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¿CÓMO PIENSA BALÚ EL PEZ? #cuentosinfantiles #cuentospopulares #india #bharet




Había una vez un hermoso río que descendía alegremente por la montaña...  En uno de los pequeños estanques que formaba en medio de las rocas habitaba un pez llamado Balú.

Balú vivía de la misma manera que lo habían hecho su padre, su abuelo y su bisabuelo Balú: cuando no estaba comiendo, hacía la digestión, sin moverse, en el fondo del mar, fingiendo ser una piedra.  Además, pensaba lo menos posible, ya que de Balú en Balú había aprendido que pensar no sirve para nada: para ser un Balú feliz basta con comer y hacer la piedra.

Un bonito día que Balú se encontraba en el fondo del agua entretenido en hacer la piedra, un pelícano se posó al borde del estanque.

Bajo su gran pico, su enorme bolsa estaba vacía, ¡tanto como su estómago!  Y en la manera de solucionar esta situación llevaba pensando varias jornadas.

En esto que vio a Balú el pez, que estaba haciendo la piedra.




Entonces el pelícano se puso a hablar solo:

-¡ Cuando pienso en todas las criaturas que viven en ese estanque, siento piedad por ellas!  ¡ Qué valor demuestran al quedarse aquí, con el peligro que les amenaza !

Desde el fondo del agua, Balú oyó sus palabras.  La curiosidad le hizo olvidar en un segundo la prudencia que tres generaciones de Balú se habían esforzado en transmitirle: moviendo la aleta, dejó de hacer la piedra y se acercó a la orilla.

-¡Ay, ay, ay!  ¿ de qué peligro hablas? -preguntó muy nervioso-.  ¡Dímelo, rápido, quiero salvar a mi familia!

El pelícano miró a Balú, muy interesado:

-¿Eres padre de familia?  Oh, oh...

-¡Sí, y tengo muchos pececitos encantadores!  Cuéntame, rápido, ¿ qué peligro es éste ?

-Figúrate, hay una terrible sequía en la región.  No hay agua en ningún sitio y muy pronto este río se secará también.  Así que vuestro pequeño estanque...  ¡Ya sabes lo que quiero decir!

-¡Ay, ay, ay, ay, si, ya sé! -respondió Balú con voz temblorosa.




Pues a pesar del fluir alegre del agua, que era tan abundante aquel día como en los tiempos de su bisabuelo, el joven Balú no dudó un instante que pronto vería cómo se secaba su estanque y sus pececitos morían, panza arriba, en el fondo...

Balú dio unas vueltas, moviendo desesperadamente sus aletas  y lamentándose:

-¡Ay, ay, ay, ay! ¿Qué puedo hacer?  ¿Qué puedo hacer?  ¿Qué puedo hacer?

-Mmm, mmm -dijo el pelícano-.  Tu angustia me conmueve.  Si quieres, quizá pueda ayudarte.

-¡Oh, sí, sí, sí, naturalmente! -respondió Balú-.  Te estaré eternamente agradecido.

-Mmm, mmm. Conozco, no muy lejos de aquí, un  estanque alimentado por una fuente muy profunda, que no se ha secado nunca, ni siquiera durante las peores sequías.  Podría llevaros allí.

Balú lo escuchaba lleno de esperanza, con la boca abierta y sin moverse...




-Mmm,  mmm -repitió el pelícano-.  Puedo acercarte primero a ti para que lo veas.  Si te conviene, volveremos a buscar a tus queridos pequeños.  ¿Eh?

-¡Oh, sí, sí, sí!  ¡Venga! - dijo Balú-.  ¡Cuánto me alegró de haberte conocido!

El pelícano separó el pico y Balú saltó dentro de cabeza.  Estaba todo oscuro.  Balú se puso en la postura de piedra, que es muy eficaz para las situaciones excepcionales, como le habían enseñado sus ancestros.  El pelícano emprendió el vuelo y dio dos o tres vueltas sobre la montaña antes de posarse en la orilla de otro estanque, en una parte más baja del río.  ¡Balú tuvo la impresión de haber recorrido decenas de kilómetros!

El pelícano abrio el pico y Balú se lanzó al agua fría:

-¡Maravilloso! -dijo al cabo de un momento-.  ¡Es lo que me hace falta!  ¡Eres realmente estupendo!  ¡Sólo nos queda ir a buscar a mi familia!

