay Andando de caza un lobo hambriento se acercó con cautela a una casa de campo, con la esperanza de pillar allí alguna cosa para comer. Al llegar el lobo, oyó que una madre decía a su hijo que lloraba: -Si no callas te echaré al lobo. Creyendo el lobo estas palabras, pasó toda la noche esperando que la madre le diese a su hijo, según lo había prometido.   El hijo, después que lloró mucho se quedó dormido, y al ver el lobo que no le cumplían la promesa, trató de volverse a su guarida, pero viéndolo el perro de la casa le acometió, y acudiendo gente a los ladridos lo mataron. No se deben creer las palabras de las madres contra los hijos cuando están enfadadas, pues el amor maternal es siempre mayor a la ira.