LA METAMORFOSIS DEL GRAN PEZ #leyendas #noruega #lecturajuvenil
Ese día el Mar de Noruega estaba tranquilo como una balsa de aceite. Los pescadores que vivían en los pequeños puertos de la costa noroeste habían aprovechado el día para salir a pescar bacalao. También el más pobre de ellos, que vivía junto al fiordo de Ofot, había salido con su vieja red para pescar no muy lejos.
Había transcurrido el día sin mucha suerte y, cuando ya estaba a punto de regresar a su cabaña, consiguió capturar un pez enorme. Lo contempló por todos los lados y se dijo para sí que jamás había visto ningún pez como aquel. Podría dar de comer a su joven esposa durante varios días. Lo puso en una cesta enorme llena de algas húmedas y emprendió el camino de vuelta. Pero mientras remaba, no consiguió apartar los ojos de aquel enorme animal y su sorpresa fue aún mayor cuando lo oyó hablar.
-Soy un pez muy poderoso. Deberías devolverme al mar. Así harías una buena acción y yo te estaría eternamente agradecido.
-Me gustaría complacerte, pero si eres tan poderoso deberías saber que si no te llevo a mi casa, mi mujer y yo no tendremos nada que comer hasta quién sabe cuándo.
-Lo sé, lo sé... -dijo el pez.
Su mirada se volvió triste como el universo.
-¡Pescador, escucha! Yo creo tener una inteligencia igual a la tuya y te entiendo. Un día dirás que he sido el auténtico sostén de tu vida. Ten confianza. No soy un simple habitante del mar y he venido a tu barca para aliviar tu dura existencia. Llévame hasta la orilla y sacia tu hambre y la de los otros con mi carne. Pero hazlo del siguiente modo. Córtame en ocho trozos. Da dos a tu esposa, dos a tu perra, dos a tu asno y coloca los otros dos en la mesa. Después verás. Ahora tengo que despedirme- y de repente, el pez murió.
Al llegar a la orilla, el pescador cumplió lo que el pez le había pedido. Nueve meses después, su esposa trajo al mundo dos gemelos, su perra dos cachorros, el asno hembra dos borriquillos y en la mesa de su casa aparecieron dos espadas.
Pasó mucho tiempo y la vida de aquella pequeña familia transcurría tranquila. La pesca, unas veces abundante y otras escasa, continuó siendo su único modo de subsistencia. Así, cuando el primogénito de los dos gemelos pidió permiso a su padre para ir a buscar fortuna por el mundo todos estuvieron encantados.
Se fue con un perro, el que había ladrado primero, con un caballo, el que había mamado primero. Caminó mucho, ascendió a una montaña y desde allí descubrió las orillas de un océano que desconocía. El ruido de las olas llegó hasta él y se sintió atraído como por una profecía que quería ver realizada. Así, descendiendo a grandes pasos por senderos rocosos, llegó a la orilla de aquel mar desconocido. Parecía conservar pérfidos secretos y cada ola que rompía a sus pies gemía tristezas incomprensibles. Mientras estaba así, el perro ladró y el caballo relinchó de miedo.
Intentó comprender, pero no oyó nada. Miró a lo lejos y, en la oscuridad que estaba cayendo, vio llegar una carroza negra. Estaba arrastrada por seis caballos. Sus cascos no hacía ruido; las ruedas, a pesar de que giraban a mucha velocidad, parecían descansar en el aire. De repente, la carroza se detuvo y de ella descendió una muchacha muy hermosa. Después la carroza se fue, dejando a la muchacha entre las dunas. Entonces, entre las sombras de la tarde el joven hijo del pescador oyó un largo llanto.
Apesadumbrado, tomó el caballo por las bridas y, con el perro en sus talones, se dirigió hacia la muchacha. Cuando se le acercó se esforzó en sonreír para darle un poco de ánimo.
-¿Por qué te han traído hasta aquí? -preguntó.
