¿DÓNDE ESTÁN LOS LIBROS? #desaparición #infancia #investigar #cuentosinfantiles #niños
Zar
es un perro mestizo, su padre es un Golden Terrier y su madre es
Pastor Alemán. Él ha sacado características de los dos, como
es normal, pero tiene una tierna mirada, que solo es suya y aunque no
lo sabe todavía, ha conquistado el corazón de su joven amo David.
Lo
suyo ha sido un cariño instantáneo. Sólo necesitaron mirarse
un momento, para saber que iban a quererse siempre, que siempre
estarían, uno al lado del otro, incondicionalmente, leales el uno al
otro.
A
David le han gustado siempre los animales. Hay niños a los que
les gusta el video juego, pero a
David no, por eso le dicen que es
raro, que a todos los demás niños le gustan menos a él, cosa que
no
es cierta. Hay muchos niños a los que no les gusta estar
todo el día sentados, jugando a
los vídeos juegos, que
prefieren pasar su tiempo libre jugando con los amigos, haciendo
deporte,
leyendo un libro… Definitivamente, repartiendo el
tiempo libre, entre muchas cosas divertidas, que
también existen,
con otros niños y niñas, que están esperando conocerles.
Lo que pasa es, que
a veces, decir nuestra opinión, cuando no concuerda con la que
tienen otros, nos da un poco de apuro y nos callamos o decimos lo que
creemos, que los demás esperan que digamos, y no, hay que ser fiel a
nuestras ideas.
El
único cuidado que debemos tener a la hora de expresar lo que
pensamos o sentimos, es no herir a los demás.
David,
aunque hubiera quien pensara que es raro, no lo es, simplemente hay
muchas cosas diferentes que le gusta hacer en su tiempo libre, lo
dice y lo hace siempre que puede.
Desde
que sus papás le regalaron a su perrito Zar, David disfruta de su
afición por los animales, que tanto le gustan.
Bueno,
todos los animales no. No soporta a las arañas, no puede con
ellas y no sabe por qué, solo sabe que es verlas y sentir un
escalofrío espeluznante, recorriendo su piel de la punta de los
dedos de los pies, hasta el último pelo de su cabeza, pero como el
resto de los animales le gustan, tampoco le importa demasiado.
Cuando
le regalaron a Zar, David no acababa de creerlo. ¡Tenía un
perrito! Lo cuidaba, mimaba, a
veces le corrige cuando hace
algo incorrecto, (su mamá y su papá le dicen que tiene
que corregirlo siempre
que sea necesario) le sacaba de paseo cuando acababa sus tareas
del cole… en
fin, cumplía con todas las obligaciones que le
habían asignado, en el cuidado de su mascota.
En
uno de sus paseos, en los que va con sus padres y su perro por la
ciudad, andando, andando, sujetando a Zar que corre detrás de
todo lo que ve moverse, porque como es un cachorro solo quiere jugar
y quiere hacerlo con las hojas de los rosales, que se van preparando,
esperando la llegada de la primavera, formando pequeños capullos y
si se encuentra con otros perros ya es un alboroto
espectacular, todos los perros ladrando y jugando. Cuando esto
ocurre, David tiene que ponerse serio, porque si no, Zar no seguiría
dando su paseo y allí se quedaría, jugando eternamente.
La hierba crece
verde por las recientes lluvias. Los pájaros trinan alegres,
diciendo adiós al invierno.
Es
una delicia pasear por el parque. Cuando el buen tiempo se
acerca, en un rincón del parque, hay un músico que ensaya muchas
tardes.
La
gente que pasea cerca, o que oye su música se aproxima a
escucharle. Poco a poco, van sentándose los paseantes haciendo
un alto en su camino, alrededor del músico. Unos en los bancos
cercanos, otros en el césped, otros, simplemente se paran a
escucharle.
Lo
que, en un principio es un ensayo solitario, acaba convirtiéndose en
un concierto.
Zar
para quieto muy poco tiempo y David, nunca puede escuchar el ensayo
del músico en su totalidad, pero le resulta agradable escucharle
mientras pasea.
En
un lado del parque, está la biblioteca del barrio. Durante
todo el año, hacen actividades para incitar a los niños a la
lectura. David, al igual que otros muchos niños, participa
siempre que puede.
Una
vez suspendieron un “cuenta-cuentos”,
porque los niños no paraban de correr y dar gritos,
mientras una
mamá intentaba leer un cuento a los niños que estaban allí.
