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¿DÓNDE ESTÁN LOS LIBROS? #desaparición #infancia #investigar #cuentosinfantiles #niños



Imagen de k9arteu en Pixabay 





Zar es un perro mestizo, su padre es un Golden Terrier y su madre es Pastor Alemán.  Él ha sacado características de los dos, como es normal, pero tiene una tierna mirada, que solo es suya y aunque no lo sabe todavía, ha conquistado el corazón de su joven amo David.

Lo suyo ha sido un cariño instantáneo.  Sólo necesitaron mirarse un momento, para saber que iban a quererse siempre, que siempre estarían, uno al lado del otro, incondicionalmente, leales el uno al otro.

A David le han gustado siempre los animales.  Hay niños a los que les gusta el video juego, pero a 

David no, por eso le dicen que es raro, que a todos los demás niños le gustan menos a él, cosa que no 

es cierta.  Hay muchos niños a los que no les gusta estar todo el día sentados, jugando a 

los vídeos juegos, que prefieren pasar su tiempo libre jugando con los amigos, haciendo deporte, 

leyendo un libro…  Definitivamente, repartiendo el tiempo libre, entre muchas cosas divertidas, que 

también existen, con otros niños y niñas, que están esperando conocerles.




Lo que pasa es, que a veces, decir nuestra opinión, cuando no concuerda con la que tienen otros, nos da un poco de apuro y nos callamos o decimos lo que creemos, que los demás esperan que digamos, y no, hay que ser fiel a nuestras ideas.

El único cuidado que debemos tener a la hora de expresar lo que pensamos o sentimos, es no herir a los demás.

David, aunque hubiera quien pensara que es raro, no lo es, simplemente hay muchas cosas diferentes que le gusta hacer en su tiempo libre, lo dice y lo hace siempre que puede.


Desde que sus papás le regalaron a su perrito Zar, David disfruta de su afición por los animales, que tanto le gustan. 

Bueno, todos los animales no.  No soporta a las arañas, no puede con ellas y no sabe por qué, solo sabe que es verlas y sentir un escalofrío espeluznante, recorriendo su piel de la punta de los dedos de los pies, hasta el último pelo de su cabeza, pero como el resto de los animales le gustan, tampoco le importa demasiado.

Cuando le regalaron a Zar, David no acababa de creerlo. ¡Tenía un perrito!  Lo cuidaba, mimaba, a 

veces le corrige cuando hace algo incorrecto, (su mamá y su papá le dicen que tiene 

que corregirlo siempre que sea necesario) le sacaba de paseo cuando acababa sus tareas del cole… en 

fin, cumplía con todas las obligaciones que le habían asignado, en el cuidado de su mascota.




En uno de sus paseos, en los que va con sus padres y su perro por la ciudad, andando, andando, sujetando a Zar  que corre detrás de todo lo que ve moverse, porque como es un cachorro solo quiere jugar y quiere hacerlo con las hojas de los rosales, que se van preparando, esperando la llegada de la primavera, formando pequeños capullos y si se encuentra con otros perros ya es un alboroto  espectacular, todos los perros ladrando y jugando.  Cuando esto ocurre, David tiene que ponerse serio, porque si no, Zar no seguiría dando su paseo y allí se quedaría, jugando eternamente.



  La hierba crece verde por las recientes lluvias.  Los pájaros trinan alegres, diciendo adiós al invierno.

Es una delicia pasear por el parque.  Cuando el buen tiempo se acerca, en un rincón del parque, hay un músico que ensaya muchas tardes.



La gente que pasea cerca, o que oye su música se aproxima a escucharle.  Poco a poco, van sentándose los paseantes haciendo un alto en su camino, alrededor del músico.  Unos en los bancos cercanos, otros en el césped, otros, simplemente se paran a escucharle.

Lo que, en un principio es un ensayo solitario, acaba convirtiéndose en un concierto.

Zar para quieto muy poco tiempo y David, nunca puede escuchar el ensayo del músico en su totalidad, pero le resulta agradable escucharle mientras pasea.

En un lado del parque, está la biblioteca del barrio.  Durante todo el año, hacen actividades para incitar a los niños a la lectura.  David, al igual que otros muchos niños, participa siempre que puede. 


Una vez suspendieron un “cuenta-cuentos”, porque los niños no paraban de correr y dar gritos, 

mientras una mamá intentaba leer un cuento a los niños que estaban allí. 

David se enfadó aquel día, porque a él, antes de entrar, su mamá le repetía siempre que debía portarse bien, en silencio, para escuchar el cuento, levantando la mano cuando necesitara cualquier cosa, pero sin alborotar, que en la biblioteca, hay mucha gente que va a estudiar y se debe estar en silencio, que hay que respetar a los demás.

