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Desde
que empezaron por todos los sitios a recordarnos que la
Navidad pronto llegaría otra vez, tuve una idea fija en mi cabeza, quería
saberlo todo sobre los Reyes Magos, porque en mi casa son los que nos traen los
regalos de Navidad.
A
mí me da un poco igual quien me traiga regalos, pero mi papá y mi mamá dicen
que en casa solo se le escribe la carta a los Reyes Magos, que ellos saben
venir, que no se pierden por el camino, que si supieron encontrar al niño Jesús
en Belén siguiendo una estrella que venía de nadie sabe donde, que ahora tenían
gps en los camellos así que, no hay nada mas que hablar.
Pues
así estaban las cosas en mi casa. Mi hermano y yo escribiendo
la carta, no muy larga, que dicen los papás que los Reyes Magos también están
en crisis, que hay niños muy pobres en el mundo que no tienen ni pan para
comer, que nos tenemos que conformar y disfrutar de lo que tenemos.
Todo
eso está muy bien, pero yo quería saber más cosas. Les tuvieron que
pasar a los Reyes Magos, miles de aventuras en su búsqueda, de aquel niño Jesús
que acababa de nacer. Siempre detrás de la Estrella, buscando y
preguntando, digo yo, que ese es mi problema, que quiero saber más y nadie me
cuenta nada.
¡Esta
noche, llegan los Reyes Magos! Pensaba. Estaba muy muy
muy nerviosa, tanto esperar y esperar y por fin había llegado la
“noche”. Tenía un plan.
Traté
de convencer a mi hermano, para no dormirnos por la noche, a ver si pillábamos
a los Reyes Magos, cuando vinieran. Mis papás nos debieron de
escuchar, porque estaban muy pesados con eso de:
-Esta
noche prontito a la cama ¿eh? Que si no, los Reyes Magos no os
dejarán juguetes.
-¿Por
qué? Yo quiero conocerlos y que me cuenten muchas cosas.
-En
las casas donde los niños están despiertos, los Reyes Magos no paran, pasan de
largo y no dejan ningún regalo.
-Anda
y eso ¿por qué? Todos sabemos que van a venir. ¿Qué
importa si les vemos?
-A
ver cariño, escúchame. Tienen que ir a muchas casas en una sola
noche y no pueden pararse en todas a hablar con los niños. Además,
hasta mañana por la mañana, no tenéis que ver
los regalos. Siempre ha sido así. A las cosas
bonitas, hay que saber esperarlas.
-Pues
yo, quiero conocerlos.
Así
de enfadada me quedé y para colmo, yo, que tenía convencido a mi hermano, que
me iba a ayudar a descubrirlos, empezó a dudar.
Llegó
la noche y yo, a pesar de las recomendaciones de mis padres, me
había propuesto no dormir.
Mi
hermano se había dormido y me había quedado sola, espiando cualquier ruido o
luz extraña en la noche, metida en la cama, tapadita, calladita, pero con los
ojos y los oídos bien abiertos, por si acaso, porque algún ruido tenían que
hacer y además y como siempre, les habíamos dejado, los zapatos bien limpios,
naranjas para los camellos y leche con galletas (unas muy ricas que hace mi
mamá con la nata de la leche), ¡algún ruido tenían que hacer, porque seguro que
se lo comían todo!
Después
de mucho y mucho más rato, oí un ruido, pequeño, ¡estaban hablando en voz
bajita! ¡Los iba a pillar y a conocerlos!
Me
levanté de la cama, intenté despertar a mi hermano, que me mandó a paseo y me
dijo, que como por mi culpa él, se quedara sin regalo me iba yo a acordar
durante el resto de mi vida. Se arrebujó en su cama y siguió
durmiendo.
Salí
despacito de la habitación, descalza, sin más ropa que mi pijama sentí frío,
pero seguí adelante.
Fui
andando. Por debajo de la puerta cerrada del cuarto de estar vi
luz ¡Allí estaban comiéndose la leche con las
galletas! Me fui acercándome despacito, emocionada y
helada de frío, hasta que oigo:
-¿Quién
anda ahí?
Un
vozarrón se oyó en el silencio de la noche. ¡Me habían descubierto,
nos íbamos a quedar sin regalos, mi hermano se iba a enfadar conmigo! y empezaba
a caer moquita por mi nariz helada. ¡Menudo éxito había tenido mi
aventura!
Decidí
dar media vuelta y volver a mi cama, tenia suficiente con haberme resfriado y
no quería más problemas. Al entrar en el dormitorio vi como dormía
mi hermano en su cama, al lado de la mía, Yo estaba helada de frío,
asustada, cogí su mano, en la oscuridad de la noche y me dormí.
A
la mañana siguiente, mi hermano me despertó exaltado.
-Despiertaaaaa
que los Reyes Magos nos han dejado regalooooos
Yo,
aún con sueño, resfriada y un poco temerosa me levanté. Fui con mi
hermano a ver los regalos. Nada más verme, mi mamá me tocó la
frente, me puso el termómetro y me dio el jarabe de los catarros ¡me había
enfriado!
Los
regalos estaban bien, pero yo no conseguí terminar mi plan. Y ahora
vuelve otra vez la Navidad, sigo sin saber nada más sobre los Reyes Magos,
mi hermano me ha preguntado que si quiero este año otro resfriado, que no os he
contado que, cuando se lo propone, es muy gracioso.
No
sé lo que voy hacer, la noche antes de que vengan los Reyes Magos pero, os
deseo que tengáis una Feliz Navidad.
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