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BLANCA ROSA #Lectura#Juvenil #CuentoDeAragón #juego #reclamacion

Imagen de OpenClipart-Vectors en Pixabay 



Un rey muy vicioso se jugó la corona con el diablo, la perdió  y lo destronaron.  Recurrió el príncipe a una maga que lo protegía, la cual le dijo que ignoraba el medio de recuperar el símbolo de la monarquía, y que consultaría caso tan arduo con un adivino que le debía muchos y grandes favores.

Éste aconsejó a la maga que reuniese a todas las aves, que como vuelan tan alto y tienen tan buena vista, lo saben todo, y alguna le diría donde se hallaba el castillo de Irás y no volverás, donde el diablo guardaba la corona.




La maga, con una varita, hizo un círculo en el aire.  En el acto, por encanto, se pobló de aves grandes y chicas.  Las preguntó por el castillo, y se callaron.  Sólo la avutarda manifestó que, interesada por hallarse su imagen en el escudo de armas del reino, haría un reconocimiento y volvería.

Voló, y regresó al momento.  Explicó, cantando, que para conseguir el príncipe lo que deseaba, debía ocultarse en un bosque junto al lago que había al lado del castillo; y cuando se bañase la hija del gobernador de la fortaleza, la robase los vestidos, y no se los devolviese hasta que la viese muy apurada.  La avutarda, que por lo ligera y servicial debía llamarse avelista se ofreció de guía.



El príncipe se agarró a la cola, y en un dos por tres llegaron al bosque, y se escondieron, mientras la hija del señor del castillo, niña preciosa, se metía en el agua, despojándose de su túnica de tisú de oro. 

Cuando se la quiso poner, no la encontró; la avutarda, revoloteando, se la había quitado y llevado al príncipe.  La hermosa doncella exclamó llorando:
-El que el vestido me dé, del mayor apuro le sacaré.

El destronado monarca mandó la túnica con el ave, para no alarmar el pudor de la niña, y después se presentó.
-¿Qué quieres? -le preguntó la muchacha, nombrada Blanca Rosa.
-Recuperar mi corona, que se encuentra en el castillo de Irás y no volverás. 



La niña cogió al príncipe de la mano, llamó en la fortaleza, abrieron, acarició a un perro gigantesco de tres cabezas que guardaba la puerta, condujo a su protegido al salón negro, donde se hallaba el diablo sentado en su trono de llamas de fuego, que recibió al ex-monarca, sonriéndose y burlándose en su interior, porque con malas artes, como sucede entre tahúres, le había ganado la corona.
-Te daré lo que deseas, si con el trigo que te entregará mi mayordomo consigues sembrarlo, segarlo, trillarlo, aventarlo, molerlo, cernerlo, amasarlo, cocerlo y echar el pan al perro de tres cabezas que hay a la puerta del castillo; todo en veinticuatro horas.

Recurrió el príncipe a su bella protectora, que le mandó arrojar el grano desde el balcón al jardín.  Se asomó y, con espanto, vio al trigo nacer, salir las espigas y dorarlas el sol; una nube de enanitos practicó todas las operaciones, desde segar hasta llevar el pan todavía caliente a las fauces del monstruoso perro.

Diablo, Mal, Infierno, Demonio, Fuego

Volvió a reclamar su corona el príncipe; pero el diablo, que como todos los que no son buenos, cumple tarde y mal lo que promete, le replicó:
-No la obtendrás, si no me entregas en cambio una sortija que hace quinientos años a un ascendiente tuyo se le cayó en el mar al irse a pique el barco que mandaba en un combate.  Sólo se salvó de la tripulación tan valiente guerrero.

Dificultad tan insuperable hizo desmayar al príncipe.  Acudió a Blanca Rosa; ésta frunció las cejas y le dijo con severidad:
-Ofrecí sacarte de todos tus apuros, y no faltaré a mi palabra.  Verás.

Tortuga Acuática, Tortuga, Zurtoise

Apareció una enorme tortuga, que en un abrir y cerrar de ojos, fue al mar y volvió con la sortija del vigésimo abuelo del que perdió su reino al juego.  El diablo se la regaló, y le advirtió:
-No me vuelvas a tentar; abandona el vicio, toma tu corona, cásate con Blanca Rosa; te gusta y a ella no le eres indiferente; montad en un caballo que hay en la cuadra que corre más que el viento, y cuando lleguéis a la capital de tus estados, os esperará la tropa formada, y el pueblo entusiasmado os conducirá al palacio.

Para La Lectura, Abuela, Nieto

Ni visto ni oído.  Así sucedió, según refería una abuela que a la sombra de un árbol del jardín tenía embelesados a varios nietos durante las horas de la siesta.  Y añadía la anciana:
-El peor de los vicios es el del juego.  Siempre va acompañado de otros.  El que lo tiene, pierde el honor, y muchas veces la vida.




















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