Aquellos niños que se habían portado tan mal, consiguieron suprimir el acto, se fueron todos a la

 calle porque les echaron a todos y todos, se quedaron sin escuchar el cuento.

Sus padres han ido a buscarle al colegio con Zar.  Mientras come su merienda, van camino de la

 biblioteca.

Parecía que solo David escuchaba los consejos de su mamá y eso no es verdad.

 A veces, cuando los niños tienen muchas ganas de jugar y pocas de escuchar y de estarse quietos, solo necesitan que un niño se ponga a enredar para que los demás le sigan. 



Algo parecido le pasa a Zar, que solo necesita una pequeña brisa de aire, para ponerse a jugar con cualquier cosa que tenga cerca.

A veces cuando sale de la biblioteca, Zar está esperando a David en la puerta.  Siempre tiene un comportamiento extraño, está quieto, observando la biblioteca con atención, como si quisiera descubrir algún misterio.

Al principio, todos pensaron que extrañaba a David, cosa que a él le halagaba y alegraba.

Un día, paseando como siempre por el parque, pasaron por delante de la biblioteca, pero como era un día festivo, estaba cerrada.



Zar, se paró delante de la puerta, muy serio, después de mirar a David y a sus papás ladró y siguió andando, dejándolos extrañados, por el comportamiento del perro, pero siguieron su paseo.

David, al salir del colegio iba corriendo hasta donde le esperaba su madre siempre.  Tenía una cosa que contarle.

En la hora del recreo los niños que van como David a la biblioteca de su barrio, han comentado que por la noche, mientras duermen, sueñan con las historias que leído en sus libros.


Unos viajan a lugares lejanos, otros descubren misterios ocultos, otros, simplemente duermen felices, pero todos están contentos.

David, cuando va de paseo por el parque, ya se ha acostumbrado a ver al músico que ensaya, a los niños que leen o escuchan cuentos sentados en la hierba, pero su perro no. 

Zar, estaba acostumbrado a ver a los niños corriendo, saltando, riendo…  ¿Sentados, leyendo?  Aquello no lo había visto nunca   ¡Tantos niños quietos!



Vuelve a ser viernes ¡qué rápida ha transcurrido la semana!  David está contento porque tiene fiesta en el colegio y puede reunirse con otros niños en la biblioteca.  Hay niños de diversas culturas, razas, que han venido de otros países con sus familias, esperando una vida mejor.  Entre ellos, cuentan como es la vida en sus países, las tradiciones, los paisajes, la familia y amigos que dejaron atrás.

Hoy, aprovechando que su padre tiene fiesta en el trabajo, va a ser él, quien realice la sección del “cuenta-cuento”.


David está contento de que su padre les lea un  cuento a todos, pero también está intrigado porque su padre no le ha querido decir, que cuento va a leerles.  Dice que quiere que sea una sorpresa.

Llegando a la biblioteca, ven que hay policías.  Han precintado la puerta y no se puede entrar.  ¡Qué chasco!  ¡Con lo ilusionado que estaba David!

En la puerta de la biblioteca, había mucha gente interesados en saber qué había ocurrido.  Hasta el músico que ensayaba en el parque se había acercado.


Los padres de David preguntaron a los bibliotecarios, el por qué de tanto revuelo.  ¿Os imagináis que había pasado?  Yo voy a contároslo.

Por la mañana, habían abierto la biblioteca, como todos los días.  Antes de hacer otra cosa, daban una vuelta por las distintas salas de la biblioteca, para comprobar que estaba todo en orden y al mirar, en la sección infantil, lo vieron…

No estaban los libros  ¡Habían desaparecido todos!

Inmediatamente llamaron a la policía, que enseguida acudió a la biblioteca.  La precintaron para que nadie pudiera tocar nada y borrara cualquier pista que ayudara a la policía a encontrar al culpable de aquella fechoría y comenzaron con su investigación.

No les pudieron dar ninguna explicación más, porque nada más sabían todavía, pero de momento, como es lógico, se había suspendido el cuenta-cuentos.


Un niño, que llevaba un libro para devolverlo a la biblioteca, preguntó a los bibliotecarios que tenía que hacer con él.  Le dijeron que no se preocupara, que cuando la biblioteca estuviera abierta de nuevo, que lo llevara.

Entonces, al padre de David se le ocurrió, que les podía leer el libro a los niños que estaban allí.    Por lo menos pasarían la tarde y como hacía buen tiempo, estarían un rato en el parque.

