Un pequeño lechón vivía en una manada de puercos, pero indignado de que lo menospreciaran, andaba entre sus compañeros echando bravatas, gruñendo y enseñando sus colmillos, pensando de esta manera espantarlos a todos, pero lleno de enojo al ver que no hacían caso de él, determinó salir de allí y cambiar de domicilio.
Se fue por la montaña y vino a parar a una manada de corderos. Allí empezó a gruñir y a enseñar sus dientes. Al verlo los corderos empezaron a huir atemorizados. El lechón, creyendo que le temían y respetaban, se decidió a quedarse allí,
Al cabo de algunos días vino un lobo, y viéndole los corderos se escaparon por entre las peñas; pero el lechón pensando que los corderos le defenderían, no quiso huir, y así le pilló el lobo y se lo llevó: corriendo con él, pasó por casualidad por la manada de puercos de donde se había salido el lechón que, viéndolos, les pedía socorro a grandes voces.
Conociéndole los puercos, se levantaron al instante y embistieron al lobo, y pudieron librar a su compañero del peligro en que se hallaba. Entonces el lechón, al verse libre en medio de ellos, lleno de dolor y de vergüenza dijo:
-Ahora conozco lo mal que hice, pues si no hubiera salido de entre los míos, no me hubiera sucedido esta desgracia.
En las adversidades y desgracias, siempre es bueno estar cerca de los amigos y familia.
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