LAS TRES OLAS #lecturajuvenil #leyendas #noruega
Olaf era el hijo de unos pobres pescadores que no poseían más que una vieja barca y unas recdes remendadas. Pero el muchacho era feliz. Se diría que había nacido contento y todo se lo tomaba con humor. Además, tenía otro don: lo veía todo, incluso lo invisible, y cuando quería desaparecer, le bastaba con pasarse la mano por delante de los ojos.
Un día, su padre no regresó del mar. Pero Olaf consoló a su madre diciéndole que el buen hombre habría encontrado refugio en una isla legendaria que acogía a los náufragos.
Cuando Olaf creció se hizo marinero y se enroló en un barco trabajaba siempre tan alegre, lque la tripulación le cogió cariño.
Cuando llegó el momento de realizar otro viaje, Olaf decidió permanecer junto a su madre para ayudarla en el trabajo del campo. Sin embargo, se ofreció a echar una mano a sus compañeros con el cargamento.
De esta forma se encontró solo en el muelle, en tanto que el resto de la tripulación estaba divirtiéndose. Mientras vigilaba, oyó tres voces que provenían del barco. Se aproximó a la nave y miró por las ventanas. Entonces vio a tres gaviotas, negras como cornejas, cuyas palabras resonaban en su oído con voces de brujas. Sin poder creer lo que estaba viendo, se pasó la mano por delante y se hizo invisible. Después subió al barco y bajó a la bodega, silenciosamente, quedándose en medio de las tres aves, que seguían hablando:
-¡Todos ignoran que somos brujas y que odiamos a los marineros!
-¡Y que cuando estemos en el mar, lanzaremos contra ellos tres olas y se los tragarán las aguas!
-No sabrán que, para salvarse, será suficiente que arrojen por el barco una viga de madera de abedul sobre cada ola...
Después las gaviotas-cornejas se echaron a reír y se marcharon por una ventana entreabierta, volando a toda velocidad.
A la mañana siguiente, cuando el capitán volvió, Olaf le propuso acompañarles a condición de que entre el cargamento incluyeran tres vigas de madera de abedul.
El capitán lo tomó por loco, pero de todas formas aceptó. Y el barco se hizo a la mar... Navegaron y navegaron sin que les sucediera nada malo. Pero una noche, de repente, se levantó el viento y el mar se agitó. Una ola enorme se estrelló contra el navío...
Los marineros esperaban lo peor, pero Olaf les ordenó que echaran contra esa fenomenal ola una viga de madera que había en la bodega. Así lo hicieron y, estupefactos, los marineros vieron cómo se aplacaban las olas. El viento se calmó y escucharon a una bruja gritando:
-¡Ay, ay, ay! Me voy a hundir...
El barco siguió avanzando. Navegó sin incidentes hasta que el viento se puso a soplar más fuerte y el mar se agitó aún más que la primera vez.
-¡Escuchadme! ¡Atad todos los objetos que corren el riesgo de ser arrastrados y arrojad por la borda otra viga de madera de abedul! -ordenó Olaf a sus compañeros.
Los marineros obedecieron sin rechistar. En seguida se calmó el viento y el oleaje, y se volvió a escuchaar a una bruja que gritaba:
-¡Ay, ay, ay! Me voy a hundir...
Y la nave continuó su camino hasta el día siguiente. Entonces se abatió sobre ella una tempestad de una violencia inusitada. Una ola como no se había visto nunca antes se elevó entre el mar y las nubes...
-¡Nos va a hundir! -se quejaron los marineros.
-¡Haced lo que yo os diga...! -les aconsejó Olaf-. Ataos al barco mientras echo al agua la madera de abedul que queda.
Y los marineros cumplieron el mandato. Se desencadenó un gran vendaval y un fuerte oleaje. Las olas extendían sus grandes brazos espumosos mientras los hombres, con todas sus fuerzas, invocaban a la isla legendaria que salvaba a los naúfragos del mar.
Cuando Olaf arrojó el último trozo de madera, se escuchó una voz:
-¡Ay, ay, ay! Me voy a hundir...
Entonces cesó la tempestad. El viento se apaciguó. Y los marineros se desataron y vieron flotar, en medio de los trozos de madera de abedul, unas grandes plumas negras...
De repente, como en las historias que les contaban cuando eran niños, vieron llegar hacia ellos, dulcemente, empujada por un soplo de viento, la bella isla legendaria que recogía a los naufragos del mar. Allí, Olaf reconoció a su padre y lo invitó a subir a bordo.
Dicen que juntos siguen navegando por el mundo y que vuelven a su choza, en la que les espera la madre de Olaf para que siembren o recojan el trigo.
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