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LA ESTRELLA PATINADORA #sueño #conviccion #tenaz #CuentoInfantil #Niños #infancia




Empezaba a anochecer y las primeras estrellas iban iluminando el cielo, haciéndole compañía a la Luna, que como siempre, era la primera en acudir a su cita de cada noche.

Ya estaban todas las estrellas en su sitio, iluminando a los seres vivos que había en la calle, a los animales que quedaban despiertos, a las flores y los árboles que quedaban vigilantes…


Imagen de OpenClipart-Vectors en Pixabay 

Todo estaba en su sitio y pasó de pronto, una estrella fugaz, por el cielo, dejando a su paso, una estela plateada.

Contemplándolo, en un ladito del cielo, había una pequeña estrella, regordeta y juguetona, con más cara de mala que de buena.

Al rato, la Luna que la observaba, le preguntó:

-¿Qué te pasa, Estrellita? ¿Estás bien? –Esperó una respuesta que no llegaba

- A ti, te pasa algo, pero si no me lo dices, no te puedo ayudar.


La estrellita regordeta, no estaba enferma, lo que le pasaba, es que estaba aburrida de estar siempre en el mismo sitio, viendo el mismo paisaje, noche tras noche.  Ella quería ser una estrella fugaz, volar por la noche dejando una estela plateada. 


Ella, cuando la gente miraba hacia arriba, embobada, quería que la miraran así también, mientras recorría el mundo, corriendo y corriendo.  Estrellita sabía lo que le pasaba, pero no sabía si decírselo a la Luna, o si se reiría de ella por tonta, o si  se enfadaría por atrevida.  Mejor sería estar callada.

A la noche siguiente, cuando tuvo que ocupar su sitio, lo hizo callada y compungida.  Así se pasó toda la noche, la siguiente y la otra.


Al final la Luna estaba harta de tanta tristeza, cogió a la estrellita y le dijo:

-Vamos a ver qué te pasa.  Estás todas las noches callada y triste y eso no puede seguir así.  –Estaba realmente enfadada.

-Es que… -Estrellita tenía miedo- yo quisiera… es que… no sé cómo decirlo.

-¡Dímelo ya! –la Luna había perdido la paciencia.

-Quiero ser una Estrella Fugaz –dijo, tan bajito, que casi no se le oía.



La luna, de pronto tuvo ganas de echarse a reír, pero no lo hizo.

-Bueno.  Mañana, a la hora de ir a trabajar, pasas primero por aquí y te daré las instrucciones necesarias –ordenó la Luna poniéndose seria.



Estrellita se puso tan contenta.  Estuvo toda la noche pensando en los lugares que iba a conocer, en todo lo que iba a correr por el cielo, toda la noche, sin parar.


A la noche siguiente, llego la primera a su puesto, espero pacientemente (ja ja, no me lo creo ni yo) a ver a la Luna.  La luna, al ver a Estrellita ansiosa, mirándola, esperando, sonrió:

-Ven Estrellita, tengo algo para ti –le dijo.

-¿Qué cosa es ? -llegó corriendo Estrellita-  Yo, ya estoy dispuesta.

-Acércate.  Tengo unos patines para que te los pongas.  Con ellos correrás por el cielo.  Los vas a tener  que llevar siete días. Al finalizarlos, nos volveremos a encontrar aquí y ya me dirás, si quieres seguir con ellos, o si vuelves a tu puesto de siempre.


Pasó la primera noche como un suspiro.  Eran maravillosas todas las cosas que veía, aunque fuera corriendo, mientras todos dormían  en la Tierra, ella los contemplaba.  Todos los lugares que vio le gustaron, vio que la Tierra es hermosa.   La segunda también pero, los patines corrían mucho y le hubiera gustado detenerse a contemplar más despacito, los lugares que había visto la noche anterior, pero los patines no le dejaban ir más despacio y mucho menos detenerse nunca. 

La tercera noche, se alegró, cuando el sol amanecía, anunciándole que ella tenía que descansar.  La cuarta noche, no le apetecía ya tanto el ponerse los patines.  La quinta noche, pensó que ya había visto todo lo que quería ver.  La sexta noche, deseó que fuera la última pero, le quedaba la séptima. Al terminar la séptima noche, fue a ver a la luna.


-¿Qué tal te ha ido con los patines? –Le preguntó la Luna al verla-  No te esperaba hasta mañana.

-¡Oh, es igual!  Es que, a lo mejor mañana, quiere ir otra estrella con los patines y ya los tiene aquí preparados. Corren muy bien, se ven muchas cosas, todas bonitas, pero…



-Pero te has cansado ¿verdad? –Le dijo la luna-  Es cansado estar siempre corriendo de un lugar a otro, por todo el firmamento, sin poder detenerse nunca, en ningún momento.  Vale para unos días, pero no para siempre.  Anda, quítate los patines y mañana puedes volver a tu sitio.  ¿Quieres?

-¡Oh si Luna!  -respondió Estrellita aliviada-  Me ha gustado mucho, me lo he pasado muy bien por todo, las gentes, lugares, todo lo nuevo que yo no conocía y que tanta ilusión me hacía conseguir hacerlo, pero gracias por dejarme volver a mí sitio, después de haber realizado mi ilusión.



A la noche siguiente, Estrellita fue a su antiguo puesto.  Estaba feliz de volver a su sitio de siempre, en su rinconcito del cielo.  Volvió a ver el paisaje nocturno de cada noche, que ahora le parecía nuevo y recordó feliz, todos los paisajes que había conocido y sonrió, porque la felicidad se siente a base de momentos en que se consigue algo, que se ha deseado con el corazón.





Este cuento ha sido creado y registrado por mí, M.ª Pilar Rubio Martínez



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