EL ROBO DE LA PRIMAVERA #LEYENDA #Lectura#Juvenil #América #Niños #primavera #verano #otoño #invierno

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 El invierno era largo y muy crudo.  Los lagos estaban helados y la tierra cubierta de nieve.

Esto sucedía porque un fuerte pueblo del lejano Norte tenía a las estaciones encerradas en sacos de piel de ciervo, y como le gustaba más que ninguna el invierno, lo soltaba y a veces lo dejaba hasta doce meses.

Las gentes perecían de hambre.  Hasta los más afanosos almacenadores de víveres no podían guardar bastantes en el corto verano.

Pielparda, el coyote, que estaba hambriento, pedía por todas las puertas sin encontrar quien pudiera darle nada.  Al fin, la vieja Ardilla le dio de sus frutos de rosal silvestre, pero tenía tan poco, que Pielparda se los comió todos.  La vieja Ardilla empezó a lamentarse y a gemir diciendo:

-Me moriré de hambre, pues la primavera no vendrá.

-Hay que hacer algo para traerla -dijo Pielparda-; sigue gritando hasta que vengan todos.

Cuando todos estuvieron reunidos, suspirando y gimiendo por la primavera, Pielparda pidió a Pisasuave, Tirafuerte y Forzudo, el oso gris, que le acompañaran.  Echaron a andar: y tras ellos, todos los demás.

Llegaron al pueblo que guardaba las estaciones y que estaba casi cubierto por la nieve, Pielparda dejó a los suyos escondidos detrás de una colina y siguió adelante grita con los tres compañeros elegidos.  Cuando estuvieron junto al pueblo, les dijo:

-¿Veis aquella casa grande?  Es la del jefe.  En ella están los sacos de las estaciones y la guarda una vieja que grita más fuerte que nadie.  Tú, Piesuave, toma esta bola de pez; entra sin que te sientan, acércate al fuego, como calentándote las manos y ablanda la bola.  Cuando te enteres cuál es el saco de la primavera y este blanca la pez, tapa con ella la boca de la vieja, agarra el saco y échalo fuera.  Tú, Tirafuerte, cógelo y arrójalo con toda tu fuerza por encima de la colina.  Allí estarás tú, Forzudo, que tomarás el saco y lo rasgarás.

Piesuave entró, se sentó al fuego con las manos tendidas hacia él y miró a los sacos que colgaban de los palos.

-Hace frio -dijo- ¿Dónde está la primavera?

-Sobre tu cabeza -repuso la vieja-

La pez estaba ya blanda, le tapó la boca con ella, apretándola fuertemente, y agarró el saco y lo echó fuera.  Tirafuerte lo arrojó por encima de todas las casas más allá de la colina.  Forzudo la cogió, lo desgarró y en seguida un viento templado se levantó y la nieve empezó a fundirse. Todos saltaban de alegría.  

La primavera había llegado.