EL CESTO DE HUESOS #leyenda #africa #lecturajuvenil #espíritus #creación #animales
Hubo un tiempo en que sólo un anciano y su hija erraban por las colinas y los valles del oeste. Un día, el anciano decidió que hacían falta más seres que viviesen en el mundo superior y le dijo a su hija que debían bajar al mundo espiritual y ver si encontraban la manera de llevarse a algunos de ellos a su mundo.
El anciano condujo a su hija por una peligrosa ladera hasta el mundo inferior, y la hija se sorprendió mucho al ver la gran cantidad de espíritus que habitaban en él
"Es como contemplar las estrellas" -dijo.
Porque, efectivamente, de noche los espíritus cantaban y bailaban, reluciendo como las estrellas en el cielo nocturno. Durante el día regresaban a sus hogares en el interior de las rocas. El anciano y su hija advirtieron que los espíritus se convertían en huesos en cuanto penetraban en las rocas, y decidieron recoger algunos en un cesto.
Cuando llenaron el cesto, empezaron a subir por la pronunciada cuesta, pero el anciano resbaló, perdió el cesto que rebotó entre las rocas, y los huesos se desperdigaron por el suelo. Inmediatamente, los huesos se convirtieron en espíritus, y éstos huyeron hacia las rocas antes de convertirse en huesos de nuevo.
Otra vez más, el anciano y su hija reunieron varios huesos en el cesto, aunque esta vez fue la hija quien llevó el cesto, pero ella, también resbaló y perdió los huesos, que volvieron a convertirse en espíritus y salieron corriendo hacia las rocas.
El anciano decidió que lo intentarían otra vez. Mientras recogían los huesos, el anciano reprendió a los espíritus:
"No sabéis lo maravilloso que es mi mundo para vosotros. En cuanto veáis la tierra, el sol y el cielo, nunca querréis volver a este sombrío mundo de espíritus"
El anciano le dijo a su hija que debían transportar el cesto entre ambos por la enfilada cuesta. Al final llegaron al mundo superior y el anciano esparció los huesos por el suelo. Recogió determinados huesos con mucho cuidado y los lanzó en todas direcciones para crear más seres.
Y así fue como el mundo se llenó de otros seres. En las montañas, los valles y en la orilla de los mares. Para ayudar a sobrevivir a los nuevos seres, el anciano pronunció los nombres de peces, animales y plantas. A medida que pronunciaba cada nombre, éstos aparecían como por arte de magia. A continuación, el anciano dio instrucciones a los nuevos seres para cazasen y recolectasen alimentos como sustento, y la hija se maravilló de cómo los seres obedecían las palabras del anciano.
El anciano contempló a sus seres y vio que su misión había terminado, así que él y su hija viajaron hacia el cielo oriental a un lugar próximo al sol desde donde pudiesen ver toda la tierra a sus pies. Todavía hoy el anciano y su hija siguen observando a los seres humanos desde el cielo.
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