El pelícano abrió el pico, Balú saltó dentro, y el viaje de regreso transcurrió exactamente igual que el de ida.

En cuanto volvió a estar en su estanque, Balú reunió a toda su familia:

-¡Venga, pequeños, preparaos, que nos vamos!  Un terrible peligro nos amenaza aquí: ¡el estanque se va a secar!  Pero, por suerte, vuestro papá ha conocido a un amigo, un amable pelícano, bueno y generoso, que nos va a conducir a un lugar maravilloso en el que no nos sucederá nada.  ¡Venga, démonos prisa!




Los pececitos Balú no estaban acostumbrados a tanto trajín, también ellos habían aprendido tan sólo a comer, hacer la piedra y evitar pensar.  Sin embargo, al poco rato, todos los pequeños se habían agrupado cerca de la orilla, con su mamá.

-¡Yo iré primero! -dijo Balú-.  ¡Está allí abajo!

-¡Eso es! -contestó la señora Balú-.  ¡Encuéntranos el mejor rincón del estanque!

Dicho y echo.  Balú saltó al pico del pelícano, que lo condujo al nuevo estanque, un poco más abajo, lo soltó en el agua y reemprendió el vuelo.

Balú se dio una vuelta por el estanque, encontró el mejor rincón e inspeccionó los alrededores...

¡El pelícano aún no había regresado con su familia!  Balú empezó a preocuparse, a dar vueltas y más vueltas...  Minutos después estaba tan inquieto que se puso a hacer la piedra.

Y entonces Balú reflexionó..   Por primera vez desde  hacia al menos tres generaciones, la terrible Duda se introdujo en un cerebro Balú...




Y esto es lo que había sucedido durante ese tiempo: el pelícano había vuelto al estanque en el que le aguardaba con nerviosismo la familia de Balú.  Había abierto el pico y, uno por uno, los pececillos habían saltado dentro.

Cada vez que el pelícano emprendía el vuelo, -¡glup!- se tragaba al pequeño durante el viaje.  Después volvía al estanque y decía:

-¡El siguiente!

Así se tragó a todos los jóvenes Balú y luego a la mamá.

Una vez saciado, se posó de nuevo en la orilla del estanque y entonces vio a algunos cangrejos que se arrastraban por el fondo del agua.

-Díganme señores -comentó como si nada-, ¿están al corriente de la sequía que va a asolar su río?.

-¿Cómo, cómo? -dijo el cangrejo más viejo-. ¡Qué interesante...!  Acérquese y explíquemelo detalladamente, se lo ruego...

Antes de seguir adelante, hay que decir que los cangrejos no tienen nada que ver con los peces.  En primer lugar, van por el agua, pero también caminan por la tierra, así que ven muchas más cosas que un Balú que hace la piedra en su estanque.  En segundo lugar, los cangrejos tienen por costumbre pensar, y eso lo cambia todo.

El anciano cangrejo había observado que el agua fluía tan abundante como antes; dedujo que no podía haber sequía, de lo contrario, el caudal del agua ya se habría reducido.  Así que concluyó que el pelícano era un granuja.




Y como era un granuja, el cangrejo decidió que su estanque debía librarse de él.

Entonces el pelícano se inclinó para contar la historia de la sequía.  Habló del maravilloso estanque de agua fresca que conocía, y la final le propuso que conduciría allí a sus amigos los cangrejos.

El viejo cangrejo, por toda respuesta, saltó sobre el cuello del pelícano, y le clavó sus terribles pinzas, entonces apretó y apretó y aapretó hasta que el mentiroso se desplomó y cayó redondo con el pico abierto.

En ese momento apareció toda la familia Balú.

Durante todo este tiempo, la terrible Duda torturaba a Balú el pez, que se hallaba solo en su maravilloso estanque.  Pero a fuerza de dudar y de hacerse preguntas, Balú llegó a tener ideas, lo cual es bastante extraordinario para un Balú: pensó que quizá seguía estando en su río, que quizá podría subir hasta el estanque del que venía y que quizá encontraría de nuevo a su pequeña familia...




Como había pensado mucho, al final se decidió y, poco después, Balú el pez volvía a hacer la piedra en el fondo de su primer estanque, rodeado por los suyos.











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