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EL BARCO VOLADOR #LeyendasDel#Mundo #Lectura#Juvenil #Rusia #aventura #fantasia#ingenio #recompensa

 

Imagen de Igor Lukin en Pixabay 


En la bendita tierra de Rusia vivía una vez un matrimonio que tenía tres hijos.  Los dos mayores, como eran muy listos, se veían mimados y atendidos por sus padres, mientras que al menor, como era tonto, le maltrataban a menudo y no cesaban de quejarse de su estupidez.

Un buen día llegó al pueblo una proclama del Zar, en la que se decía:

"El que construya un barco que vuele recibirá por esposa a mi hija la Zarina."

En cuanto supieron esto los dos mayores, decidieron abandonar a sus padres para correr mundo en busca del barco volador.

Poco después, el más pequeño decidió hacer lo mismo, si bien hubo de vencer la oposición de sus padres, que aseguraban que un tonto no podría triunfar en ninguna empresa.  Pero el muchacho, animoso, preparó un modesto equipaje y fue en busca del barco volador.

Había andado ya un buen trecho, cuando encontró un viejo, que le sonrió muy amable, preguntándole adónde iba.

-¿No se ha enterado usted -dijo el tonto- que el Zar ha prometido entregar su hija al que le lleve un barco que vuele?

-Pero eso es muy difícil -contestó el viejo-.  ¡Sabe Dios dónde lo encontrarás!

-Confío en Dios -respondió el muchacho, muy animoso.

El viejo propuso que se sentara con el a descansar un rato.  El muchacho, obediente, así lo hizo, y con él poco alimento que llevaba.

Al despedirse, el viejo le dijo:

-Atraviesa el bosque, y cuando encuentres el último árbol, da tres vueltas a su alrededor, golpéalo con tu hacha, túmbate a dormir bajo su sombra, y procura no abrir los ojos hasta que no se te despierte.  Entonces encontrarás a tu lado un barco volador.  Móntate en él y vuela hacia donde gustes, pero no olvides de recoger a los hombres que vayas viendo por donde pases.



El chico, obediente, dio las gracias al viejo y echó a andar hacia el bosque.  Al fin encontró un árbol solitario en los linderos del bosque.  Dio tres vueltas a su alrededor, le lanzó un fuerte hachazo y se echó a dormir a su sombra.  Al poco rato notó que alguien le despertaba.  Abrió los ojos y encontró ante él un barco con alas.  El muchacho se subió a él, y en seguida salió volando el barco.  Volaron y volaron, hasta que abajo, en el camino, el tonto vio a un hombre tumbado en tierra, que parecía escuchar con el oído pegado al suelo.


Al preguntarle el joven qué hacía, el hombre contestó:

-Estoy escuchando todo lo que pasa en el mundo.


Le invitó a subir al barco, y el hombre aceptó gustoso.

Llevaban un rato volando cuando encontraron a un hombre que andaba con una sola pierna, ya que la otra la tenía atada al cuello.

-¿Por qué camina usted a la pata coja?  -le preguntó el muchacho.

El hombre contestó que si empleaba la otra pierna, de un solo paso atravesaría el mundo.

-¿Le gustaría subir con nosotros?  -inquirió el chico.

El hombre satisfecho, subió al barco y echaron a volar.

Apenas se habían elevado un poco cuando vieron a un hombre que apuntaba con su fusil al cielo, como si fuese a cazar algo; pero se extrañaron al apreciar que no volaba por allí pájaro alguno.

-Apunto -dijo el hombre- a un pájaro que se halla distante muchas leguas de aquí.  Yo puedo acertar a cualquier pájaro o animal, por muy lejos que esté.



Al ser invitado a subir, contesto:

-Sobre este barco volador podré cazar muy bien.

Y subió, contento con el hallazgo.

No habían volado mucho, cuando vieron tres hombres que caminaban.  Al aproximarse a ellos, pudieron distinguir que uno estaba cargado con un gran zurrón de panes al hombro; otro, con un montón de leña, y un tercero, con un gran saco de paja.



