EL PATITO FEO #cuentosinfantiles #cuentospopulares #hanschristianandersen #crecer #paciencia #diferente

Junto al foso de un viejo jardín, una pata, echada sobre su nido, daba calor a sus huevos.  Hacía varios días que esperaba que sus hijos rompieran el cascarón.  Una mañana...

-¡Cuá, cuá! -se oyó de pronto.  Y cinco hermosos patitos salieron del nido, mostrando sus suaves cuerpecitos amarillos.

-¡Qué grande es todo esto! -dijo a su mamá el más listo de todos-.  ¡Qué grande es el mundo!

La pata lo acarició tiernamente con el ala y le dijo:

-¿ Crees que sólo esto es el mundo?  Te equivocas hijo; el mundo es mucho más grande.  Se extiende más allá de aquellos vallados.  Ahora mismo os llevaré a todos allí, para que podáis admirarlo.

Y cuando la feliz madre se disponía a abandonar el nido, vio, con mucha sorpresa, que medio oculto entre las pajas quedaba todavía un huevo.

-¡Aún falta un huevo! -dijo con cierto fastidio-.  ¡Y que grande y raro es!  Pero, en fin, terminaré de empollarlo.

Se echó de nuevo y durante varios días siguió dándole calor.  Una mañana, oyó el llanto del recién nacido.

-¡Piú, piú, piú! -decía éste con voz ronca.

-¡Qué feo es! -dijo la pata en cuanto lo vio-.  ¿No será un pavo?  En fin, ya nos desengañaremos cuando nos echemos al agua.

Su sorpresa fue grande cuando, a la mañana siguiente, todos sus hijitos, incluso el patito feo, se mantenían en el agua con cierta elegancia.

-Quizás me haya equivocado -dijo entonces la mamá. y observó que el pequeño no era tan feo como al princípio le había parecido-.  ¡No hay duda, éste también es hio mío! -agregó.

Después de que la familia hubo dado unas cuantas vueltas por el foso, la pata dijo:

-¡Bueno, basta por hoy!  Ahora os llevaré a que conozcáis a vuestro padre.  Apenas lo veáis estirad el cuello y sacudid las alitas en señal de saludo.  Pero no os apartéis de mi y tened mucho cuidado con el gato.

La familia se encaminó hacia el gallinero y, una vez allí, la pata, con mucho orgullo, mostró alegre sus hijitos a las otras aves.  Todos los miraron con cariño, pero viendo al patito feo, cuchicheaban, riéndose de su fealdad.

El pato padre se acercó al pequeño y le dio un picotazo.

-¡No le peguéis! -dijo entonces la mamá-.  ¿Qué mal os ha hecho el pobre?

-¡Ninguno!  Pero es tan horriblemente feo que no pude resistir la tentación de castigarlo.

A pesar de su enojo el pato dijo que podían permanecer en el corral.

Mas, como el pequeño seguía siendo el blanco de las burlas y de los picotazos, una tarde en que mamá se descuidó, se escapó por una abertura que encontró.

Caminó mucho, hasta cansarse.  Y cuando ya se acercaba la noche llegó a una laguna desconocida.  Como el patito tenía sueño, se echó sobre unos pastos para esperar la mañana siguiente.  Al salir el sol, dos patos silvestres se le acercaron y, entre bromas y risas, dijo el primero:

-¡Mira qué feísimo es!...

-¡Cierto, qué ridículo es el bicho! -contestó otro.

-¡Dios mío!  ¿Qué culpa tengo de mi fealdad? -se quejó el patito.

De pronto, sonaron unos disparos junto a la laguna.  Los dos patos silvestres trataron de escapar pero dos certeros tiros los abatieron.

El patito, mientras tanto, se encogió y trató de ocultarse entre los pastos.  Así quedó temblando de miedo, hasta que, al darse la vuelta, vio con susto que un perro con cabeza muy grande lo estaba mirando.  Creyó que los afiladísimos dientes del perro lo despedazarían, pero el animal dio media vuelta y se alejó.

-¿Pero será posible que sea tan feo que ni los perros se atreven a morderme? -dijo, mientras seguían sonando los tiros.

Pasaron muchas horas antes de que tuviera ánimo para seguir el camino; ya anochecía cuando divisó una casita oculta entre los árboles.  Hacia ella se dirigió, penetró y se acurrucó en un oscuro rinconcito.  Como estaba cansado se quedó profundamente dormido.

En aquella casita vivía una viejecita que tenía un gato y una gallina.  Al amanecer, ambos descubrieron al pobre patito; y el gato, que era el más charlatán, le preguntó:

-¿Sabes arquear el lomo y hacer ronrón?

-No... -fue la respuesta del patito feo.

-¿Sabes poner huevos? -le preguntó la presumida gallina.

-Tampoco -contestó el patito avergonzado.

-¡Pues entonces no sabes nada! -repuso la gallina-.  Nuestra ama no te querrá aquí.

Abandonó el patito muy triste la cabaña y recorrió el campo hasta encontrar una laguna en la que se puso a nadar.

Durante muchos días permaneció allí, pero los frós del invierno congelaron el agua de la laguna y lo aprisionaron entre los hielos.  Un campesino que pasaba por allí sacó al patito, salvándole de la muerte, y lo llevó a su casa.

Todos los familiares del campesino quedaron enconatados con el patito feo.  Sus hijos lo tomaron como distracción en sus juegos.  Tanto jugaron con él, que el pobre patito se asustó y quiso volar, pero al hacerlo, volcó una jarra de leche. que estaba sobre la mesa.  La campesina, enojada, le iba a dar un escobazo, pero el patito consiguió escapar.

Una tarde en que lloraba su desventura junto a unos pastos, vio a unos majestuosos cisnes que se deslizaban silenciosos por el agua.

-¡Me acercaré a esos hermosos animales! -dijo el patito-.  Me darán muchos picotazos, pero no importa; prefiero morir de una vez.

Y sin titubear se arrojó al estanque.  Los cisnes se vinieron nadando hacia él.  Ya se disponía a ocultar su cabeza debajo del ala, esperando la muerte, cuando vio reflejada su imagen en el agua.

¡Qué gran sorpresa!  ¡Él no era ya un patito feo, sino un hermoso cisne!  Al mismo tiempo dos niños llegaron corriendo hasta el estanque y gritaron contentos:

-¡Hay otro cisne y es más bello que los otros!

Y mientras los viejos cisnes se acercaban para acariciarlo, el patito feo, ya muy feliz al saber que era un precioso cisne, con orgullo y elegancia, levantó su cabeza y se puso a nadar.