EL OJO DEL AMO #escondido #descubierto #Fábula #Jean_de_La_Fontaine #lecturaJuvenil

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Se refugió un Ciervo en un establo de Bueyes, y éstos, cuando le vieron, le aconsejaron que buscase mejor albergue.

-Hermanos, -contestó- no me descubráis; os diré dónde están los mejores pastos: ya veis que de algo os puedo servir.

Los Bueyes prometieron guardar el secreto.  Se escondió el Ciervo en un rincón, respiró y tomó aliento.

Llegó la tarde, trajeron hierba fresca y forraje, como todos los días; iblan y venían los mozos de cuadra y de labranza; se acercó el mayoral en persona: ninguno de ellos atisbó ni las puntas de la enhiesta cornamenta.  El Ciervo daba ya gracias a Dios, aguardando que marchasen de nuevo a la labor, para escapar en el momento oportuno.

Uno de los Bueyes le dijo:

-Hasta ahora todo va bien, pero aún no ha hecho su ronda el hombre de los cien ojos.  Temo por ti su visita.  Hasta entonces no te des por seguro, pobre Ciervo.

Apenas había dicho esto, se presentó el amo.

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-¿Qué es esto? -grita a su gente-  Poca hierba veo en esos pesebres.  Estas camas están sucias; traed más paja.  Poco cuidado tenéis de las cabalgaduras.  ¿Qué cuesta quitar todas esas telarañas?  ¿Por qué no poner en orden esas cabezas y colleras?

Y mirando y remirando, ve una cabeza de más entre las bestias del establo.  El Ciervo es descubierto; cada cual toma una estaca, cada cual le da un estacazo.

Inútiles fueron sus lágrimas para salvarle.  Se llevaron el cadáver, lo salaron y las tajadas parecieron muy gustosas al amo de la casa y a sus amigachos. 

No hay ojo tan avizor como el del amo.