Así lo hicieron.  Buscó el padre de David un banco cercano, se sentó y empezó a leer el libro en voz alta, con David cerquita de él. 

Los niños se fueron sentando en la hierba a escucharle y muchos padres también.

Zar aguantó poco tiempo quieto, como siempre, con lo cuál, la madre de David se lo llevó a dar un paseo, pero lo encontró un poco raro.

Zar no hacía más que husmear por todos los lados, como si encontrara algún olor que le fuera familiar, pero claro, estaban cerca de la biblioteca y Zar estaba acostumbrado al olor de los libros en su casa.

Cuando el padre de David acabó de leer el libro, estaba anocheciendo.  La policía seguía en la biblioteca buscando pistas y un sentimiento de tristeza, les fue invadiendo a todos, poco a poco, mientras iban de camino a sus casas.



¿Por qué habrán robado los libros infantiles de la biblioteca?  Nadie lo podía entender, si quien quiere leerlos solo tiene que entra y pedirlos…  Una acción horrible, como todas las malas acciones y querían que encontrara la policía al culpable.

Fueron pasando los días.  El curso había acabado, los niños tenían vacaciones en el colegio.  El calor se había hecho dueño de la calle.  Todos buscaban un poco de sombra.

El parque es un buen lugar de recreo siempre, pero con la llegada del verano, la sombra que dan los árboles se agradece enormemente.


El músico sigue ensayando, ahora a la sombra.  Los niños juegan en el parque, cuando cae la tarde, mientras los mayores aprovechan para pasear, cuando el día va dejando sitio a la noche.

Todo cambia, pero ni libros ni el culpable de su desaparición, aparecen.

En la biblioteca quedan los CDS de música, películas, pero no  hay libros para niños.

Ya no hay tertulias, a los niños no les leen cuentos y solo ven la televisión.


Por la noche, los niños no tienen bellos sueños, en los que viven apasionantes aventuras.  Sus papás no pasan un ratito leyéndoles.  Se ha acabado la magia de los cuentos.

Un día en el parque, los padres y madres de los niños que por allí estaban jugando, comentaron entre ellos, que no se había solucionado el misterio del robo de los libros infantiles de la biblioteca.

Estaban todos de acuerdo en que era una pena que todo siguiera igual y entre todos, decidieron donar a la biblioteca, los cuentos que tenían en casa, esos, que ya no leían y que estarían muy bien en las estanterías, para que los niños pudieran seguir leyéndolos.

Plataforma, Los Libros, La Colección De

Dicho y hecho.  Buscaron en sus casas los libros que ya no leían y los llevaron a la biblioteca.

Los bibliotecarios, al principio se quedaron patidifusos al ver a los padres con tantos libros infantiles, pero les causó una gran alegría.  ¡Otra vez la biblioteca tenía cuentos para los niños!
Podrían reanudar las actividades para los niños.  Podrían volver a leer cuentos  allí y ya había voluntarios para los “cuenta-cuentos”.

Todo en el parque parecía volver a la normalidad.  La naturaleza seguía hermosa, de la mano del cambio de las estaciones.  El músico seguía ensayando.  El verano seguía avanzando en su recta final.  David, continuaba con sus paseos con Zar y su familia.  Los jardineros, cortando las ramas de lo setos, el césped, pues el verano había hecho que crecieran considerablemente y… los vieron.
Escondidos en la frondosidad de los setos del parque, entre el abundante ramaje de los rosales, algunos, bastante estropeados, estaban los libros infantiles que robaron en la biblioteca.

Estanque, Jardín, Grúa, Japonés, Serena

La policía fue avisada de inmediato y rápidamente acudió al parque.

Algunos libros, fueron a la basura.  Estaban tan estropeados que fue imposible su vuelta a las estanterías de la biblioteca.  Otros, aunque tuvieron una limpieza exhaustiva, volvieron a su sitio otra vez, a la espera de que un niño quisiera leerlos de nuevo.

Libro, Friki, Gafas, Leer, Robot, Leer

La policía no pudo encontrar al culpable de la fechoría, pero los niños seguían yendo a la biblioteca, que había podido seguir con su cometido gracias a la solidaridad de la gente que había donado sus libros a la biblioteca
 y a los responsables jardineros, que avisaron a la policía al encontrar los libros robados.


Los niños, volvieron al colegio.  El verano se acababa y el nuevo curso comenzaba, los compañeros se reencontraban y los sueños aventureros, viajeros, detectivescos, románticos…  todos, acudieron al anochecer, de nuevo.

Este cuento ha sido creado y registrado por mi, su autora, M-ª Pilar Rubio 


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