EL RUISEÑOR #cuento_infantil #niños #hans_christian_andersen #china #bondad

 

Imagen de Alyn en Pixabay

En el maravilloso país de la China existió hace mucho tiempo, un emperador que tenía una hija llamada Litay Fo.  El monarca era sordo y por lo tanto, no conocía las delicias de la música ni los sonidos más bellos.  No podía apreciar, por ejemplo, los hermosos trinos de los pájaros.

Una tarde en que Litay Fo se paseaba por los exóticos jardines del palacio, escuchó sorprendida el canto de un pajarillo, que jamás antes había oído.

Desde la rama más alta de un loto en flor, un ruiseñor hacía increíbles requiebros con sus trinos.

-¡Qué bien cantas! -dijo emocionada la hija del emperador.

-Soy un humilde ruiseñor -dijo el ave- que deseaba verte hace tiempo.  Mis hermanos me advirtieron que no entrara en este palacio porque el emperador sólo mima a los pájaros de vistoso plumaje y, en cambio, desdeña a las aves cantoras pero yo sabía que tú no me rechazarías.

La princesa le dijo que desde ese momento serían amigos y que le prometiera que volvería a la misma hora para verse y escuchar su lindo canto.  Y así lo hizo el pequeño ruiseñor.

Una vez, el pajarillo llegó con mucho retraso a la cita y tiritando de tal forma que Litay Fo se compadeció de él.  Parecía muy enfermo y había que resguardarlo del frío del invierno.

-Mi pequeño amigo -le dijo la princesa-, esto no puede seguir así.

Desde mañana nos veremos en mi dormitorio donde el calor te ayudará.

-Tienes un buen corazón, Litay Fo.

Ya se habían visto algunas semanas en el dormitorio, cuando una mañana entró de pronto el emperador.  Viendo que el pajarillo descansaba feliz entre las manos de su hija, reprendió a ésta muy molesto.

-¡Litay Fo!  ¿Cómo te has atrevido a hacer entrar a tus habitaciones a este sucio pajarillo, sin consultar antes conmigo?  Mira a tu alrededor y admira la belleza del plumaje de mis pájaros.

La hija del emperador bajó la cabeza y contestó humildemente:

-Perdóname, padre.  No quiero a tus pájaros, aunque bellos, porque son mudos.

El monarca pareció no comprender a su hija y, en un arrebato, sacó su pañuelo de seda y con él espantó al pobre ruiseñor. 

Litay Fo languideció, desde entonces, de soledad y tristeza.  Ya no salía a pasear por la playa ni iba a echarse en el prado.

Se encerró en su habitación y no quiso recibir a sus amigos que venían al palacio a int4eresarse por su salud.  Tampoco quería probar bocado y, enfermó.

Entonces el monarca salió a recorrer los más extraños países en busca de los más raros regalos que halagaran a su hija.

Regresó al cabo de un año para depositar a sus pies lindos obsequios.  Todo fue en vano, pues ella sólo deseaba la compañía del ruiseñor, y así se lo dijo:

El emperador se puso nuevamente en camino, pero esta vez para tgraer a su hija al mejor médico del imperio.

Ya en palacio, dijo el médico:

-Majestad: ya nada puedo hacer por vuestra hija.  En cambio, sí podría curaros la sordera.  Para logarlo necesito aplicar en vuestros oídos el corazón caliente de un ruiseñor.

.¡Que busquen inmediatamente un ruiseñor!

Salieron varios emisarios en pos del ruiseñor amigo de Litaly Fo y lo encontraron pronto.  Ya en presencia del médico éste le explicó que era necesario arrancarle el corazón para curar la sordera del emperador.

-Podéis disponer de mí -dijo el ruiseñor- yo sé que Litaly Fo se el sentirá feliz cuando vea que su padre ha recobrado el oído.  Hay muchos ruiseñores en el mundo y pronto encontrará otros amigos mejores que yo.

Los ojos del emperador se anegaron de lágrimas al apreciar la gran bondad del ruiseñor, y finalmente, no permitió que se le matara, aunque su sordera fuera eterna.

Desde entonces el ruiseñor volvió a verse con Litaly Fo y el emperador comprendió al fin que la belleza sola no es lo que más vale en el mundo, sino la abnegación.