La muchacha se giró hacia él y su cara transmitió el miedo que sentía.
-En esta agua existe un monstruo terrible. Sus ojos son manchas de sangre y sus dientes son de piedra. Cuando tiene hambre acude a la orilla y si no encuentra una doncella para devorar lo destruye todo. Cada mes la suerte elige a una y esta vez me ha tocado a mí. Aunque sea la hija del rey, la ley del monstruo es igual para todos -respondió la muchacha.
-Qué terrible suerte la tuya. Pero yo te ayudaré. Quizá juntos conseguiremos vencerle.
-Ojalá fuera posible. No sólo salvarías a mi país, sino que te convertirías en mi esposo. Mi padre ha prometido mi mano a quien mate el monstruo.
Ante él, las olas se abrieron como si se tratara de una alfombra líquida y desde las profundidades se oyó un grito desgarrador. Parecía el día del juicio final. El perro, el caballo y la espada se lanzaron al ataque. Todos se unieron contra el monstruo. La sangre se mezcló con las olas y las olas con la sangre. Después, el monstruo murió. En las profundidades, la bruja del mar rompió a llorar porque habían matado a su único hermano.
Sin embargo, en tierra firme nadie se dio cuenta de nada. La princesa y el joven salvador estaban dirigiéndose hacia el pueblo, donde unos días más tarde se celebraría la boda entre la alegría de todos.
Pero el destino quiso que esa felicidad no durara. La noche de la boda se produjo un encantamiento. El hijo del pescador abandonó a su esposa y se dirigió con el perro, el caballo y la espada hacia el mar cercano. Intentó resistirse a aquel impulso, pero fue inútil. Sin mediar palabra, se separó de la bella princesa y emprendió el camino. Parecía un autómata pues sus gestos eran totalmente artificiales. La princesa le siguió con lágrimas en los ojos, implorándole que regresara. Pero su llanto no tuvo respuesta.
Cuando llegaron a la playa, el joven, el perro, el caballo y la espada continuaron caminando. No les detuvieron ni las olas. La princesa les observaba, paralizada por la tristeza, mientras se hundían lentamente en el océano.
La bruja del mar quiso vengar la muerte de su hermano el monstruo. Por eso, había hecho un conjuro para que los culpables acudieran a su morada submarina.
El joven, el caballo, el perro y la espada llegaron finalmente a la cueva donde vivía la bruja del mar. Ésta, para recibirles se había transformado en una bellísima mujer y, cuando el joven estuvo delante de ella, la bruja le pidió que pasara la noche entre sus brazos. El hijo del pescador sentía que tenía que negarse, pero su voluntad estaba presa de un sortilegio. Así pues, accedió. Entonces la bruja se arrancó tres largos cabellos y dándoselos al joven dijo:
-Aquí tienes tres pelos. Ata a tu perro, a tu caballo y a tu espada para que no huyan mientras estamos juntos.
El joven obedeció. En cuanto ató a una roca al perro, al caballo y a la espada, éstos se convirtieron en piedras inútiles.
Mientras, en tierra firme, la princesa abandonada vivía desesperada. Su historia llegó a la cabaña del pescador, donde el hermano gemelo del que había sido raptado por la bruja le vio, intentó usar con él las mismas artes mágicas que ya le habían dado buenos resultados con el hermano. Pero el joven no cayó en la trampa y lanzó la espada, el perro y el caballo contra la vieja maga. En un santiamén los tres la mataron y en ese momento reapareció su hermano gemelo.
Lo dos hermanos se fundieron en un abrazo, los dos perros ladraron, los dos caballos relincharon y las dos espadas se cruzaron. Después, todos juntos volvieron a la orilla, donde la princesa recuperó a su marido, un fiel escudero, dos perros, dos caballos y dos espadas: los ocho trozos de un pez mágico capturado muchos años antes por el pescador más pobre del fiordo de Ofot.
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