EL PEZ FARO #leyendas #lecturajuvenil #italia
Había una vez un pescador ya anciano que no sabía cómo seguir adelante. Había perdido la barca y el resto de pescadores no lo querían ni como ayudante. Para comer, iba cada día al bosque a recoger leña seca para el panadero y éste, a cambio, le daba un pan. El panadero lo llevaba a su casa, donde le esperaba su esposa, también anciana y sin fuerzas. Ese pan era todo lo que tenían para comer y cenar.
Pero un día, cuando se encontraba en la zona más espesa del bosque, tropezó con un viejo de larga barba blanca que, sonriendo, le dio cien ducados de oro. El pescador no tuvo ni fuerzas para darle las gracias; cogió la bolsa y se cayó desmayado al suelo. Cuando se recuperó, corrió a casa y fue a esconder la bolsa en el estiércol. Temía que su esposa, algo desprendida, acabara con ese dinero en un santiamén.
Al día siguiente fue a por leña como si no hubiera sucedido nada. Por la noche se encontró la mesa bien servida y se sintió ridículo con el pan bajo el brazo.
-¿Qué ha pasado? -preguntó a la mujer.
-He vendido el estiércol.
-¡Desgraciada! ¡En él había cien ducados de oro! -respondió airado el anciano.
Comió con muy poco apetito pensando en los ducados desaparecidos. Al día siguiente volvió al bosque y se encontró de nuevo al viejo de la barba blanca.
-Sé lo que ha ocurrido. Aquí tienes otros cien ducados.
Esta vez el viejo pescador los escondió en las cenizas de la chimenea, pero su esposa vendió las cenizas y compró mucha comida. Cuando el viejo pescador se enteró, no pudo probar bocado y se fue a la cama llorando por su mala suerte.
Al día siguiente se volvió a encontrar en el bosque al anciano de la barba blanca, pero esta vez no le dio dinero: se le acercó y le ofreció una bolsa, diciéndole antes de desaparecer.
-Aquí hay veinticuatro ranas. Véndelas y con lo que te den cómprate un gran pescado, el más grande que puedas encontrar.
¡Bah, qué son veinticuatro ranas comparado con doscientos ducados! Menudo negocio había hecho. Pero era inútil seguir con esos malos pensamientos. Descendió a la playa con las veinticuatro ranas y esperó a que regresaran los pescadores. No le resultó difícil encontrar a uno que a cambio de sus ranas le entregó un gran pescado. Lo cogió y regresó a su casa. No era mucho ese pescado, pero les quitaría el hambre. Además, ¿qué era aquello comparado con doscientos ducados?
Mientras caminaba se dio cuenta de que el pescado desprendía mucha luz. Parecía una linterna. Al llegar, lo colgó fuera de la ventana para que estuviera en un lugar fresco. Hacia media noche se levantó un gran viento de tramontana. El mar se agitó tanto que los pescadores que habían salido a pescar no conseguían hallar el camino de regreso.
De repente, vieron brillar en la ventana del anciano el pescado luminoso que éste había colgado, se dirigieron hacia esa luz y pudieron salvarse.
A cambio, regalaron al viejo la mitad de su pesca y decidieron que lo harían siempre así para agradecerle que esa noche hubiera colgado el pescado que les salvó la vida. Así fue como el viejo pescador nunca más volvió a padecer miseria.
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