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Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
LA GOTA DE NAVIDAD
Erase
una vez, una gota de agua, muy vieja ya, que nunca había encontrado un lugar
que le hubiera gustado, de los que había visitado en sus continuos viajes por
el mar, el aire, del aire a la tierra, y de la tierra otra vez al
mar, para volver a empezar de nuevo, otra y otra vez.
Las
navidades se aproximaban, con su pasito corto de invierno y la gota de agua, se
ponía triste, cada día más y no sabía porqué.
Al
final, la Navidad llegó y un día, al cielo, le dio por llover pues
decía, que tenían que caer las gotas de lluvia, para que con el frío se
convirtieran en nieve, así los niños podrían hacer los muñecos de nieve y
tirarse bolas de nieve al jugar.
Los
niños ya tenían vacaciones y las gotas de agua, ya convertidas en nieve, los
veían mientras caían. A nuestra gota de agua le gusta cuando caía
libre por el aire, mientras las cosas, que desde la nube las veía pequeñitas,
cada vez eran más y más grandes. Al rozar los cristales de las
ventanas, veía a la gente dentro de las casas.
Los niños
alegremente, después de haber hecho sus deberes, como debe ser, salían a jugar
con ellas. Al final cayó al suelo y fue a mezclarse con otras gotas
de agua, convertidas en copitos de nieve, que habían caído antes y con otras
que caerían más tarde.
Después
de un rato, cesó de nevar y la gente asomaba la cara por los cristales, para
ver la ciudad vestida de blanco, dispuesta para la Nochebuena.
Los
niños, pegaban sus narices a los cristales, para ver mejor y lo conseguían, lo
único malo es que se les enfriaba la nariz, pero a ellos les daba igual.
Después
de mucho rato insistiendo, las mamás dejaban a sus hijos que bajaran a jugar
con la nieve, pero eso sí, muy bien abrigados para que no pasaran frio.
Los
niños, ilusionados ante tanta nieve, se reúnen para formar un muñeco de
nieve. Lo hacen grande, todo lo grande que ellos que son pequeños
pueden y muy gordo. Una gran bola forma fue su cuerpo,
otra mediana su tórax y otra pequeñita hará de cabeza. Una parte muy
importante que estaba hecha, pero quedaban esos pequeños detalles que parecerán
dar vida, a algo tan fría como es la nieve.
Uno
trajo una bufanda muy larga y muy ancha, para abrigarle el
cuello. Un sombrero viejo fue a cubrirle la cabeza. Los
ojos los formaron con dos chapas de bebidas, de no se qué, pero que les fue muy
bien. La típica zanahoria formó la nariz. Uno de los
niños, el que había traído la zanahoria, le pidió a su madre que le dejara la
pipa de papá, esa tan bonita que le habían regalado para su cumpleaños los
abuelitos. Su madre claro, no quiso dejársela, pero otro niño trajo
una vieja pipa de su abuelo, que como iba a ir a la basura su abuelo se la dio
para el muñeco. La pusieron en una boca que habían hecho
con el dedo, en la nieve de la cara.
A
la gota de agua de nuestro cuento, que había caído en la cara del muñeco de
nieve y que, con el dedo la habían dejado en un extremo de la boca, le parecía
una boca muy triste y con mucho esfuerzo, consiguió subir un poco más arriba y
hacer que la boca sonriera.
La gota se sentía por
primera vez feliz, muy feliz y desde entonces, como ya es muy anciana y se
cansa, solo cae en Navidad.
Este cuento ha sido realizado y registrado por M.ª Pilar Rubio Martínez. FELIZ NAVIDAD PARA TODOS
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