LA DUEÑA DE LAS OLAS #leyendas #portugal #mar
Mario era un pescador muy pobre que vivía junto al mar. Como no conseguía vivir solamente de la pesca, también cultivaba un pequeño huerto de habas que le daba mucho trabajo ya que la tierra era pobre y poco fértil. Invertía muchas horas en transportar algas para enriquecer la tierra y en traer agua para regarla. Por fin, las habas crecieron.
Pero una noche, alguien robó un buen número de habas antes de que el pescador terminara de recogerlas. Mario decidió montar guardia ante sus habas. Se armó con un bastón y, al llegar la noche, se escondió entre los surcos. En cuanto apareció la Luna, vio a una mujer vestida de blanco que entraba en su huerto y empezaba a recoger las habas. Mario se le echó encima y consiguió inmovilizarla. En seguida vio que era muy hermosa.
-¿Quién eres? -preguntó.
-No te lo diré nunca -respondió la mujer con voz decidida.
-No eres de aquí. Nunca te había visto -replicó Mario.
La mujer perseveró en su silencio hostil. Entonces, Mario la ató y la condujo hacia su cabaña. Viendo que no le quedaban posibilidades de huida, la mujer empezó a hablar.
-Me llamo Alina y pertenezco al pueblo del mar.
Mario la miró con incredulidad. Había oído hablar de aquellas gentes que vivían en las profundidades del océano, pero nunca creyó que existieran. Recordó que su abuela le había explicado que las mujeres del mar tenían los ojos azules y los labios con sabor a sal. Entonces obligó a que la mujer contemplara la Luna y vio que sus ojos eran azules. Después la besó y notó que sus labios sabían a sal. No había dudas, era una mujer del mar.
Aquel beso alteró tanto a Mario que pidió a la mujer en matrimonio. Como la mujer también había sentido una extraña sensación con el beso de Mario, aceptó. Se celebró la boda y en tres años la pareja tuvo tres hijos. Pero su felicidad no era completa. La mujer pasaba largas horas ante el mar con la mirada perdida entre la espuma de la marea. No se ocupaba de su familia como a Mario le hubiera gustado. Le invadía la nostalgia de un mundo perdido. Él sentía rencor hacia un ser demasiado distinto de los demás y finalmente se pelearon.
-Tendría que haberme casado con una muchacha de tierra y no con una loca habitante del mar -dijo Mario.
-¿Por qué no lo hiciste? Así yo habría podido volver a vivir bajo las olas -respondió ella enfadada.
-Pues regresa, regresa a las malditas olas. Total, allí estarán, donde siempre y los hombres podrán seguir dominándolas -gritó Mario lleno de rabia.
La mujer del mar no se hizo de rogar. Abandonó la cabaña de Mario y se encaminó hacia el océano. Apenas había caminado unos metros, que sus hijos ya se habían unido a ella. Mario intentó retenerlos, pero fue inútil. No podía hacer nada contra el sortilegio del océano. Los vio adentrarse tranquilamente en las aguas y desaparecer. Les siguieron su asno, su cabaña y su barca. También su campo de habas, los árboles del bosque cercano, los peñascos de la orilla y la arena de la playa. Todo quedó bajo el agua y la tierra desapareció en el océano.
Mario murió, al igual que toda la gente del lugar, y desde ese día no quedó nada de aquella blanca zona costera.
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