LA VIEJA DEL BOSQUE #cuentosinfantiles #cuentospopulares #grimm #niños

 

Un día una joven y pobre sirvienta atravesaba el bosque con sus señores cuando salieron de entre la espesura unos bandidos y mataron a todos, a excepción de la muchacha, que, muerta de miedo, había saltado del coche y se había escondido detrás de un árbol.  Cuando los bandidos se fueron con su botín, ella salió y contempló aquella gran desgracia.  Se puso entonces a llorar amargamente, y a lamentarse.

-¿Qué va a ser de mi ahora?  ¡Pobre de mí, no sabré salir del bosque, pues aquí no vive ni un alma!  ¡Me moriré de hambre!

Fue de un lado para otro buscando un camino, pero no encontró ninguno.  Cuando se hizo de noche, se sentó debajo de un árbol, se encomendó a Dios y decidió no moverse de allí, pasase lo que pasase.

Al cabo de un rato, llegó volando hacia ella una palomita blanca que llevaba una llavecita de oro en el pico.  Puso la llavecita en su mano y le dijo:

-¿Ves aquel árbol tan grande?  Dentro hay un pequeño palacio, si lo abres con esta llavecita encontrarás comida suficiente y no pasarás hambre alguna.

La muchacha se encaminó hacia el árbol, abrió la puerta y encontró leche en una escudilla, y pan blanco, de modo que comió hasta saciarse.  Cuando estuvo satisfecha, se dijo:

-Es la hora en que las gallinas se encierran en el gallinero, estoy tan cansada que yo también me voy a acostar en mi cama

Volvió a aparecer la palomita trayendo una llavecita dorada en el pico, y dijo:

-Abre aquel otro árbol, allí encontrarás una cama.

Así lo hizo y descubrió una hermosa y blanda camita.  Rezó sus oraciones para que Dios la protegiera durante la noche y después se durmió.

A la mañana siguiente apareció la palomita por tercera vez con la llavecita y le dijo:

-Abre aquel árbol y allí encontrarás vestidos.

Al abrirlo, descubrió vestidos adornados con oro y piedras preciosa, tan magníficos como no los tendría una princesa.  Así vivió durante una temporada; la palomita se acercaba todos los días y cuidaba de que no le faltase nada.  Y así llevaba una vida muy buena y tranquila.

Pero un día vino la palomita y le preguntó:

-¿Quieres hacer algo por mí?

-De buena gana -contestó la joven.

Entonces dijo la palomita:

-Te voy a llevar a una casita, entra en ella y allí, junto al hogar, verás a una vieja que te dará los buenos días.  Pero no le respondas, y haga lo que haga, luego te diriges hacia la derecha, donde hay una puerta, la abres y encontrarás un cuartito en el que verás un montón de sortijas de todas clases sobre una mesa.  Algunas son magníficas, tiene piedras preciosas centelleantes, pero déjalas, y únicamente busca una muy sencilla.  Cógela y tráemela lo más rápidamente que puedas.

La muchacha se dirigió a la casita y entró.  Allí estaba la vieja, que abrió los ojos desmesuradamente, y le dijo:

-Buenos días, hija mía.

Pero ella no respondió y se dirigió hacia la puerta.

-¿Adónde vas? -exclamó cogiéndola por la falda.

Pero la muchacha permaneció callada, se soltó y entró a toda prisa en la habitación.  Sobre una mesa había un montón de sortijas que brillaban y refulgían ante sus ojos.  Rebuscó entre ellas, tratando de encontrar la más sencilla, pero no fue posible.

Mientras la buscaba vio a la vieja que se escabullía, llevando en la mano una jaula que contenía un pájaro.

Corrió hacia ella y le quitó la jaula.  Cuando la levantó pudo observar que el pájaro tenía una sortija sencilla en el pico.  Cogió la sortija y salió corriendo de la casa, pensando que la palomita blanca acudiría a buscarla, pero no fue así.

Se apoyó en un árbol dispuesta a aguardar, y según estaba así le pareció que el árbol se volvía blando y flexible y como si bajase las ramas.  Y de pronto, las ramas la rodearon y cuando se fue a dar cuenta vio que el árbol era un caballero muy apuesto que, abrazándola y besándola, le dijo:

-Me has salvado y liberado del poder de la vieja, que es una malvada bruja.  Me había transformado en un árbol y todos los días, durante dos horas, me convertía en una paloma blanca, sin que pudiera yo recobrar la forma humana mientras ella estuviera en posesión del anillo.

Al mismo tiempo quedaron desencantados los criados y los caballos, que también se habían convertido en árboles y estaban a su lado.  Todos juntos se marcharon a su reino, pues el muchacho era el hijo del rey.  Unos días después, los jóvenes se casaron y vivieron muy felices el resto de sus vidas.