LOS CUATRO HERMANOS INGENIOSOS #cuento #niños #infancia #perrault #supervivencia #aprendizaje #practicar
Érase un hombre pobre que tenía cuatro hijos. Cuando fueron mayores les dijo:
-Hijos míos, es necesario que os marchéis por esos mundos de Dios, pues yo no tengo nada que daros. Id a otras tierras, aprended un oficio y procurad abriros camino.
Los cuatro muchachos se despidieron de su padre, y emprendieron el viaje. Pronto llegaron a una encrucijada de la que partían cuatro senderos. El mayor dijo;
-Aquí hemos de separarnos. Dentro de cuatro años volveremos a reunirnos en este mismo lugar. Mientras tanto, que cada uno busque fortuna por su lado.
Tomó cada cual una dirección distinta. El primero no tardó en encontrarse con un hombre que le prometió enseñarle su propio oficio, que era el de ladrón.
-Ése no es un oficio honrado -respondió el muchacho.
Pero no tardó mucho en convencerle el ladrón y con aquel hombre aprendió a robar tan hábilmente, que todo cuanto deseaba caía de inmediato en sus manos.
El segundo hermano encontró a un hombre que le enseñó el arte de la astrología. Llegó a ser un astrólogo consumado y cuando se despidió de su maestro, éste le entregó un telescopio, diciéndole:
-Con él podrás ver lo que ocurre en la tierra y en el cielo. Nada se ocultará a tu mirada.
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El tercer hermano fue adiestrado por un cazador; sacando buen provecho de la enseñanza. Al despedirse, el maestro le entregó una escopeta y le dijo:
-Donde pongas el ojo, allá irá la bala. Jamás errarás un tiro.
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Finalmente, el hermano más pequeño encontró a un sastre que le enseñó su oficio y al despedirse le dio una aguja diciéndole:
-Con esta aguja podrás coser cuanto caiga en tus manos, aunque sea tan duro como el acero, y quedará tan bien unido que no se notará la costura.
Cuando pasaron los cuatro años convenidos, los hermanos volvieron a reunirse en la encrucijada, y después de abrazarse emocionadamente, regresaron a la casa de su padre.
Contó cada uno sus andanzas y el padre escuchó entusiasmado.
-Voy a poneros a prueba -les dijo después-. Quiero ver de lo que sois capaces.
El padre miró hacia la copa de un árbol y señalando con su mano al segundo hijo, añadió:
-En lo alto de ese árbol, entre dos ramas, hay un nido de pinzones. Dime cuántos huevos contiene.
-Cinco.
Entonces el padre ordenó al mayor que fura a robar los huevos sin que el pájaro que los estaba incubando lo notase. Así lo hizo el chico.
Colocando los huevos en una mesa, le dijo el padre al cazador:
-Has de partir en dos los cinco huevos de un solo disparo.
Apuntó el hijo con su escopeta y abrió los huevos como su padre le había indicado.
-Ahora tú, el sastre -dijo al pequeño-, los coserás con los polluelos dentreo.
Sacó el sastre su aguja y así lo hizo.
El padre, satisfecho y orgulloso, les felicitó por haber aprovechado tan bien el tiempo.
A los pocos días se produjo un gran revuelo en el reino. Un dragón había raptado a la hija del rey y éste pasaba día y noche buscando una solución. Por fín mandó pregonar que quien rescatase a la princesa se casaría con ella.
Los hermanos vieron una gran oportunidad de demostrar sus habilidades. El astrólogo buscó con su telescopio el paradero de la hija del rey y la encontró en una isla muy lejana, custodiada por el dragón.
Se presentó al rey solicitando un barco para él y sus hermanos, y los cuatro se hicieron a la mar.
Cuando llegaron, el dragón dormía. Y el cazador dijo:
-No puedo disparar; la princesa está demasiado cerca.
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Intervino el ladrón que, deslizándose, se llevó a la doncella con tal ligereza y agilidad que el mostruo no lo notó y siguió roncando. Corrieron todos hacia el barco, pero antes de que se hubieran subido, el dragón se despertó y salió en su persecución. Cuando estaba ya muy cerca y sus resoplidos hacían temblar la tierra, el cazador disparó una bala que fue a atravesar el corazón del monstruo. Pero dio éste tal coletazo, que el barco se fue a pique y la princesa y los hermanos hubieron de sujetarse a las tablas para no ahogarse. El hermano sastre sacó entonces su aguja maravillosa y con mucho cuidado fue cosiendo las tablas hasta reconstruir el barco.
El rey se puso muy contento cuando vio regresar a los cuatro hermanos con su hija. Y les dijo:
-Uno de vosotros se casará con ella. Decidid vosotros mismos quién ha de ser.
Empezaron a discutir entre ellos. Cada uno argumentó que si no hubiera sido por su habilidad particular no hubieran rescatado a la princesa y, en verdad, todos tenían razón. Por lo cual el rey dictaminó:
-Los cuatro tenéis igual derecho. Pero como la princesa no puede ser de todos, no será de ninguno. En cambio, os daré a cada uno una parte de mi reino.
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Cada cual recibió lo que le correspondía y todos vivieron felices en compañía de su viejo padre durante el tiempo que Dios quiso.
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