LA VIRTUD DE LA COMPASIÓN #INDIA #leyenda #lecturajuvenil #sentimiento #compasión
Un cazador vivía en la ciudad de Benarés (contaba Bhisma a Yudhisthira un día). Este hombre partió para la selva en busca de caza y, contraviniendo todas las leyes de la caza y de la humanidad, llenó su cacaj de flechas empozoñadas. Allá, en lo profundo del bosque, se encontró con una manada de ciervos, y, seleccionando con cuidado una flecha que estuviese bien envenenada, la disparó contra el rey de las reses. Pero como Indra se entera de todo lo que ocurre, se enfadó mucho por el acto de cobardía del cazador, y desvió la flecha contra el tronco de un árbol, sin acordarse para nada del veneno. El pobre árbol, que era el monarca de los árboles, al notar la ponzoña que corría por su savia, se secó. Se le cayeron las hojas primero; las ramas después, y terminó por morir.
El trono de Indra, al recibir los efluvios del sacrificio del pájaro, se volvió incandescente, avisando a su dueño, el dios de los dioses, de que algo pasaba allí abajo que merecía su atención. Indra, mirando hacia la tierra, se maravilló de la resolución y devoción extraordinaria del pájaro, fiel igualmente en la plenitud que en la negligencia y la tristeza.
¿Cómo es posible -pensó el dios- que un animal de la especie inferior pueda tener sentimientos tan superiores? Pero, a lo mejor, no es tan curioso, ya que todos los animales demuestran el afecto que se sienten el uno al otro.
Para probar la veracidad de todo lo que estaba pensando, el dios Indra, se disfrazó de brahmán y se acercó al pájaro.
-Buen pájaro -le dijo-, ¿por qué no abandonas este árbol desierto y seco?
-Te saludo, ¡oh dios de los dioses! Por los méritos de mis disciplinas te he conocido.
Indra le contestó, felicitándole por su perspicacia y maravillado de que aquél animal tan raro pudiese discernir más que muchos humanos, que él en sus días había conocido.
-Pero dime -insistió Indra- ¿cuál es la razón de que te quedes en este tronco inútil, pereciendo de hambre, cuando tienes por todos lados árboles nuevos y frescos a tu alcance? ¿No ves que no sirve para albergar a ningún ave?
El pájaro suspiró y le dijo:
-Yo soy tu criado. He aquí la razón del porqué. Aquí, en este mismo árbol, vine al mundo, aquí aprendí todo el conocimiento y la sabiduría que poseo; aquí estuve protegido de toda clase de peligros y enemigos. ¿Por qué tratas de torcerme, apartándome de mi camino, a mí, que soy bueno y compasivo? No me aconsejes dejar el árbol; cuando vivió fué mi protector... ¿Cómo puedo dejarlo ahora?
Indra se regocijó y prometió al pájaro que le haría el favor que quisiese. Esto fué lo que el pájaro le pidió:
-Dejad que el árbol reviva.
Indra lo salpicó con el agua de la vida y el árbol, en el acto, volvió a florecer, saliendo en pocos instantes, todas las hojas y las ramas, como si fuese primavera. Todo esto aconteció en pocos momentos, para alegría de los habitantes de la selva que lo presenciaron. El pájaro estaba que no cabía en sí de satisfacción. Así fue como el árbol revivió y fue restaurado por Indra, debido a los méritos del pájaro y de él. Según cuentan los manuscritos, en la otra vida logró un sitio en el cielo de Indra. Esto es lo que los hombres obtienen cuando van en compañía de los justos y de los virtuosos.
¿Cómo es posible -pensó el dios- que un animal de la especie inferior pueda tener sentimientos tan superiores? Pero, a lo mejor, no es tan curioso, ya que todos los animales demuestran el afecto que se sienten el uno al otro.
Para probar la veracidad de todo lo que estaba pensando, el dios Indra, se disfrazó de brahmán y se acercó al pájaro.
-Te saludo, ¡oh dios de los dioses! Por los méritos de mis disciplinas te he conocido.
Indra le contestó, felicitándole por su perspicacia y maravillado de que aquél animal tan raro pudiese discernir más que muchos humanos, que él en sus días había conocido.
-Pero dime -insistió Indra- ¿cuál es la razón de que te quedes en este tronco inútil, pereciendo de hambre, cuando tienes por todos lados árboles nuevos y frescos a tu alcance? ¿No ves que no sirve para albergar a ningún ave?
El pájaro suspiró y le dijo:
-Yo soy tu criado. He aquí la razón del porqué. Aquí, en este mismo árbol, vine al mundo, aquí aprendí todo el conocimiento y la sabiduría que poseo; aquí estuve protegido de toda clase de peligros y enemigos. ¿Por qué tratas de torcerme, apartándome de mi camino, a mí, que soy bueno y compasivo? No me aconsejes dejar el árbol; cuando vivió fué mi protector... ¿Cómo puedo dejarlo ahora?
Indra se regocijó y prometió al pájaro que le haría el favor que quisiese. Esto fué lo que el pájaro le pidió:
-Dejad que el árbol reviva.
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