LA ROCA DEL DIABLO #leyendas #lecturajuvenil #italia #disputas #paz
Los habitantes de Tagliatelli tenían mucha suerte. Su pequeño pueblo estaba escondido en lo más profundo de un verde valle, lleno de flores, como una alfombra bordada. El río rebosaba de peces y la caza abundaba. Cuando llegaba el tiempo de la cosecha, recogían el trigo más dorado del mundo.
Sin embargo, sus habitantes siempre estaban de mal humor. Eran malos, avaros, despiadados, tenían celos los unos de los otros, se peleaban y gritaban de la mañana a la noche.
¿Todo eso era debido a su riqueza? Quizá.
Lo cierto es que en el pueblo se escuchaba constantemente el ruido de sus disputas, y el diablo, que habitaba en la cima de la montaña, terminó por enfadarse. Que los aldeanos fueran odiosos no le molestaba, pero que chillaran durante todo el día era algo insoportable.
A modo de advertencia, les envió algunas grandes tormentas y uno o dos aludes de piedras. Pero los aldeanos no les prestaron atención y siguieron con sus riñas.
Sin embargo, un ermitaño que habitaba en la montaña comprendió el terrible mensaje del diablo.
Se trataba de un hombre sabio y apacible. Vivía solo en su choza de madera, entre pinos, y se alimentaba de champiñones, frambuesas y arándanos. En verano cuidaba los rebaños de los aldeanos y los ayudaba con las cosechas. En invierno, reparaba los senderos destruidos por las crecidas de los torrentes. A menudo había avisado del peligro a los habitantes del pueblo.
-Disfrutad de vuestra felicidad -les decía-. Vivid en paz. Un día, os lamentaréis de vuestras disputas.
Pero todos lo tomaban por un viejo loco y nadie lo escuchaba.
Una noche que los aldeanos estaban aún más odiosos y ruidosos que de costumbre, el diablo se hartó y decidió hacer desaparecer el pueblo de Tagliatelli de una vez por todas.
Cuando la luna se alzó con toda su redondez en el cielo oscuro, arrancó de golpe una enorme roca de la cima de la montaña y metió dentro piedras preciosas y pepitas de oro.
-Así los habitantes de Tagliatelli perecerán bajo un alud de oro, rubíes y esmeraldas -se dijo-. Eso les curará para siempre jamás de su avaricia y maldad. Y yo podré dormir en paz.
Cargó el enorme bloque de piedra sobre sus hombros y voló hacia el pueblo a la velocidad de un rayo. Como todas las noches, el viejo ermitaño estaba vigilante, en el umbral de su choza, mirando hacia las estrellas. Cuando vio que aquella gigantesca sombra pasaba delante de la luna y oscurecía todo el cielo, comprendió la terrible catástrofe que se avecinaba. Sacando su voz más potente, llamó al diablo:
-Deja un momento tu pesado fardo, príncipe de la noche, y ven a quitarte la sed a mi choza.
El diablo pensó que era una buena idea. La roca pesaba muchísimo y, aunque fuera un diablo, sudaba bastante.
"Vaya -se dijo-, así que no todas las personas de la montaña son como las de Tagliatelli."
Dejó la roca en un gran prado, a orillas del río, y toda la montaña tembló.
-Bebe, rey de las tinieblas, bebe -manifestó el ermitaño tendiéndole al diablo una copa de agua fresca.
Éste se la bebió de un trago. Dio las gracias al ermitaño con un pequeño movimiento de cabeza, e intentó cargar de nuevo sobre su espalda el pedazo de roca.
Pero la roca se resistía. Parecía anclada a la tierra. El diablo la agarró con sus dos grandes manos e intentó arrancarla dándose impulso. Nada. El bloque de piedra no se movió ni un milímetro.
El diablo se puso furioso y, transformándose en un toro colosal, arremetió contra la roca para arrojarla contra el valle. De sus pezuñas salieron chispas, pero la roca permaneció inmóvil.
El diablo se convirtió en león, rugió y arañó la piedra con sus uñas. En vano.
Entonces se transformó en perro para desenterrar el bloque con sus patas; se hizo águila para abatirse sobre la piedra y agarrarla con sus garras; se volvió paloma y entonó los cantos mágicos que mueven montañas; se hizo mariposa y revoloteó alrededor del bloque para intentar atraer la roca con los suaves colores de sus alas, pero todo fue inútil. El gigantesco bloque de piedra parecía hundido en la tierra para siempre.
Al amanecer, el diablo renunció a su propósito. Golpeó con rabia la roca por última vez con su enorme puño, y regresó a la cima de la montaña, lanzando una mirada furiosa al ermitaño. Había encontrado a alguien más astuto que él.
Cuando los aldeanos se despertaron, se quedaron estupefactos al ver aquella roca colocada sobre Tagliatelli, como una lanza clavada en la tierra, y se precipitaron hacia la casa del ermitaño quien, como vivía en la montaña, tendría una explicación.
-Esta noche habría podido ser vuestra última noche -les dijo.
Y les contó lo que había pasado.
Unos lo creyeron, otros se encogieron de hombros. ¡Era tan increíble! Pero durante los días siguientes se habló mucho en Tagliatelli. Y poco a poco, las peleas fueron cada vez menos frecuentes, los celos cesaron y la paz volvió al pueblo.
Incluso hay quien vio a unos aldeanos ayudarse durante las cosechas de agosto.
Un día, algunos subieron para observar de cerca la roca del diablo. Entonces supieron que el ermitaño no había mentido.
Sobre la roca vieron enormes marcas dejadas por los cuernos del toro, las uñas del león y las garras del águila. Y descubrieron en la piedra las pepitas de oro y los motones de piedras preciosas, que regalaron al ermitaño en señal de agradecimiento.´
El pueblo se convirtió en un lugar de paz y felicidad.
Allá arriba, en la cima de la montaña, el diablo suspiraba aliviado.
¿Acaso no consiguió lo que quería?
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