LA MONTAÑA DE CRISTAL #leyenda #rusia #lecturajuvenil #constancia
En cierto reino, vivía un zar que tenía tres hijos. Un día le dijeron:
-Amado padre y soberano, danos tu bendición. Queremos salir de caza.
El padre les dio su bendición, y los tres partieron en direcciones distintas. El menor, al cabo de mucho cabalgar, se extravió. Por fin, desembocó en una vasta pradera, en medio de la cuál yacía un caballo muerto. En torno a su carroña se había juntado un gran número de fieras, aves y reptiles. Un halcón que estaba allí remontó el vuelo, fue a posarse sobre un hombro del príncipe y le dijo:
-Príncipe Iván, repártenos este caballo. Lleva aquí treinta y tres años, y nosotros no paramos de discutir, pero no logramos ponernos de acuerdo sobre el modo de repartírnoslo.
El príncipe se apeó del caballo y repartió la carroña de la siguiente manera: para las fieras, los huesos; para las aves, la carne; para los reptiles, el pellejo; y para las hormigas, la cabeza.
-Gracias príncipe Iván -dijo el halcón-. En pago de este favor, podrás convertirte en noble halcón o en hormiga todas las veces que lo desees.
El príncipe golpeó contra la tierra húmeda, se convirtió en noble halcón, se remontó y voló hacia el más remoto de los países, un país que estaba más de la mitad incrustado en una montaña de cristal. Llegó hasta el palacio, se transformó en un apuesto mancebo y preguntó al guardia:
-¿No me emplearía vuestro soberano a su servicio?
-¿Por qué emplear a un mozo tan apuesto?
Así entró al servicio de aquel zar. Transcurrió una semana, luego otra, y otra... hasta un día que la princesa le pidió a su padre.
-Padre, permíteme que vaya con el príncipe Iván a dar un paseo por la montaña de cristal.
Con el permiso del zar, montaron en unos hermosos caballos y partieron hacia la montaña de cristal. Iban llegando ya cuando de pronto, apareció una cabra de oro. El príncipe se lanzó tras ella, pero no pudo alcanzarla, y después de mucho galopar volvió sobre sus pasos, no encontró a la princesa en el lugar donde la había dejado.
Perplejo, sin saber qué hacer ni cómo presentarse ante el zar, tomó la forma de un viejecito, tan viejo que era imposible reconocerle, y así fue a palacio.
-Majestad - le dijo al zar- ¿podrías emplearme para llevar a pastar al ganado?
-Bueno. Quédate de pastor. Si viene el culebrón de tres cabezas le das tres vacas, si es uno de seis cabezas, le das seis vacas; y si es uno de doce cabezas, entrégale doce vacas.
El príncipe llevó a pastar al ganado por los montes y por los valles. De repente, llegó volando desde un lago un culebrón de tres cabezas.
-¿No te parece excesivo? -replicó el príncipe- Yo no como más que un pato en todo el día, y tú queres tres vacas de golpe... Pues no voy a darte ninguna.
Furioso, el culebrón agarró seis vacas en lugar de tres. Pero el príncipe Iván se convirtió al instante en noble halcón, le arrancó las tres cabezas al culebrón y volvió a palacio con el rebaño.
-¿Qué hay abuelo? -preguntó el zar-. ¿Ha venido el culebrón de las tres cabezas y le has dado las tres vacas?
-No majestad. No le he dado ni una.
Al día siguiente, conducía el príncipe su rebaño por los montes y los valles, cuando llegó volando de un lago un culebrón de seis cabezas y le exigió seis vacas.
-¡Abrase visto el monstruo! ¡Muy hambrón eres! ¡Pues no me pides tú nada, a mí, que sólo como un pato en todo el día! No te daré ni una.
Furioso el culebrón agarró doce vacas en lugar de seis, pero el príncipe se convirtió al instante en noble halcón, voló detrás del culebrón y le arrancó las seis cabezas. Cuando volvió a palacio con el rebaño, le preguntó el zar:
-¿Qué hay, abuelo? ¿Ha venido el culebrón de las seis cabezas? ¿Ha mermado mucho el rebaño?
-Como venir, si que ha venido pero no se ha llevado nada.
Muy entrada la noche, el príncipe se transformó en hormiga y entró en la montaña de cristal a través de una pequeña grieta. Una vez dentro, descubrió allí a la princesa.
-¿Cómo has llegado hasta aquí?
-Me trajo un culebrón de doce cabezas que vive en el lago de mi padre. Ese culebrón tiene dentro un arca. Dentro del arca hay una liebre, dentro de la liebre una oca, dentro de la oca un huevo y dentro del huevo, una simiente. Si logras matar al culebrón y sacar esa simiente, será posible destruir la montaña de cristal y salvarme a mí.
El príncipe Iván salió de la montaña igual que había entrado, se vistió de pastor y marchó con su rebaño. De repente, apareció un culebrón de doce cabezas.
-¡Valiente ocurrencia has tenido, príncipe Iván! Tú, que debías estar batallando como le cuadra a tan apuesto mancebo, andas cuidando de un rebaño... ¡Venga! Ya me estás dando doce vacas.
-¿No te parece excesivo? Yo solo como un pato en todo el día y mira tú lo que me pides.
Se pusieron a luchar y por fin, venció el príncipe al culebrón de las doce cabezas. Le abrió el cuerpo en canal, y en el lado derecho encontró un arca. Dentro del arca estaba la liebre; dentro de la liebre una oca; dentro de la oca un huevo; y dentro del huevo una simiente. Tomó la simiente, la prendió fuego y la aproximó a la montaña de cristal, que pronto comenzó a derretirse. El príncipe Iván liberó entonces a la princesa y la condujo a palacio, donde su padre se alegró muchísimo al verla,
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