Cuentos infantiles y juveniles "ENTRA Y LEEME"

Imagen de  giselaatje  en  Pixabay En un país muy lejos...se hallaba una buena mujer encerrada en una profunda cueva.  Dios la concedió un hijo espabilado y listo, que en cuanto nació, preguntó a su madre: -¿Qué hacemos aquí? -¡Ay!  Me encuentro encantada por un oso que mató a tu padre, sin poder salir ni ver el sol. -¿A qué hora viene? -A las doce de la noche.  Pero es el mismísimo demonio (añadió la pobre mujer al oído del recién nacido) El niño halló en la cueva una tranca muy grande, y se escondió detrás de la puerta; al llegar el oso dando resoplidos, abierta la boca y enseñando sus formidables dientes, de un trancazo le hizo polvo.  El muchacho arrojó los restos de la fiera a un río, y llevó a su madre a Ibdes, pueblo de Aragón. Los chicos del lugar, como aún no le había salido el pelo, le pusieron por mote el apodo El Pelao.  Éste era mal estudiante, reñidor; se cansó de vida tan pacífica, y armado de la tranca con que mató al oso, salió de Ibdes a buscar fortuna.  Su p

Imagen de  Amit Singh  en  Pixabay                                                               Cuando el mundo era joven, el rey de todos los seres voladores ordenó a la avispa y a la golondrina que probaran el  sabor de la carne de todos los seres vivos.  Los dos súbditos debían regresar por la noche y explicar cuál era la carne más dulce y más adecuada para la dieta de un rey.  Como hacía un día precioso, la golondrina se perdió, henchida de alegría, cantando y volando por el cielo azul.  por su parte, la avispa cumplió la orden y pasó el día picando a cuantos encontraba y probando su cálida sangre.  Cuando se reunieron los dos animales, al anochecer, y antes de presentarse ante el rey, la golondrina le pidió su opinión a la avispa. "Sin duda ninguna, la comida más dulce es la carne humana", contestó la avispa Temiendo que aquel veredicto causase futuros problemas, la golondrina le arrancó la lengua a la avispa con su pico, y cuando el rey le preguntó aquella

Imagen de  Please Don't sell My Artwork AS IS  en  Pixabay Se quejó el pavo real a la diosa Juno de que no le hubiese dado la voz del ruiseñor, cuyo canto era admirado por todos cuantos le oían, cuando el suyo causaba risa a todos. La diosa por consolarle le dijo: -Es verdad que el ruiseñor canta mejor, pero en cambio tú le aventajas en hermosura y tamaño; los brillos de la esmeralda resplandecen en tu cuello, y con las matizadas plumas de tu cola formas una rueda de perlas.  -¿Pero de qué me sirve -replicó el pavo- esta belleza muda, si el ruiseñor me excede en la voz? -A vosotros -respondió la diosa- se os repartieron las propiedades al arbitrio de los Hados.  A ti, la hermosura, al águila la fuerza, al ruiseñor la melodía, al gallo el señalar las horas y todos están contentos con los suyo.  Conténtate pues, con lo que te ha tocado en suerte.

Imagen de  Josef Stückel  en  Pixabay Un muchacho de Creta había recibido el regalo de una cría de dragón, a la que cuidaba con mucho cariño.  Cuando la cría fue mayor, los habitantes de la ciudad obligaron al muchacho a que llevase al dragón al desierto.  El muchacho hizo lo ordenado, llorando amargamente. Años más tarde, este joven, que ya era un hombre, regresando de cazar, fue atacado por unos ladrones y gritó pidiendo auxilio.  El dragón que estaba cerca, reconoció la voz de su protector y acudió en su socorro, librándolo del peligro. Así le dio muestra de su gratitud, por haberlo cuidado tan bien cuando era pequeño.

Imagen de  Mystic Art Design  en  Pixabay   Westerschouwen fue en tiempos pasados un gran puerto pesquero.  Sus naves atravesaban en todas direcciones el mar del Norte y traían ricos cargamentos de pescado.  Esto hizo que sus habitantes se volvieran tan soberbios por su gran conocimiento del mar, que frecuentemente solían decir: "Nosotros somos los dueños del mar.  ¿En que parte del mundo se puede encontrar unos pescadores como los de Westerschouwen? Un día que un grupo de estos pescadores estaba en sus botes, mar adentro, al sacar las redes encontraron en ellas una hermosa sirena. -¡Oh, dejadme escapar, buena gente! -suplicó Pero los pescadores, insensibles a los ruegos de la sirena, la metieron en la barca, para llevarla a tierra y enseñarla a la gente de su pueblo.  En el camino se fueron burlando de ella despiadadamente. -¡Por favor -repetía la sirena- dejadme marchar, que yo sabré recompensaros! Pero por toda respuesta los pescadores reían estrepitosamen

