EL SOL, EL FRÍO Y EL VIENTO #cuentosinfantiles #cuentospopulares #niños #baltico #leyendas #lecturajuvenil
Un día, el Sol, el Frío y el Viento decidieron salir juntos de viaje. De camino, empezaron a charlar y, como les gustaba presumir, cada uno de ellos quiso demostrarle a los otros que era el más fuerte del mundo. El Sol dijo:
-Yo doy luz y calor. Por eso la gente que ama de corazón. Pero también puedo quemar. Seco los ríos y dejo áridos los prados. Soy temino y respetado. El más fuerte de todos soy yo.
Al oírlo, el Frío se burló de él:
.¡Deja de fanfarronear! En invierno no tienes nada que hacer. Yo soy quien hiela los ríos y agrieta las piedras.
El Viento, por su parte, permanecía callado. Entonces se encontraron a un campesino que volvía de la ciudad, silbando. Al ver al Sol, el Frío y el Viento, el hombre los saludó con respeto.
-Ves -dijo el Frío-, este hombre me rinde homenaje.
-No, es a mí a quien saluda -replicó el Sol, ofendido.
Para que no siguieran discutiendo, el Viento le preguntó al campesino:
-Dinos ante quién te has inclinado. ¿El Frío, el Sol y yo?
El campesino los miró a los tres. El Sol brilló como una moneda de oro. El Frío puso mala cara. Y el Viento no hizo nada. Se dejó refrescar al contacto del Frío y sopló sobre el Sol, demasiado ardiente, que se calmó en un instante.
-Es a ti a quien saludo, hermoso Viento -dijo el campesino.
Entonces el Sol y el Frío, furiosos, decidieron volver a su casa. El Frío se escondió en el boque y el Sol detrás de espesas nubes. Sólo el Viento prosiguió su camino tras decirle al campesino:
-¡No temas nada! Si intentan hacerte daño, sólo tienes que llamarme...
Y el buen hombre volvió a su casa sin preocuparse de nada más.
Pero aquel año, el Frío llamó a la puerta de su choza en pleno invierno. Heló tanto que el pobre campesino no pudo sacar la nariz fuera. Pronto empezó a faltar la leña y sintió que se le helaban la nariz, los bigotes y los pies, y se le oyó lamentarse:
¡Oh Viento amable
Ven a salvarme.
Mi nariz, mi bigote y mis pies.
Empiezo a no sentir
El Frío me golpea.
La muerte me espera.
No te olvides de mí, Viento gentil!
Entonces empezó a soplar una dulce brisa. La nariz del campesino se puso a gotear, sus bigotes empezaron a chorrear y la sangre comenzó a circular por los pies. El campesino estornudó varias veces, pero no tardó en recuperarse y olvidó el incidente.
En primavera no tuvo ningún problema. Después llegó el verano y con él, la recogida de la cosecha. Durante el trabajo, el campesino sudó, enrojeció y se secó mientras lucía el Sol. Lució tanto que casi quema al campesino como si fuera una rebanada de pan tostado. Entonces el pobre hombre empezó a lamentarse:
¡Oh Viento amable
Ven a salvarme
Mi nariz está a punto de arder
Y mi piel se empieza a arrugar
Porque el Sol me quiere quemar
Viento amable
Ven a calmarme.
Entonces empezó a soplar una fresca brisa que hizo ondular los campos de trigo. El sol comenzó a estar menos caliente. Y el campesino, revigorizado, reanudó su trabajo, alegre.
Al final del día, se acostó en el campo escuchando el canto del Viento, a quien dijo dulcemente:
-Entre tú, el Sol y el Frío, creo que el más fuerte eres tú. Pero de los tres, eres sin dudar el más amable y cariñoso.
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