JUAN Y LAS JUDIAS MÁGICAS #CUENTOpopular #INFANTIL #NIÑOS #cuentoinfantil #JosephJacobs
En la linde de un lejano bosque vivía en compañía de su madre un niño llamado Juan. Eran muy pobres y no poseían más que una vaca y un gato negro.
Un día en que los dineros y los alimentos se habían acabado, la madre dijo al muchacho:
-No tenemos más remedio que vender a la vaca. Mañana temprano la llevarás al mercado. Es buena y te la comprarán bien.
Juan muy triste, hizo lo que le ordenaban. Yendo de camino con la vaca, escuchó una cancioncilla y vio, sentado bajo un árbol, a un hombrecillo todo verde, vestido de igual color.
En torno a él correteaban un gato, un perro, una cabra y un potrillo negro.
-¿Dónde vas? -preguntó el hombrecillo verde a Juan.
El muchacho le contó sus dificultades y su intención de vender la vaca.
-No lo hagas -le dijo el hombrecillo- Te la compro a cambio de estas judías mágicas. Plántalas y verás como cambia tu suerte.
Juanito aceptó las judías y regresa a tu casa.
La madre de Juan se enfadó mucho cuando vio a su hijo regresar sin la vaca, sin dinero y con unas pocas judías en la mano.
-¡Eres bobo! ¡Qué desgracia! A tí te engaña cualquiera.
Y, enfadada, le quitó las judías y las tiró por la ventana.
¡Cuál no sería la sorpresa de Juan, cuando el día siguiente vio que en el lugar donde cayeron había crecido un árbol altísimo y frondoso! Trepó hasta su copa y divisó en las nubes un castillo.
Llevado por la curiosidad, se dirigió a él. Ante la puerta encontró a una viejecita que le dijo:
-No entres, que dentro hay un gigante que es un maldito ladrón y además es muy cruel, pues ha matado a muchos hombres para robarles.
Pero Juan, que tenía hambre, gateó hasta llegar bajo la mesa llena de manjares donde comía el gigante, que pidió a sus criados que le trajeran todo el oro que guardaba en sus arcones, pues quería contarlo. Le llevaron el oro, pero se quedó dormido tras la abundante comida.
Juan cogió un saco, lo llenó de oro y se marchó. La madre del muchacho se puso muy contenta y dijo:
-Con este oro podremos vivir muchos años y comprarnos otra vaca, patos y gallinas.
Juan se sintió feliz.
Al día siguiente, Juan se dirigió por segunda vez al castillo del gigante. La puerta estaba abierta y pudo ver cómo seguía comiendo. Al terminar mandó que le llevaran su gallina de los huevos de oro y los criados se la pusieron sobre la mesa. En cuanto el gigante se durmió, Juan agarró la gallina la metió en una bolsa y regresó con ella a su casa.
La madre del muchacho se llevó otra alegría.
Al día siguiente, Juan volvió por tercera vez al castillo del gigante que, después de comer, solicitó que le llevasen su arpa de oro y empezó a tocar. Juan pensó en lo contenta que se pondría su madre oyendo aquella música y se la quitó en cuanto se durmió.
Pero en el camino tropezó y el arpa empezó a tocar. La música despertó al gigante que salió en persecución del muchacho.
Viendo que iba a alcanzarle, Juan bajo por el árbol que nació de las judías mágicas y llamó a gritos a su madre.
-¡Rápido, dame el hacha!
El gigante bajaba por el árbol.
De un hachazo, el muchacho cortó el altísimo tronco y el gigante fue a caer con estrépito en el cercano lago, del que jamás salió.
Juan y su madre fueron muy felices. Y todos los días escuchaban la música del arpa de oro.
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