EL VIEJO Y LOS PÁJAROS DEL TRUENO #leyendas #america #lecturajuvenil #aventuras

Una mañana Pielparda, el coyote, acababa de desayunar y su fino olfato le dijo que venía alguien.  Se sentó y esperó.
-Es Nu-la-kin-nah -dijo cuando le olió más cerca.

Era, efectivamente, el Viejo, que le saludó diciendo:
-Te he estado buscando; ven conmigo.

Pielparda le siguió mientras oía como quien oye llover, la charla interminable del Viejo, y no se dio cuenta de que le decía:
-Vamos a pasar al lado de un pino muerto.  No tiene ramas, está desgajado y en lo alto tiene un nido muy grande.  Cuando pasemos por allí, oirás unos ruidos raros; pero no los escuches y continúa como si no los hubieras oído.

Pielparda se había quedado atrás, comiendo un ratón, y no se preocupó de enterarse de nada.  Cuando llegaron junto al pino, oyó unos ruidos muy extraños:
-¡Kin-nak nak-kin, kin-nak nak-kin!

Pielparda miró hacia arriba y vio un nido con dos pájaros negros, eran los hijos de los Pájaros del Trueno, que hacían aquel ruido.  Pielparda, muy divertido, quiso imitarlos.  Repitió su grito tres veces, y de pronto se encontró subido en el nido con los dos grandes pájaros y con el Viejo, que no había hecho nada.
-Buena la has hecho -le dijo-cuando vengan los padres, nos matarán.  Pero si me haces caso, tal vez podamos salvarnos.

Después volviéndose a los pájaros, les preguntó:
-¿Cuándo vienen vuestros padres?
-Mi madre viene cuando llueve y mi padre cuando graniza -contestaron a dúo.
-Pues óyeme Pielparda; cuando llegue la madre Trueno te preguntará cuál de nosotros dos se cansa primero, y tu le dirás: "Mi amigo, desde luego", y te pondrás a bailar cuidando de no descansar.  Y si por casualidad salimos libres de la madre, prepárate a hacer lo mismo cuando llegue el padre.

El cielo se empezó a poner negro, y de pronto comenzó a llover y se oyeron truenos.  El nido se estremeció y la enorme madre Trueno apareció junto a ellos.
-¿Qué es esto? -dijo- ¡Carne para mis hijos!  ¿Cuál de los dos se cansa antes?
-Mi amigo -dijo Pielparda.

Se puso a bailar hasta que la madre Trueno le ordenó:
-Ya has bailado bastante.  Ahora vamos a empezar por tu amigo.  Pero cuando la madre Trueno, abriendo el pico, se disponía a comer al Viejo, éste la atravesó con su cuchillo y la mató.  Después todo lo rápidamente que pudieron, la arrojaron del nido, y cayó al suelo como un pino cae de lo alto de una montaña.

Poco después empezó a granizar y a tronar.  El nido tembló y apareció, enorme, el padre Trueno.
-¡Carne para comer! -dijo- ¿Cuál de los dos se cansa antes?

Y Pielparda, sin hacerse de rogar, se puso a bailar hasta que el padre Trueno le ordenó que parase.
Después el pájaro se dispuso a comer al viejo; pero éste rápidamente lo apuñaló y lo mató.  Y con la ayuda de Pielparda lo arrojó del nido y cayó al suelo como dos pinos caen de lo alto de una montaña.  Después el Viejo dijo a los hijos:
-Ahora, vosotros nos vais a bajar del nido, si no queréis que os mate como a vuestros padres.

Los pájaros, atemorizados, llevaron a Pielparda y al Viejo sobre sus espaldas.  Pero al llegar al suelo, Pielparda, encantado de verse libre, gritó:
-¡Kin-nK Nk-kin, kin-nak nak-kin, kin-nak nak-kin, kin-nak nak-kin!

Al tercer grito, el pájaro que le llevaba se remontó rápidamente y se perdió en el cielo.  El otro pájaro no pudo volar, porque el Viejo le sujetó fuertemente las alas y le dijo, airado:
-Grita en seguida para que baje tu compañero, si no quieres que te mate.

El pájaro obedeció, y al tercer grito descendió el otro pájaro con Pielparda agarrado a sus espaldas.
-¡Sujétale para que no vuele! -dijo el Viejo.

Rápidamente se deshizo de los dos pájaros con su cuchillo.  Cuando murió el último, de sus ojos brotaron otros dos pájaros del tamaño de un cuervo cada uno.
-Oíd -le dijo el Viejo- ahora sois vosotros los Pájaros del Trueno.  Pero no vais a hacer mal a nadie, sino sólo cuando hablen mal de vosotros, y en el invierno no visitareis este mundo.

Desde entonces los Pájaros del Trueno no hacen gran daño, y en el invierno no se les ve nunca.