Imagen de  Bruno /Germany  en  Pixabay Cada jugador dispone de cinco chinas.  Sentados en el suelo y en círculo, actúan según orden establecido.  El jugador que abre el juego esparce sus cinco chinas.  Recita la retahíla, al par que va ejecutando los escalonados movimientos. De una en una, a mí nada, colada, cocida, y asada. De dos en dos, a mis dos caracol. De tres en tres, a mis tres sin perder. De cuatro en cuatro, a mis cuatro cojo el gato. De cinco en cinco, a mis cinco te la hinco Una vez las cinco chinas en el suelo, se coge una y se la lanza hacia lo alto.  Mientras tanto se retira una de las del suelo, y se recoge con una sola mano, se pasa a la otra o bien se deposita frente a las piernas.  Estos movimientos los ha de repetir con las chinas sobrantes, procurando, para no perder, que no se desprenda de la mano ninguna, ni que menee las que se hallan en el suelo.  En De dos en dos: una en el  aire y recogida, a pares, de las cua

Imagen de  naturepost  en  Pixabay   Hoyos, panzas, lisos y carneros son los nombres que reciben las caras de la taba.  Las cinco tabas son tiradas al suelo, que caerán  en caras diferentes, normalmente.  El jugador coge una de las tabas, la lanza al aire y la recoge, mientras va colocando las restantes en una misma posición.  Seguidamente las agarra una a una, a la vez que la quita taba asciende y desciende.  A continuación, un nuevo ciclo, pero poniendo las tabas en otra cara diferente.  Después, la repetición hasta cubrir las cuatro fases a las que obliga la especial estructura de estos huesos.  Gana el jugador que no haya cometido ningún fallo.

Imagen de  Briam Cute  en  Pixabay Huyendo una zorra de los cazadores, se vio perdida cuando encontró a un leñador a quien rogó que la ocultara en cualquier parte, y éste, mostrándole su choza le dijo que entrase en ella.  La zorra lo hizo al momento, y allí se ocultó. Llegaron los cazadores  preguntaron al leñador por la zorra; este les respondió que no la había visto, pero al mismo tiempo que decía esto, les señalaba con las manos y la mirada el sitio en que aquella se hallaba oculta. Los cazadores no entendieron sus señas y se fueron, y la zorra, después que les sintió irse, salió de su escondrijo y pasó por delante del leñador sin decirle palabra. -¿Cómo es esto? -le dijo él- ¿Te he salvado la vida y ni siquiera me das las gracias? -Ay, amigo -respondió la zorra- si tu mano, tus ademanes y tus obras fuesen tan buenas como tus palabras, seguramente merecerías que te las diese. Quien mezcla las obras buenas con las malas, hace mal siempre.

El dios Dionisio vivía en Naxia.  Siendo todavía un niño, era muy caprichoso, y tuvo que hacer un largo viaje, atravesando toda Grecia, para volver de nuevo a Naxia.  Se entusiasmaba de todo lo que veía, que quería coger para llevárselo a su mansión. En una de las largas jornadas de su viaje, fatigado después de varias horas de camino, quiso descansar y se sentó sobre unas elevadas rocas. desde las que plácidamente contemplaba el bello paisaje.  A unos pasos de él  vio una pequeña planta, de la que colgaba un diminuto racimo, y le pareció tan bonito, que con gran cuidado la arrancó de raíz, para llevársela. El sol caía como fuego, el calor era sofocante y Dionisio pensó que en el camino iba a secarse la planta, buscó algo con que protegerla y vio en el suelo un hueso de pájaro en el que  metió con cuidado la planta, y reanudó el camino.  Al cabo de unos días notó que la planta había crecido enormemente y que rebasaba el hueso por los dos extremos, buscando por el campo otro

Imagen de  Barroa_Artworks  en  Pixabay El Trueno derriba los árboles, quiebra las rocas, mata a los hombres y roba a las mujeres. Hace mucho tiempo, un hombre y su mujer estaban a la puerta de su casa.  De repente apareció el Trueno; dejó al hombre malherido y se llevó a la esposa.  Cuando el hombre se recobró y se encontró solo, se puso muy triste.  Salió de su campamento en busca de su esposa. Preguntó a todos los animales dónde vivía el Trueno; pero ninguno lo sabía ni quería decirlo.  Por fin, un día llegó a la casa del jefe de los cuervos y le contó su desgracia.  El cuervo se compadeció de él y le dijo: -El Trueno vive aquí cerca, en una casa de piedra; allí tiene colgados los ojos de todos los que ha matado o robado y nadie puede entrar en la casa sin perder la vida.  Pero te voy a ayudar; sólo hay uno a quien teme el Trueno, y ése, soy yo; toma esta ala de cuervo y con ella le harás retroceder.  si te falla, toma este arco y esta flecha de cuerno de alce.