APRENDIENDO A VOLAR #cuentosinfantiles #niños #esfuerzo #tenaz #victoria #volar
Cerca
de mi casa hay un río, cerca de su orilla, se filtra el agua del río
en la tierra formando una zona o pequeño lago que se llama Galacho,
o Meandro.
El Galacho está
cubierto de carrizo y arena.
Hay chopos, fresnos y
en la zona, donde el terreno es más alto, quebrado y estrecho, se
entremezclan con los olmos. En
la parte más baja, crece la zarzamora,
las cañas y
el mirto.
Cuando
sube el caudal del río, el Galacho se
inunda anegando la vegetación, pero cuando el nivel del agua del río
baja, la tierra queda fertilizada, para que toda la vegetación que
crece allí, lo haga fuerte y sana.
En
este pequeño Galacho, o
lago, como queráis llamarlo, cuando llega la primavera se llena
de lirios.
La nutria vive
aquí alegre, jugando, buscando peces con
que alimentarse, de vecina está la garza
imperial,
siempre buscando una anguila,
o algún lucio,
quizás encontrará a la perca,
nadando en sus aguas.
Entre
la vegetación anda algún jabalí,
quizás lo podamos ver, si nos quedamos quietos y atentos.
Cuando
las aves emigran, aquí vienen a descansar en su camino y, es tan
bonito verlas... Aquí se sienten protegidas y pueden reposar.
Si estas muy, muy atento, podrás ver volar en el cielo a las
golondrinas y otras aves, de nombres muy raros.
También
hay patos,
de nombres complicados que viven entre la espesa vegetación.
Hay
una Pata que está escondida entre las cañas, cerca del agua. Está
escondida porque tiene que cuidar de sus huevos, para que nadie se
los quite. Esta esperando que, de cada huevo salga un patito, y
ya tiene ganas de que nazcan.
El
sueño le hace dormirse. Está cansada, pues lleva mucho tiempo
dando calor a sus huevos. Solo los deja, por muy poquito tiempo, para
buscarse la comida y luego, vuelve muy deprisa al lado de sus huevos.
Bueno,
pues allí está nuestra Pata, durmiendo, cuando de pronto nota
debajo de ella algo que se rompe. Despierta sobresaltada, "¡Ah!
¿Serán mis patitos que
salen de los huevos?"
Se
aparta con cuidado y los revisa muy atentamente y ¡sí! Un
huevo empieza a romperse y asoma un piquito, luego otro, otro y
otro... Así hasta cinco patitos,
pequeñitos, que asoman sus cabezas de entre los rotos cascarones.
¡Cuánta
alegría! Se acercó la garza
imperial,
con sus largas patas y su lento caminar, por entre las cañas,
la golondrina vino
volando y trinando alegremente. La nutria que
estaba persiguiendo a los peces, vio salir a la garza del agua y
salió tras ella y ¡cinco nuevos patitos para
jugar!
Todo
era jolgorio y alboroto en el Galacho,
hasta que llega, arrastrándose lentamente don Tortugo, que era mayor
y muy sabio y les dijo que si, que mucha alegría, los patitos muy
graciosos, pero que menos ruidos, que en lo alto del cielo,
sobrevolaba el aguilucho
lagunero y
no era cuestión de que se enterara y viniera a por ellos. Se
acabó la fiesta.
Todos
bajaron las voces, no la alegría y así, bajito siguieron riéndose,
ante los nuevos habitantes del Galacho.
El
hábitat natural de un pato es
el agua, por eso, al poco de que salieran del cascarón,
los patitos fueron
metiéndose en el lago. Conforme se iban metiendo en el agua,
nadaban alegremente mientras su mamá los contemplaba desde la
orilla.
Mientras
observaba atentamente como nadaban los patitos.
Sus ojos se fijaron en uno, que luchaba con todas sus fuerzas
por llevar el ritmo de sus hermanos. El patito,
no conseguía llevar el ritmo de los demás. Movía y movía
sus patitas y no podía, además, no iba en línea recta. Iba
de un lado casi haciendo círculos.
Mamá
Pata se introdujo despacio, mientras seguía observando al patito que
no nadaba bien. Cuando llegó a su lado, lo acercó a ella con
su ala, le dio un beso y lo sacó del agua.
Mamá
Pata estaba entristecida porque pensaba que su patito,
si no podía nadar bien, iba a tener una vida muy difícil, además,
no sabía cómo podría ayudar a su patito.
Decidió ir en busca de Don Tortugo para pedirle consejo.
Al
ver al patito,
Don Tortugo pensó y pensó durante un buen rato. Volvió a
examinarlo y al final decidió su respuesta.
El
Patito iba a tener complicado, el poder nadar correctamente. Comenzó
a darle masajes en la patita que no estaba bien. Enseñó a
mamá Pata como tenía que hacerle ejercicios para intentar
corregirle la patita.
Mamá
Pata tenía ganas de llorar. Estaba muy preocupada por su
pequeño Patito. No le importaba que su patito tuviera
un problema, que no pudiera nadar bien... le preocupaba como podía
ayudarlo.
Pasaron
los días. Los patitos
crecían, la vida pasaba y mamá Pata diariamente hacía los
ejercicios con su patito,
pero no mejoraba mucho, no conseguía nadar al ritmo de los demás.
Sus hermanos estaban muy pendientes de él y aunque ellos
nadaran más deprisa, lo esperaban, pues sabían que era peligroso
que se quedara solo. Jugaban con él, pues siempre contaban con
Patito en todo lo que hacían.
Un
día, Patito nadaba con tanto ímpetu, con tantas ganas, que de
pronto echó a volar. ¡Era maravilloso volar! ¡Se
sentía libre, sin ataduras, por fin!
Había
tenido mucho miedo a aprender a volar. Pensaba, que también
tendría problemas y que no podría hacerlo. Estaba equivocado.
Tenía unas alas fuertes, había trabajado tanto, por corregir
el problema de su patita, que se había convertido en un musculoso
pato, hermoso, tenaz...
Se
sentía completo en el aire. Era fabuloso ver la tierra, la
laguna, todo el Galacho desde el cielo, era hermoso.
Mamá
Pata lloraba de alegría de ver feliz a su Patito. Los
demás patitos fueron
volando detrás de Patito. Por fin podían hacer algo juntos,
iguales, felices siempre.
Este cuento ha sido creado y registrado por mí, M.ª Pilar Rubio Martínez.
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