David
se enfadó aquel día, porque a él, antes de entrar, su mamá le
repetía siempre que debía portarse bien, en silencio, para escuchar
el cuento, levantando la mano cuando necesitara cualquier cosa, pero
sin alborotar, que en la biblioteca, hay mucha gente que va a
estudiar y se debe estar en silencio, que hay que respetar a los
demás.
calle porque les echaron a todos y todos, se quedaron sin escuchar el cuento.
Sus padres han ido a buscarle al colegio con Zar. Mientras come su merienda, van camino de la
biblioteca.
Parecía
que solo David escuchaba los consejos de su mamá y eso no es verdad.
A
veces, cuando los niños tienen muchas ganas de jugar y pocas de
escuchar y de estarse quietos, solo necesitan que un niño se ponga a
enredar para que los demás le sigan.
Algo
parecido le pasa a Zar, que solo necesita una pequeña brisa de aire,
para ponerse a jugar con cualquier cosa que tenga cerca.
A
veces cuando sale de la biblioteca, Zar está esperando a David en la
puerta. Siempre tiene un comportamiento extraño, está quieto,
observando la biblioteca con atención, como si quisiera descubrir
algún misterio.
Al
principio, todos pensaron que extrañaba a David, cosa que a él le
halagaba y alegraba.
Un
día, paseando como siempre por el parque, pasaron por delante de la
biblioteca, pero como era un día festivo, estaba cerrada.
Zar,
se paró delante de la puerta, muy serio, después de mirar a David y
a sus papás ladró y siguió andando, dejándolos extrañados, por
el comportamiento del perro, pero siguieron su paseo.
David,
al salir del colegio iba corriendo hasta donde le esperaba su madre
siempre. Tenía una cosa que contarle.
En
la hora del recreo los niños que van como David a la biblioteca de
su barrio, han comentado que por la noche, mientras duermen, sueñan
con las historias que leído en sus libros.
Unos
viajan a lugares lejanos, otros descubren misterios ocultos, otros,
simplemente duermen felices, pero todos están contentos.
David,
cuando va de paseo por el parque, ya se ha acostumbrado a ver al
músico que ensaya, a los niños que leen o escuchan cuentos sentados
en la hierba, pero su perro no.
Zar,
estaba acostumbrado a ver a los niños corriendo, saltando, riendo…
¿Sentados, leyendo? Aquello no lo había visto nunca
¡Tantos niños quietos!
Vuelve
a ser viernes ¡qué rápida ha transcurrido la semana! David
está contento porque tiene fiesta en el colegio y puede reunirse con
otros niños en la biblioteca. Hay niños de diversas culturas,
razas, que han venido de otros países con sus familias, esperando
una vida mejor. Entre ellos, cuentan como es la vida en sus
países, las tradiciones, los paisajes, la familia y amigos que
dejaron atrás.
Hoy,
aprovechando que su padre tiene fiesta en el trabajo, va a ser él,
quien realice la sección del “cuenta-cuento”.
David
está contento de que su padre les lea un cuento a todos, pero
también está intrigado porque su padre no le ha querido decir, que
cuento va a leerles. Dice que quiere que sea una sorpresa.
Llegando
a la biblioteca, ven que hay policías. Han precintado la
puerta y no se puede entrar. ¡Qué chasco! ¡Con lo
ilusionado que estaba David!
En
la puerta de la biblioteca, había mucha gente interesados en saber
qué había ocurrido. Hasta el músico que ensayaba en el
parque se había acercado.
Los
padres de David preguntaron a los bibliotecarios, el por qué de
tanto revuelo. ¿Os imagináis que había pasado? Yo voy
a contároslo.
Por
la mañana, habían abierto la biblioteca, como todos los días.
Antes de hacer otra cosa, daban una vuelta por las distintas salas de
la biblioteca, para comprobar que estaba todo en orden y al mirar, en
la sección infantil, lo vieron…
No
estaban los libros ¡Habían desaparecido todos!
Inmediatamente
llamaron a la policía, que enseguida acudió a la biblioteca.
La precintaron para que nadie pudiera tocar nada y borrara cualquier
pista que ayudara a la policía a encontrar al culpable de aquella
fechoría y comenzaron con su investigación.
No
les pudieron dar ninguna explicación más, porque nada más sabían
todavía, pero de momento, como es lógico, se había suspendido el
cuenta-cuentos.
Un
niño, que llevaba un libro para devolverlo a la biblioteca, preguntó
a los bibliotecarios que tenía que hacer con él. Le dijeron
que no se preocupara, que cuando la biblioteca estuviera abierta de
nuevo, que lo llevara.
Entonces,
al padre de David se le ocurrió, que les podía leer el libro a los
niños que estaban allí. Por lo menos pasarían la
tarde y como hacía buen tiempo, estarían un rato en el parque.
