El dios Dionisio vivía en Naxia. Siendo todavía un niño, era muy caprichoso, y tuvo que hacer un largo viaje, atravesando toda Grecia, para volver de nuevo a Naxia. Se entusiasmaba de todo lo que veía, que quería coger para llevárselo a su mansión.
En una de las largas jornadas de su viaje, fatigado después de varias horas de camino, quiso descansar y se sentó sobre unas elevadas rocas. desde las que plácidamente contemplaba el bello paisaje. A unos pasos de él vio una pequeña planta, de la que colgaba un diminuto racimo, y le pareció tan bonito, que con gran cuidado la arrancó de raíz, para llevársela.
El sol caía como fuego, el calor era sofocante y Dionisio pensó que en el camino iba a secarse la planta, buscó algo con que protegerla y vio en el suelo un hueso de pájaro en el que metió con cuidado la planta, y reanudó el camino. Al cabo de unos días notó que la planta había crecido enormemente y que rebasaba el hueso por los dos extremos, buscando por el campo otro de mayor tamaño donde poder meterla, encontrándolo y metiéndole dentro.
Prosiguió su viaje y pasadas varias horas, vio que el vegetal seguía creciendo y que ya no cabía tampoco en aquel hueso. Encariñado con aquella planta misteriosa, tuvo más interés en llevársela y mirando a los lados del camino, dio con un hueso grande de asno, donde metió los anteriores.
Llegó por fin, a Naxia, terminado su viaje, y lo primero que hizo fue ir a plantar aquel extraño vegetal, pero vio que las raíces estaban entrelazadas con los huesos y tuvo que meter en tierra todo junto.
Todos los días iba a contemplarla y regarla. Estaba maravillado de verla crecer tan prodigiosamente. Pronto echó grandes racimos de uvas, que Dionisio saboreaba a placer. Mandó que se exprimiese el zumo de aquel fruto y dio de beber con él a los hombres. Dionisio, entonces observó un prodigio; cuando los hombres empezaban a beber aquel líquido se ponían alegres y contentos, y cantaban como pájaros. Si seguían bebiendo más, se sentían fuertes y valerosos, como un león.
Y si continuaban bebiendo durante mucho rato, se les bajaba la cabeza, se oscurecía su razón y se parecían en todo a los asnos
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