EL HIJO DEL AGUA #leyendas #finlandia #lecturajuvenil #sol
Al princípio el mundo en sus albores y aún no habitaba ningún ser humano en él, sólo Väinämöien, el mago supremo nacido del océano, y algunos árboles que crecían hacia el cielo. Uno de ellos había crecido tanto que entre sus ramas habían quedado atrapados el Sol y la Luna. Por ello, en la tierra se había detenido todo.
Väinämöien comprendió que debía hacer algo. En las profundidades de los océanos había aprendido que sin la alternancia del día y de la noche no podía haber vida en la tierra. Mientras estaba reflexionando, vio formarse mucha espuma entre las olas del mar y, no lejos de donde se hallaba, irumpió un niño en la superficie del agua. No era más alto que el pulgar y parecía hecho de cobre. Tenía una capucha de cobre, zapatos de cobre, guantes de cobre, un cinturón de cobre, un hacha y un cuchillo de cobre.
Al verlo, Väinämöien pensó que tenía el aspecto de un héroe aunque sólo fuera un niño. Por un momento, permanecieron en silencio uno ante el otro.
-¿Quién eres pequeño? ¿Quién es tu gente? Viéndote así parece que pertenezcas más al reino de los muertos que al de los vivos -dijo el mago.
-Soy el pequeño héroe del mar y he venido para abatir el árbol que ha detenido la marcha del mundo -respondió el niño después de unos instantes de silencio.
-No pareces precisamente la persona ideal para una tarea tan dura -contestó el mago.
Aún no había terminado de pronunciar esas palabras cuando vio que el niño se convertía en un héroe gigantesco. Era tan alto que mientras sus pies aún se apoyaban sobre las olas del mar, su cabeza alcanzaba las nubes más altas. Su barba era tan larga que le llegaba a las rodillas, mientras que su pelo flotaba entre las olas. Su cabeza era enorme y sus ojos estaban separados por una milla de distancia.
Entonces, salió por completo de las olas marinas y avanzó entre los guijarros de la orilla. Recogió siete de aquellos gijarros y con ellos afiló la hoja de su hacha de cobre. Después, se dirigió decidido hacia el árbol gigante. Llegó en sólo tres zancadas y rápidamente empezó a golpearlo con el hacha.
Le dio tres golpes. Con el primer golpe, Väinämöien olió a quemado. Con el segundo, vio salir una chispa del inmenso tronco y, con el tercero, una intensa llama empezó a recorrer el inmenso tronco y, con el tercero, una intensa llama empezó a recorrer el árbol gigantesco. Al mismo tiempo, el mundo osciló. El árbol se dobló, primero a la izquierda, después a la derecha y, por último, cayó.
Entonces el Sol recuperó su curso y todo el cielo se puso por fin en movimiento.
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