LA CAMPANA #CUENTOinfantil #Hans_Christian_Andersen #infancia #conciencia
Cierta vez, en un pueblo escondido en un hermoso valle, se celebró una gran fiesta.
-¡Qué fiesta tan divertida! -comentó un conejillo que, con otros animalitos del bosque, contemplaba el bullicio de las gentes que cantaban y bailaban.
De pronto, dominando los ruidos de la fiesta, se escuchó el tañido de una campana.
-¿Dónde estará esa campana? -se preguntaron todos.
Pero por más que buscaron, nadie pudo descubrir el lugar en que estaba escondida la campana.
El rey no tardó en tomar cartas en el asunto y ofreció un valioso premio al que descubriese la misteriosa campana.
-Al que logre descubrirla -dijo-, le concederé el título de Conde de la Campana.
Todas las tardes, al ponerse el sol, se oía el tañido de la campana, una campana misteriosa que nadie sabía dónde estaba, ni quién la tocaba.
Un domingo, por la mañana, al salir de misa, dos niños y una niña se dirigieron al bosque a buscar la campana escondida.
-¿Sabes dónde está la campana misteriosa -le preguntaron a un conejo que estaba calentándose al sol.
-Jamás oí hablar de ella -respondió el conejo.
Los niños siguieron andando y, al encontrar un burrito que estaba comiendo hierba, volvieron a preguntar:
-¿Podrías decirnos dónde está la campana misteriosa?
El burrito acabó de masticar el bocado de hierba que tenía en la boca, la tragó y después dijo:
-¿De qué campana me habláis? En este bosque no hay ninguna campana.
Los niños siguieron su camino y cada vez se adentraron más en el bosque.
-Vamos a preguntarle a aquel búho -dijo uno.
Se acercaron al búho y la niña preguntó:
-¿Sabes dónde está la campana que suena cada tarde al ponerse el sol?
El búho que era un poco sordo, dijo:
-Gritad un poco más amiguitos. Además de ser un poco sordo, estoy casi dormido. Ya sabéis que los búhos duermen de día.
El niño que tenía la voz más fuerte repitió la pregunta:
-¿Sabéis dónde está la campana misteriosa?
-No lo sé -respondió el búho- No he oído esa campana. Y la verdad es que apenas oigo.
La niña y los niños, cansados de tanto caminar, decidieron volver a sus casas. Pero uno de ellos, dispuesto a descubrir la campana, siguió adelante.
Caminando, caminando, llegó hasta un lugar apartado del espeso bosque, y descubrió una pequeña casita rodeada de plantas trepadoras. El niño se quedó sorprendido. Colgada cerca del alero, medio escondida entre las hojas de las plantas, había una campanita azul.
-No es posible que ésta sea la campana que busco -se dijo el niño-. Una campana tan pequeña no haría un ruido tan grande.
El niño se alejó de la casita. El bosque se iba llenando de sombras, ya que el sol empezaba a ponerse detrás de las altas montañas.
De pronto: ¡Nang! ¡Nang! ¡Nang! -sonó otra vez la campana..
-El sonido de la campana viene de la izquierda - se dijo el niño.- Voy a caminar hacia allí.
Siguió caminando y, de pronto encontró a un niño vestido de blanco.
-¿También tú buscas la campana? -le preguntó.
El niño vestido de blanco no respondió.
-¿ Quieres ser mi amigo ? -preguntó el niño que buscaba la campana.- Si tu me ayudas, tal vez la encontremos.
-¿Para qué quieres encontrarla? -`preguntó el niño vestido de blanco- A ti no te hace falta la recompensa, que ofreció el rey.
-¿Me conoces ? -dijo el niño.
-Si -respondió el pequeño trajeado de blanco -. Sé que eres hijo del rey..
-Soy el príncipe, en efecto -respondió el niño-, pero me gustaría llevármela al palacio para que todos los súbditos de mi padre pudieran verla y escucharla de cerca.
-Eso está bien- dijo el niño vestido de blanco-. Veo que te preocupas por los demás.
-Sí -afirmó el príncipe-. Cuando yo sea rey procuraré ser bueno y generoso para ser amado por todos.
El niño con traje blanco se puso muy contento por la respuesta de su compañero.
-Allí está la campana -dijo- ¿No la ves?
En efecto, sobre sus cabezas, en medio de las nubes y cerca de las estrellas, estaba la campana.
-¡Nang! ¡Nang! ¡Nang! -volvió a sonar la campana.
-¡La campana! ¡La campana misteriosa! -gritó el pequeño príncipe.
-Yo soy tu ángel de la guarda -dijo el niño vestido de blanco- Tú has encontrado la campana porque eres bueno.
La campana, allá en lo alto, seguía repicando. Y sus sones parecían cantar: "Paz a los hombres de buena voluntad"
-¿Podré llevármela al palacio? -preguntó el hijo del rey.
-No -respondió el ángel-, está demasiado alta.
-¡Oh, qué pena! -casi lloró el príncipe.
-Ya no volverás a verla nunca más -dijo el ángel., Sólo la escucharás si alguna vez faltas a tu promesa de hacer el bien y si incumples tus deberes de soberano.
-Siempre me portaré bien -prometió el hijo del rey-. Ahora debo regresar al palacio.
-Será mejor que esta noche te quedes a dormir en el bosque -dijo el ángel-. El palacio está muy lejos.
El pequeño príncipe se tendió a dormir sobre la hierba y el ángel veló su sueño, ahuyentando a los osos y a los jabalíes que querían hacerle daño
Al día siguiente, un rayo de sol despertó al príncipe.
El ángel de la guarda se había vuelto invisible, pero el niño sabía que estaría vigilando todas sus acciones, protegiéndolo y vigilando todas sus acciones.
El hijo del rey montó sobre un ciervo y así pudo llegar en seguida al palacio.
-¿Dónde has estado? -le preguntó el rey.
-Buscando la campana -respondió su hijo.
-¿Y la has encontrado?
-Si padre -respondió el príncipe-, pero estaba muy alta, cerca de las estrellas, y no he podido cogerla.
En el pueblo no volvieron a escuchar más tañidos de la misteriosa campana. Pero el pequeño príncipe no olvidó la promesa que había hecho al ángel.
Cada noche, al rezar sus oraciones, repetía:
-Seré un rey bueno y generoso, y siempre buscaré la felicidad de todos mis súbditos.
Al cabo de muchos años, cuando el príncipe se convirtió en rey, cumplió lo que había prometido.
-¡No hay otro rey más bueno y generoso! -decían todos.
Y en efecto, con la generosidad del poderoso y la sabiduría de la humildad, el joven rey dio a sus súbditos la felicidad prometido a su ángel de la guarda.
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