CÓMO ESTROPEAR LA SOPA DE GAMBAS #cuentosinfantiles #india #bharet #cuentospopulares #lecturajuvenil #leyendas
Érase una vez un joven que estaba sentado en la orilla de un río con los pies en el agua, afilando tranquilamente sus cuchillos.
Bajo sus pies, una gamba empezó a ponerse nerviosa:
-¡Voy a enseñarle a ése a no meter sus patazas en mi territorio!
Y le mordió en la pantorrilla.-¡Ay, ay! -exclamó el muchacho levantándose de golpe.
Y, molesto por el mordisco, le propinó un gran tajo a un árbol cercano con el cuchillo.
-¡Pero bueno! ¡Tampoco es para ponerse así! -protestó el árbol indignado.
Y de la rabia, hizo desprenderse un fruto tan grande como un melón.
El proyectil cayó sobre la cabeza de un gallo que tuvo la mala idea de pasearse, en ese justo momento, por allí.
-¿Qué, qué, qué es esto? -exclamó ofendidísimo.
Y para tranquilizarse, se puso a excavar salvajemente un hormiguero.
-¡Vaya, vaya! -exclamaron las hormigas exasperadas- ¡Una se mata a trabajar, y el primer atolondrado que pasa nos lo rompe todo!
Así que picaron rabiosamente al siguiente atolondrado que cruzó por allí, una serpiente que reptaba sin molestar a nadie.
-¡Ssss, qué desagradables! -silbó la serpiente.
Y para vengarse, mordió a un jabalí que correteaba por los alrededores.
-¡Pero bueno! ¡Si no le he hecho nada a ésa! -dijo el jabalí escandalizado.
Y ponte a discutir con una serpiente que no sabe hacer otra cosa que silbar. "¡Zas! ¡Zas!", el jabalí descargó su malhumor lanzándose de cabeza contra un plátano. Un murciélago que estaba durmiendo bajo sus grandes hojas, casi se cae al suelo y ¡su nido se rompió!
-¡Venganza! ¡Venganza! -pió el bicho, revoloteando asustado por la luz.
Pero como no veía nada de nada, fue a picar en la oreja de un elefante y lo mordió muy fuerte.
-¡Rayos y truenos! -gritó el elefante sacudiendo las orejas.
Y le dio una patada a un mortero de piedra que servía para triturar el arroz.
El mortero rodó por la colina y casa aplasta a una señora que dormía la siesta tranquilamente.
-¡Eh, tú, vas a pagarme las reparaciones! -le gritó furiosa al mortero.
-¡De eso nada ! -respondió-. ¡No es culpa mía, me ha empujado el elefante!
La señora, que tenía mucho valor, fue a colocarse delante de la nariz del elefante:
.Tú, paquidermo, ¡estás obligado a pagar todos los daños que has causado!
-¡Rayos y truenos, no faltaría más que eso! -bramó el elefante-. ¡Ve a quejarte al murciélago, es responsabilidad suya!
-¡No es culpa mía! ¡No es culpa mía! -pió el animalito -.¡Ese maldito plátano ha tirado mi nido y a mis pequeños!
El pobre plátano estaba también por los suelos.
-¡Mírame! -le dijo a la señora-. ¡Soy la primera víctima del jabalí, que me ha sacudido!
La señora, más decidida que nunca, fue a buscar al jabalí:
-¡Tú, bruto, vas a pagar mi casa, que ha sufrido desperfectos por tu culpa!
-¡Ah, no! -dijo el jabalí-. ¡De eso nada! ¡La serpiente me ha mordido y yo no le había causado ningún mal, es ella la que debe pagar!
La señora cogió una horquilla y apretó a la serpiente contra el suelo:
-¡Ya te tengo, sucio animal, pagarás por los daños que has ocasionado!
-¡Ssssssocorro! ¡No he ssssssssido yo! -silbó la serpiente-. ¡Han sido las hormigas, que me han picado!
Las hormigas estaban trabajando duro para reconstruir su hormiguero:
-Es verdad -le dijeron a la señora-. No deberíamos haber importunado a la serpiente, ¡pero ese imbécil de gallo nos ha sacado de nuestras casillas al romperlo todo! ¡Él es el responsable!
-¡Tú! -dijo la señora al gallo-, deja de cantar, ¡lo vas a pagar!
-¿Qué, qué, qué? -hipó el gallo, ofendido-. ¿Y ese árbol de ahí que me ha golpeado con su fruto, ése no lo va a pagar?
-Y bien, ¿tú no tienes nada que añadir? -le preguntó la señora al árbol.
-¡Yo digo que un golpecito sobre la cabeza se pasa en seguida! -respondió furioso el árbol-. ¡En cambio a mí me han desfigurado de por vida por esta cuchillada! ¡Digo que al hombre que me la ha propinado sin ningún motivo, nadie le ha preguntado nada! ¡Y digo que es un escándalo! ¡Ya está!
-Ajá -dijo la señora, muy interesada.
Se acercó al muchacho, que estaba afilando sus cuchillos a la orilla del agua, y vio que era su hijo:
-Hijo mío -se dirigió al muchacho, muy enfadada-, lo quieras o no, por tu culpa se ha roto mi casa, ¿y la vas a reparar!
-Haré lo que quieras, querida madre -dijo el joven-. ¡Pero no antes de haber castigado a esta gamba, que ha empezado todo!
La gamba, que estaba nadando cerca de la orilla, oyó estas palabras. Miró a su alrededor y vio que no había otra gamba por allí, así que empezó a sentirse mal...
La señora, el mortero, el elefante, el murciélago, el plátano, el jabalí, la serpiente, las hormigas, el gallo, el árbol y el muchacho la miraron con aspecto más bien contrariado.
-¡Mereces morir! -le dijeron-. Escoge, ¿quieres morir en el agua fría o en el agua hirviendo?
-¡Fría! -exclamó.
"¡Plaf!", fue a esconderse al fondo del río, repitiendo muy bajito:
-¡No me atraparán, no me atraparán!
Pero el elefante alargó su trompa ¡y secó el río de golpe! Entonces, todos los que querían vengarse cogieron a la gamba y se la dieron al sapo que conocían, un estupendo cocinero:
-¡Prepáranos una buena sopa de gambas y nos la comeremos juntos! -le dijeron.
El sapo se puso manos a la obra y luego los llamó a todos para que fueran a comer. Pero al cabo de un momento, los comensales se miraron entre sí:
-¡Esto no es una sopa de gambas! -se quejaron-. ¡Es una sopa de agua!
El sapo, confuso, comenzó a babear abundantemente farfullando:
-¡O chea, ech que he querido probar la chopa y me he tragado la gamba por achidente! ¡Lo siento!
Pero los demás no lo vieron de la misma manera: furiosos, le fueron picando al sapo uno tras otro en la espalda antes de volver a sus casas.
Finalmente, el muchacho reparó la casa de su madre, y todo se arregló para todos.
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