BRENNO Y LA EFESIA TRAIDORA #ambición #leyendas #grecia #lecturajuvenil
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Cuando Brenno, al frente de los galos, se lanzó a la conquista de Europa oriental y el Asia Menor, llegó a las puertas de Éfeso. Hasta allí había llegado atraído por la fama de las grandes riquezas que se decía que existían en el tesoro del templo. Este tesoro había alimentado la codicia de todos los guerreros que seguían a Brenno.
El ejército galo avanzaba como un torrente desbordado y llegó al fin a la ciudad sagrada. Pero en vez de lanzarse al asalto contra las murallas, se detuvieron sin decidirse a atacar. Temían encontrar una resistencia superior a la que habían tenido en otras ciudades. Además, la voz de la fama había expandido que Éfeso no solamente estaba defendida por poderosas fortificaciones, sino que además estaba protegida por una potencia sobrenatural que tendía mil trampas a los que osaran atacarla. Los galos, indecisos, esperaban sin moverse de sus campamentos.
En una cabalgata de descubierta, Brenno encontró en un pozo a una bella muchacha efesia, la cual no mostró ningún temor al hallarse frente al rudo y temido guerrero galo, sino que le ofreció agua de sus cántaros. Brenno se sintió atraído por la joven y le pidió que saliera más veces para encontrarse con él. Ella, tan coqueta como bella, no rechazó la petición del galo, sino que le prometió que volvería todas las mañanas.
Así lo hizo y pronto cedió a los deseos amorosos de Brenno. Éste, no solamente tenía un interés amoroso, sino que deseaba obtener algunos datos sobre la defensa de la ciudad, e intentó convencer a la muchacha de que le sirviera de espía. Ella, después de dudar, aceptó; pero con la condición de que en premio de sus informes recibiría ricos presentes. Brenno lo prometió, y ella insistió más. Pidió que cuando la ciudad fuera conquistada, ella habría de recibir todos los collares de oro que los soldados galos robasen a las mujeres efesias. Brenno también aceptó.
La muchacha, entonces, empezó una hábil labor de intriga. Hizo creer a sus compatriotas que los galos habían llegado muy cansados de sus expediciones anteriores y del largo camino recorrido desde su patria natal. Así logro que se desguarneciesen algunos puntos de las murallas. Después sedujo a uno de los jefes, el cual le explicó que la supuesta fortaleza de la ciudad no era más que una leyenda, y le enseñó los puntos débiles por los que podían irrumpir los atacantes. Éstos informes iba transmitiéndolos a Brenno, el cual, cuando creyó oportuno, dispuso el asalto.
Como los copos de una nevada que arrastra el viento baten los campos, así cayeron los galos sobre Éfeso. Los defensores se vieron arrollados por los feroces guerreros y huyeron desconcertados, porque creían que, según los informes falsos de la muchacha, los enemigos eran menores en número y fuerza. Así cayó Éfeso y los galos saquearon el templo, los palacios y las casas de los habitantes.
La joven que con su traición, había hecho posible la victoria, se presentó a Brenno. Éste había concebido un odio y desprecio grande hacia ella, ya que había visto a los bravos defensores vencidos, no por la fuerza, sino por la traición. Le contestó que tendría lo que había pedido.
Cuando el saqueo cesó, reunió a sus tropas en una explanada y dijo a la muchacha:
-Siéntate en el trono que voy a preparar para ti y mis soldados pasarán delante de ti entregándote los collares de oro que hayan robado.
Mandó traer un lujoso sitial y allí se colocó la coqueta doncella, llena de alegría. Brenno volvió a sus soldados y les dijo:
-Hemos triunfado; pero ha sido por la traición de la mujer que veis allí, en el trono. Ella ha traicionado a su pías y merece el desprecio de nosotros, guerreros nobles. Ahora recibirá su castigo.
Y dio las órdenes para que se cumpliera su condena.
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Cada uno de los soldados fue pasando por delante de la traidora y le echaba el collar de oro que había robado. La muchacha, al principio, tuvo una gran alegría, se veía dueña de riquezas innumerables. Pronto los collares fueron formando un montón, que terminó por cubrirla.
Ella quiso libertarse de la carga, diciendo:
-¡Es bastante! ¡No quiero más collares!
Pero seguían pasando los soldados y echando pesados collares, hasta que el montón, creciendo en altura y peso, terminó por aplastar a la infiel, que murió por la abundancia de esas joyas que ella había amado tanto, hasta el punto de no vacilar en traicionar a su ciudad y ser la causa de la ruina de sus compatriotas.
Después, Brenno marchó con sus tropas, dejando en medio de la llanura el montón de collares de oro bajo el cual yacía destrozada la traidora efesia.
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