Preguntándoles adonde iban, contestó el primero:

-Voy en busca de algo que comer, pues todo este pan que llevo a la espalda no sirve más que para saciar un poco de mi apetito.

El segundo dijo:

-Llevo este hato de leña para encenderlo, pues es una madera misteriosa de la que se podría sacar todo un ejército.

Y el tercero respondió:

-Yo voy al pueblo con este saco de paja, que está encantada.  Si se la esparce en un día caluroso, tiene poder para cambiarlo en el más frío que se pueda imaginar.

Admirado por estas extrañas respuestas, el muchacho los invitó a subir, y ellos, muy contentos, aceptaron.



El barco echó a volar con gran ligereza, como si nada pesasen los hombres que llevaba.  Iban a lo largo de la costa,  cuando divisaron un gran palacio.  Era, sin duda, el palacio del Zar.  El soberano estaba comiendo, y se quedó admirado al ver por la ventana un barco que volaba.  Envió a un criado a ver de qué se trataba y pronto supo que lo montaba un mujik (campesino que no tiene tierras) y algunos compañeros.

El Zar, al conocer el origen del muchacho, no le agradó entregarle a su hija por esposa, como había prometido.   Para dar largas al asunto, le advirtió que no se casaría con la Zarina si antes de dos horas no le traía el agua maravillosa que canta.

Al saber esta condición, el joven se desesperanzó.  Entonces, uno de sus acompañantes, el hombre de la pierna atada al cuello, se la desató y le prometió traerle el agua maravillosa.

De dos zancadas llegó al remoto país del agua que canta; mas como estaba fatigado, se quedó dormido bajo un árbol.

El hombre que oía todo lo que ocurría en el mundo, oyó dos ronquidos, e hizo saber al muchacho que su compañero se había dormido y no llegaría a tiempo con el agua maravillosa.  Entonces el hombre del fusil apuntó a la copa del árbol bajo el que dormía su camarada, y disparó, logrando despertarle.



Gracias a esto, el hombre de las grandes zancadas pronto apareció con el agua maravillosa, y en el plazo señalado pudo ser entregada al Zar.  Éste, maravillado, mas no queriendo cumplir su promesa, le exigió una nueva condición: debería comerse veinte bueyes asados y veinte tortas de pan.

-No podría comer de una vez un solo buey, y me exige que coma veinte, es imposible -dijo acongojando el joven.

El hombre del saco de pan, que tenía un hambre insaciable, le dijo:

-No te preocupes, yo me comeré todo eso, y no me quedaré harto.

Así lo hizo, y el Zar quedó maravillado ante esta nueva proeza.

El soberano, entonces, ordenó al mujik que se preparara para la boda.  Lo primero que debería hacer era tomar un baño,  Se le preparó tan caliente, que hubiera muerto abrasado, a no ser por la intervención de su compañero, el hombre del saco de paja, que echó unas briznas al baño y logró bajar la temperatura.

Ya estaba dispuesto el mozo, cuando recibió una nueva orden, si no presentaba un gran ejército, no se celebraría la boda.  En una noche, el hombre del hato de leña formó un ejército con su maravillosa carga.

Al día siguiente, los acompañantes del campesino, indignados por tantas exigencias por parte del Zar, le aconsejaron que con aquel magnífico ejercito amenazara al Zar, y le obligara a entregarle en el acto a su hija.  El mujik así lo hizo, y pronto consiguió lo que quería, pues el Zar, al ver aquel poderosísimo ejército, no tuvo más remedio que ceder.



Las bodas fueron alegres y ostentosas.  El muchacho obsequió a sus compañeros de viaje, que tanto le habían ayudado, y éstos se despidieron, deseándole mucha felicidad.

El joven, que hasta entonces había tenido un carácter apocado y falto de viveza, adquirió un gran ingenio.  Sus riquísimos trajes le dieron un bello aspecto, y su esposa la Zarina vivió muchos años felices junto a él.





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