Así
lo hicieron. Buscó el padre de David un banco cercano, se
sentó y empezó a leer el libro en voz alta, con David cerquita de
él.
Los
niños se fueron sentando en la hierba a escucharle y muchos padres
también.
Zar
aguantó poco tiempo quieto, como siempre, con lo cuál, la madre de
David se lo llevó a dar un paseo, pero lo encontró un poco raro.
Zar
no hacía más que husmear por todos los lados, como si encontrara
algún olor que le fuera familiar, pero claro, estaban cerca de la
biblioteca y Zar estaba acostumbrado al olor de los libros en su
casa.
Cuando
el padre de David acabó de leer el libro, estaba anocheciendo.
La policía seguía en la biblioteca buscando pistas y un sentimiento
de tristeza, les fue invadiendo a todos, poco a poco, mientras iban
de camino a sus casas.
¿Por
qué habrán robado los libros infantiles de la biblioteca?
Nadie lo podía entender, si quien quiere leerlos solo tiene que
entra y pedirlos… Una acción horrible, como todas las malas
acciones y querían que encontrara la policía al culpable.
Fueron
pasando los días. El curso había acabado, los niños tenían
vacaciones en el colegio. El calor se había hecho dueño de la
calle. Todos buscaban un poco de sombra.
El
parque es un buen lugar de recreo siempre, pero con la llegada del
verano, la sombra que dan los árboles se agradece enormemente.
El
músico sigue ensayando, ahora a la sombra. Los niños juegan
en el parque, cuando cae la tarde, mientras los mayores aprovechan
para pasear, cuando el día va dejando sitio a la noche.
Todo
cambia, pero ni libros ni el culpable de su desaparición, aparecen.
En
la biblioteca quedan los CDS de música, películas, pero no
hay libros para niños.
Ya
no hay tertulias, a los niños no les leen cuentos y solo ven la
televisión.
Por
la noche, los niños no tienen bellos sueños, en los que viven
apasionantes aventuras. Sus papás no pasan un ratito
leyéndoles. Se ha acabado la magia de los cuentos.
Un
día en el parque, los padres y madres de los niños que por allí
estaban jugando, comentaron entre ellos, que no se había solucionado
el misterio del robo de los libros infantiles de la biblioteca.
Estaban
todos de acuerdo en que era una pena que todo siguiera igual y entre
todos, decidieron donar a la biblioteca, los cuentos que tenían en
casa, esos, que ya no leían y que estarían muy bien en las
estanterías, para que los niños pudieran seguir leyéndolos.
Dicho
y hecho. Buscaron en sus casas los libros que ya no leían y
los llevaron a la biblioteca.
Los
bibliotecarios, al principio se quedaron patidifusos al ver a los
padres con tantos libros infantiles, pero les causó una gran
alegría. ¡Otra vez la biblioteca tenía cuentos para los
niños!
Podrían
reanudar las actividades para los niños. Podrían volver a
leer cuentos allí y ya había voluntarios para los
“cuenta-cuentos”.
Todo
en el parque parecía volver a la normalidad. La naturaleza
seguía hermosa, de la mano del cambio de las estaciones. El
músico seguía ensayando. El verano seguía avanzando en su
recta final. David, continuaba con sus paseos con Zar y su
familia. Los jardineros, cortando las ramas de lo setos, el
césped, pues el verano había hecho que crecieran considerablemente
y… los vieron.
Escondidos
en la frondosidad de los setos del parque, entre el abundante ramaje
de los rosales, algunos, bastante estropeados, estaban los libros
infantiles que robaron en la biblioteca.
La
policía fue avisada de inmediato y rápidamente acudió al parque.
Algunos
libros, fueron a la basura. Estaban tan estropeados que fue
imposible su vuelta a las estanterías de la biblioteca. Otros,
aunque tuvieron una limpieza exhaustiva, volvieron a su sitio otra
vez, a la espera de que un niño quisiera leerlos de nuevo.
La
policía no pudo encontrar al culpable de la fechoría, pero los
niños seguían yendo a la biblioteca, que había podido seguir con
su cometido gracias a la solidaridad de la gente que había donado
sus libros a la biblioteca
y
a los responsables jardineros, que avisaron a la policía al
encontrar los libros robados.
Los
niños, volvieron al colegio. El verano se acababa y el nuevo
curso comenzaba, los compañeros se reencontraban y los sueños
aventureros, viajeros, detectivescos, románticos… todos,
acudieron al anochecer, de nuevo.
Este cuento ha sido creado y registrado por mi, su autora, M-ª Pilar Rubio
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