PULGARCITA #CuentosInfantiles #Andersen #Niños #Cuentospopulares
Erase una mujer que anhelaba tener un niño y consultó con una vecina que tenía fama de hechicera.
-Eso es muy fácil -dijo la vecina con fama de ser hechicera-. Planta un grano de cebada en una maceta y verás que maravilla resulta.
Obedeció la mujer y brotó en seguida una flor grande y espléndida parecida a un tulipán. Era tan hermosa que la mujer la besó e inmediatamente los pétalos se abrieron, dejando ver en su interior a una niña pequeñísima, linda y gentil, no más alta que un dedo pulgar, y por ello la llamaron Pulgarcita.
La cuna de la niña era una cáscara de nuez. Una noche, mientras la niña dormía, un sapo saltó al interior de la habitación a través del cristal roto de la ventana. Al ver a Pulgarcita, se dijo:
-¡Sería una bonita esposa para mi hijo!
Y cargando con la cáscara de nuez, saltó al jardín por el mismo cristal roto y fue hasta el cenagal donde vivía con su hijo. ¡Uf, qué feo y asqueroso era el bicho!
-Croac, croac, croac... -fue todo lo que supo decir al ver a la niñita en la cáscara de nuez.
-No grites, que vas a despertarla -le dijo su padre-. por cierto, voy a poner su cuna sobre una hoja de nenúfar para que no pueda escapar.
Ya era de día cuando despertó la pequeña. Al ver dónde estaba, rompió a llorar amargamente. Y para colmo de sustos, el viejo sapo apareció a su lado, llevando con él, al espantoso sapito.
-Aquí tienes a mi apuesto hijo, que será tu marido. Ahora vamos a arreglar vuestra nueva casa.
Entre el sapo y el sapito se llevaron la cuna y Pulgarcita, se quedó sola sobre la hoja de nenúfar.
Una mariposa blanca, que andaba revoloteando por los contornos, vino a posarse en la hoja. Pulgarcita, que era muy lista, vio su ocasión para escapar de los sapos; se desató el cinturón y ató un extremo en torno a la mariposa y el otro a la hoja. Así navegó velozmente, como en el barco más marinero.
Pero he aquí que pasó volando un gran abejorro y, prendado de la niñita, se apoderó de ella y la depositó sobre un árbol, mientras el nenúfar continuaba navegando impulsado por la mariposa.
-¡Qué horror!- exclamó la niñita.- Lo que más siento es que la pobre mariposa no podrá soltarse de la barquilla y morirá de hambre.
Muy pronto se encontró rodeada de todos los abejorros que vivían en el árbol. Las abejorras, muertas de envidia, empezaron a criticarla diciendo que era horrible porque no tenía antenas. El abejorro que la había raptado, aunque en un principio se sintió prendado de ella, pensó que no podía cargar con una esposa que todos desdeñaban y se fue a ponerla sobre una rosa.
La pobre Pulgarcita pasó todo el verano en el inmenso bosque, pero llegó el otoño y luego el largo invierno, y todos los pájaros que habían cantado para ella se fueron, dejándola sola. ¡Cómo tiritaba de frío!
Tuvo que envolverse en una hoja seca y buscar refugio. Finalmente lo encontró, en la casita del ratón de campo, que era muy abrigada. El ratón la acogió con cariño, le proporcionó alimento y, a cambio, ella limpiaba su casita.
¡Ay! aquella noche vino de visita el topo, y tanto le gustó la voz de Pulgarcita que se enamoró de ella. La casa del topo estaba comunicada con la del ratón por un corredor y allí encontró la niñita a una golondrina, muerta a causa del frío.
Pulgarcita la besó y luego la envolvió en algodón, pensando que quizá fuera una de las que en el verano cantaron para ella. Pero la avecilla no estaba muerta y su corazón empezó a latir, reanimado por el calor.
A la noche siguiente, Pulgarcita fue a ver a su protegida y, durante todo el invierno, a escondidas del topo y del ratón, le estuvo llevando alimentos y proporcionando abrigo y cobijo. Al llegar la primavera, la golondrina habló de marcharse y le dijo a la niñita:
-Ven conmigo, te llevaré sobre mis alas..
-No puedo -dijo la niñita-, le dolería mucho al ratón que tan bueno ha sido conmigo.
Ahora los trigos estaban creciendo y podía salir a tomar el sol. El ratón le dijo:
-Tienes que ocuparte de preparar tu equipo y, cuando esté listo, te casarás con el topo
Al llegar el otoño, a fuerza de hilar y coser, tenía listo su ajuar, pero le horrorizaba casarse ya que no podía soportar al topo.
Llegó el día de la boda y Pulgarcita, con lágrimas en los ojos, se despidió del sol, al que no volvería a ver.
Y entonces, un sonido familiar llegó a sus oídos.
-¡Quivit! ¡Quivit!
Era la golondrina, que paseaba volando. Ella le contó que iba a casarse con el topo y que se sentía muy desdichada.
-Se acerca el frío invierno -dijo la golondrina- y me marcho a países más cálidos ¿Quieres venir conmigo? ¡Súbete a mi espalda y átate con el cinturón! ¡Ven conmigo, mi querida salvadora!
-¡Sí, voy contigo! -respondió Pulgarcita.
Y emprendieron el vuelo por encima de bosques y mares. Llegaron por fin a tierras cálidas, donde el sol brilla esplendoroso, hasta detenerse en un bosquecillo, junto a un lago azul. Un precioso palacio de mármol blanco se levantaba allí.
La golondrina depositó a Pulgarcita en el cáliz de una flor. ¡Qué sorpresa! Sentado cómodamente se hallaba un hombrecillo transparente, hecho como de cristal, que llevaba una corona de oro. No era mayor que Pulgarcita y a ella le pareció el ser más hermoso que había visto.
Aquel personajillo era un príncipe, y tan bella y dulce le pareció Pulgarcita, que se enamoró al instante.
-Soy el príncipe de las flores -le dijo él-, ¿quieres casarte conmigo?
Pensó Pulgarcita en el horrible sapo y en el espantoso topo, sus dos únicos pretendientes hasta entonces, y aceptó encantada.
Inmediatamente de cada flor, salió una dama y un caballero, semejantes a su principito, pero no tan hermosos, y le ofrecieron aromas exquisitos y unas alas blancas para que pudiera volar cuando le apeteciera.
-En adelante, no te llamarás Pulgarcita, sino Maya -le dijo a la niña el apuesto príncipe-, porque mereces el nombre más bonito.
-¡Adiós, adiós! -cantó de nuevo la golondrina, emprendiendo el vuelo hacia el lugar donde tenía su nidito.
La linda niña le arrojó un beso, pues a la golondrina debía su dicha.
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