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LA CAJA DE YESCA #CUENTOSPOPULARES #CUENTOSINFANTILES #ANDERSEN #NIÑOS

 


Imagen de Luc Mahler en Pixabay

Un soldado que había sido licenciado, retornaba a su casa cantando una canción de cuartel, cuando se le presentó en el camino una feísima mujer, que le dijo:

-¡Buenas tardes, soldado!  ¿Quieres ser rico?  Pues métete dentro de ese tronco hueco y cuando hayas bajado al fondo, verás las puertas de tres habitaciones.  En la primera hay un perro con ojos como platos. encima de un cofre lleno de monedas de cobre.  No te hará nada si le colocas encima mi delantal de cuadritos, y podrás coger cuanto desees.  En la segunda, verás un perro con ojos como ruedas de molino encima de un cofre lleno de monedas de plata.  Ponlo sobre mi delantal y coge lo que quieras; y por fin, llegarás a la tercera habitación, defendida por un perro con ojos como torres, al que podrás inutilizar igual que a los demás, y tomar todas las monedas de oro que gustes.

-¿Y tú? -exclamó el soldado-, ¿no quieres dinero?

-Me contento con una caja de yesca que hay sobre una mesita.  Tráemela.


Imagen de Jazella en Pixabay 


El soldado accedió y todo se desarrolló como la vieja había dicho.  Pensando que con el oro se conseguiría todo, el soldado llenó los bolsillos con las monedas, más una bolsita.  Cogió la caja de yesca y se la enseñó a la bruja al tiempo que le preguntaba:

-¿Y para qué quieres esa caja de yesca?

-No puedo decírtelo -contestó la vieja.

-Pues si no me lo dices, no te la daré nunca.

La bruja se enfureció tanto que le dio un ataque y se murió.



Nuestro amigo continuó adelante y llegó a una hermosa ciudad, que era la capital del reino.  Hizo allí bastantes amigos, que le mostraron la ciudad y le hablaron de una princesa que era bellísima.  El soldado sintió curiosidad por conocerla, pero le dijeron que era imposible ya que jamás salía del castillo en el que estaba confinada.

Nuestro protagonista mantuvo una vida divertida, gastando las monedas que había obtenido del árbol.  Hasta que un día tuvo la triste evidencia de que no le quedaba ninguna.  Quedó pobre nuevamente y por su indigencia tuvo que verse obligado a ocupar una buhardilla modesta, en la cual hubo una noche que ni tuvo una cerilla para encender la luz.  Se acordó de la caja de yesca, la sacó dio un golpe en el eslabón, y al momento se le presentó a su lado el perro de los ojos como platos, el cual le dijo:

-¿Qué pide mi amo?

-Tráeme algún dinero -contestó el soldado, comprendiendo al momento que si golpeaba una vez sobre el pedernal, acudiría el perro de los ojos como platos; si pegaba dos, el de los ojos como ruedas de molino; y si pegaba tres, el de los ojos como torres.

Imagen de Jose R. Cabello en Pixabay 


Llamó tres veces y acudió el más grande de los perros, al cual ordenó:

-Tráeme de inmediato a la princesa encastillada, pues deseo conocerla.

No habían pasado cinco minutos, cuando volvió el perro, con una lindísima princesa dormida sobre su lomo.  El soldado, turulato ante la belleza, quedó además prendado vivamente de ella.  Pero el perro la devolvió a su castillo y, al día siguiente, dijo la princesa a su padre:

-Papá; he soñado que un enorme perro me llevaba sobre su lomo y que un soldado me daba un beso en la frente.



El rey nada dijo, pero ordenó a una dama que vigilara y, al llegar la noche, cuando el perro salía con la princesa sobre su lomo, la dama le siguió y marcó con una cruz la puerta del soldado.  A la mañana siguiente llegaron muchos guardias y detuvieron a nuestro protagonista, diciendo:

-¡Date preso, en el nombre del rey!




Le encerraron en un oscuro calabozo, asegurándole que aquella misma noche sería ahorcado.  El soldado se desesperaba por su infortunio; pero en eso se acordó de la caja de yesca que llevaba en el bolsillo y se tranquilizó.  Cuando ya le iban a colgar, dijo al rey:

-¿Me concedéis la gracia de fumar mi pipa por última vez?

El soberano accedió y el soldado pegó seis veces sobre el pedernal, presentándose en el acto los tres perros.

-¡No dejéis que me ahorquen! -gritó el soldado a sus perros.

Los animales comenzaron a morder al rey y a sus cortesanos con tal furia, que les aterrorizaron.

-¡Esperad! -gritó el rey- ¡Dejaré que te cases con mi hija la princesa!


Imagen de OpenClipart-Vectors en Pixabay 


De esta manera el soldado consiguió cumplir un imposible sueño; casarse con la bella joven, de quien se había enamorado profundamente.  Y la joven pareja fue muy feliz.










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