LA JOVEN DEL RETRATO #leyendas #lecturajuvenil #baltico
Érase una vez un joven pescador que había perdido a sus padres, y se sentía tan solo, que decidió pasar más tiempro en el mar.
Una noche le sorprendió una violenta tempestad. Luchó con el viento y las olas embrabecidas. Por fin, a la mañana siguiente, echó el ancla cerca de un peñasco. Allí descubrió un navío con las velas desgarradas, el casco roto y los mástiles partidos. Movido por la curiosidad, subió por aquellas ruinas abandonadas y no encontró a ningún ser vivo, tan sólo algas y unas conchas rosas, negras y blancas. Pero en el camarote más alejado halló un retrato en el que se veía a una joven con el cabello dorado y los ojos verdes como el mar. Estuvo contemplando el cuadro con atención y recorrió el camarote lentamente, conmovido por aquella dulce mirada que lo seguía de un lado a otro...
Finalmente decidió llevárselo y lo colgó a la entrada de su casa.
Entonces su vida experimentó una transformación. Cuando salía al mar, aquellos ojos verdes le dedicaban un dulce adiós y cuando regresaba, la muchacha del retrato lo recibía con una sonrisa. Por la noche, antes de dormirse, el pescador le contaba sus viajes, sus descubrimientos de playas con maravillosas conchas, guijarros de resplandeciente ámbar, arenas doradas como una rubia caabellera... Y así, en paz y sin preocupaciones, transcurrieron los días y las noches.
Una tarde, sin embargo, el joven pescador volvió cansado a su casa. Una tempestad le había dejado muy maltrecho. Sus redes se habían roto y se acostó sin hablar y sin cenar. A la mañana siguiente, cuando cogió la red, la encontró arreglada. Esto le extrañó mucho, y le hizo recordar que, en otros tiempos, ésta era una tarea de su madre. Se volvió hacia el retrato de la joven de los ojos verdes, que lo contemplaba con malicia y satisfacción. El marinero pensó que era víctima de una ilusión y, sin más, se hizo a la mar.
Por la noche, cuando regresó, se encontró la mesa puesta y una deliciosa sopa caliente en el plato. Al volverse hacia la joven del retrato observó que ésta le sonreía con ternura.
Deseoso de averiguar lo que estaba sucediendo, al día siguiente decidió no ir a faenar y permanecer cerca de su choza. Entonces vio cómo la joven de los ojos verdes aparecía en el umbral de la puerta. Tuvo miedo de que se marchara para siempre, pero se limitó a echar algunas migajas a los pollos antes de volver a instalarse en su marco.
Estupefacto, el joven fue a buscar a una anciana a quien las gentes de la región apreciaban por sus buenos consejos y excelentes recomendaciones. Cuando llamó a la puerta de la casita, la anciana lo recibió llevando en el hombro a una lechuza que le hacía compañía. Tras haberle escuchado, le dijo:
-Esa joven belleza de ojos verdes es la hija de un capitán que desapareció hace tiempo en el mar. Si quieres que se quede contigo, espera a que salga de su marco de madera. Cuando no te vea, esconde ese mrco en tu bodega y guárdalo bajo llave. Luego cuélgate la llave al cuello... ¡Y, sobre todo, no te separes nunca de ella! La joven no podrá regresar a su retrato y se quedará a tu lado para siempre.
El muchacho hizo lo que le había aconsejado la anciana, y todo sucedió tal como ésta había predicho. La chica al principio se puso muy triste, pero el joven pescador la consoló y le pidió su mano... ¡Al día siguiente se casaron!
Así vivieron felices y contentos, tanto en los buenos como en los malos tiempos. Al cabo de un año tuvieron un hermoso niño. El pequeño creció. También el pescador y su esposa envejecieron.
Cuando ese convirtió en un joven, el hijo partió para descubrir otros países. Sus padres aguardaban el regreso del muchacho escrutando el horizonte, y éste les traía telas, joyas y piedras preciosas de lejanos y misteriosos lugares. Cada vez que volvía a tierra, se celebraba una gran fiesta en la pequeña cabaña. La madre estaba muy orgullosa de que su hijo fuera marinero y el padre se mostraba muy satisfecho al comprobar lo valiente que era.
Una noche de invierno, el pescador llegó al final de sus días. Su esposa lloró mientras lo vestía con su mejor traje. Entonces descubrió una llave sobre la piel desnuda de su difunto esposo, y entendió que era la de la bodega, la cual abrió inmediatamente. Allí dio con el marco que su marido había escondido hacía ya muchos años. Después de enterrar a su esposo la mujer volvió para siempre a su retrato, teniendo cuidado de colgarlo en el salón.
Cuando su hijo regresó cargado de tesoros y conchas encontró la casa vacía. El muchacho comprendió que la vida de su padre se había apagado y sintió mucha pena. Lo que más le extrañó en una pared de la pequeña cabaña. Así que se lo llevó a su barco y, de nuevo, se hizo a la mar.
De este modo, los ojos verdes lo acompañaron por todos los océanos y los mares, mirándole siempre con ternura, desde el marco de madera, igual que miraron una vez a su padre, otro joven marinero, velando por su destino.
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