Cuentos infantiles y juveniles "ENTRA Y LEEME"

Antes de la triste desaparición de Camelot, los caballeros de la Mesa Redonda aún habrán de enfrentarse a la gran aventura de la búsqueda del Santo Grial.  El origen de la historia se remonta a mucho más atrás, a los primeros años del reinado de Arturo. Un caballero impetuoso hirió al guardián del Grial con una lanza sagrada que se guardaba junto a éste.  La herida no sanó y por eso las tierras que rodeaban el castillo del Grial se volvieron baldías. La única persona capaz de sanar la herida era Galaz, el caballero más puro que jamás existió.  Fue concebido cuando la hija del convaleciente rey del Grial fue a ver a Lanzarote disfrazada de Ginebra.  Algunos años después, dos portentos crearon el marco idóneo, el primero, una piedra con una espada encajada que flotaba en el río y en la que estaba escrita la leyenda:  "Ningún hombre me extraerá salvo el mejor caballero del mundo".  Y segundo, la llegada de Galaz a Camelot para reclamar la espada y ocupar el último asien

Imagen de  GeorgeB2  en  Pixabay   Después de que Viracocha creara a las primeras personas, éstas tuvieron que valerse por sí mismas.  Estos primeros seres humanos vivían como bestias en cuevas, iban desnudas o ataviadas con pieles animales, se apareaban de forma indiscriminada y carecían de religión y educación.  Para sobrevivir se alimentaban de la caza, el pasto, raíces o bayas silvestres y, en tiempos de escasez, se veían forzados a comerse los unos a los otros. Inti, dios del sol, observaba desde el cielo y se desesperaba al ver el pésimo estado en que se encontraba la humanidad.  Decidió enviar a sus cuatro hijos y sus cuatro hijas, conocidos en su conjunto como los Ayars, para que se dirigieran al campo y civilizaran al pueblo.  Los nombres de los hijos eran Ayar Manco Capac, Ayar Auca, Ayar Cachi y Ayar Uchu, y los de las hijas, Mama Ocllo, Mama Huaco, Mama Cura y Mama Raua. Los Ayars accedieron al mundo a través de la ventana celestial situada en el monte Tambo T

EL NIÑO Y LA SERPIENTE                                                                           Un niño le pregunta a su padre por qué una pequeña serpiente va a verlo y su madre, le prohíbe matarla.  El padre le contesta que se trata del espíritu que guía a su raza y que quiere darse a conocer a la familia.  Primero, la serpiente apareció en los sueños del padre.  Una noche, en uno de ellos le dice que se aparecerá en la realidad y le indica la hora y el lugar del encuentro. Sin embargo, cuando el padre ve la serpiente, lo invade el pánico, ya que ésta se parece  a cualquier otra y tiene que reprimirse para no matarla.  Al ver  la reacción del padre, la serpiente desaparece por donde había venido.  A la noche siguiente, la serpiente vuelve a aparecer en los sueños del padre y le pregunta por qué no la ha recibido con amabilidad.  Asimismo, le revela que es el espíritu guía de la raza y que si la acepta les traerá buena suerte.  La segunda vez que el padre ve la serpient

Encargado de la custodia de la fortaleza estaba Hedjir, un hombre valeroso y leal.  Cuando vio a lo lejos a todos aquellos hombres en armas, salió, él solo, a su encuentro.  Sohrab se burló por su temeridad y Hedjir le devolvió la burla.  Sohrab lo invitó a batirse con él, aceptó Hedjir, y fue vencido como si de un niño se tratara.  Sohrab lo hizo encadenar y lo mandó a Human. Se encontraba a la sazón en el castillo la bella Gurdafrida, la hija de Hedjir.  Era una joven guerrera, acostumbrada a combatir y a cabalgar como un hombre.  Cuando oyó los lamentos de la gente a su alrededor, porque su padre había sido vencido, sintió vergüenza.  Se vistió su cota de malla, escondió sus cabellos bajo el yelmo, montó a caballo y salió de la fortaleza desafiando a los soldados de Sohrab a batirse con ella en singular torneo. "Acepto tu desafío", gritó Sohrab y avanzó hacia ella sobre su caballo.  Y sin perder un minuto, le arrojó la muchacha una granizada de flechas como salu

Imagen de  laridra  en  Pixabay   Hubo  un tiempo, como se sabe, en que Dios bajó al mundo y lo recorrió en compañía de San Juan y San Pedro. En este recorrido, los celestiales viajeros llegaron un día, muy cansados, a casa de un viejecito, que vivía en medio de un bosque.  El buen viejo, se había retirado a aquellas soledades a causa del extremado cariño que sentía por su única hija, joven de singular belleza.  Temeroso de que esta perdiera su inocencia, se había alejado del mundo, y se había metido en aquella espesura.  A ningún hombre se le habia ocurrido todavía penetrar hasta allí. El viejecito, con su mujer y su hija vivía, pues, tranquilo y feliz, pero con ser tan grande su  felicidad, era muchísimo mayor su pobreza. A pesar de esto, acogió a los viajeros lo mejor que pudo, y les sirvió una cena, para lo que mató la única gallina que tenía. Al darse cuenta de tan virtuosa acción, Dios les preguntó a San Juan y San Pedro: -¿Qué haríais vosotros

En una choza, cerca del bosque, vivía un hombre viejo, con su hijo y un criado.  Un fiel perro les hacía compañía.  Su vida era humilde, casi miserable; abandonados por todos y de todos olvidados.  Pero por ellos velaba Brahma, omnipotente y misericordioso.  Era la época de las lluvias; esas lluvias torrenciales que se precipitan sobre las tierras ardientes de la India.  Los habitantes de la choza se hallaban recluidos en ella, sin atreverse a salir hasta tanto que no cesara el turbión.  en una vieja arca guardaban cuatro grandes hogazas, el único alimento con que contaban hasta que las lluvias cesaran y la tierra, generosa, les brindara nuevos frutos. Una noche triste y tormentosa estaban sentados a la mesa sus tres moradores, el perro dormía a los pies de su amo.  De pronto sonaron unos golpes vigorosos dados en la puerta.  Se levantó el criado y abrió: era un mendigo que suplicaba un poco de pan.  Contempló el viejo las cuatro hogazas, y, sin vacilar dijo: -Da a es

Un pobre labrador de la ciudad de Hesse necesitaba construir una granja, mas sus escasos fondos no se lo permitían.  No cesaba el buen hombre de hacer cálculos y cábalas, y no hallaba solución a su problema.  Cierto día paseaba por sus tierras, sin dejar de pensar en su querido e inaccesible proyecto, cuando topó con un anciano de miserable aspecto, que le dijo: -Cesa ya en tu preocupación, buen hombre.  Tendrás tu granja, si quieres, antes de que mañana cante el gallo. -¿Y cómo? -preguntó ansioso el campesino. -Muy sencillo.  Yo mismo me encargo de la obra, si me prometes entregarme un bien que tienes, pero que aún no conoces. Meditó un momento el labrador, repasó su patrimonio por exiguo bien conocido, consideró el pacto sumamente ventajoso y, sin más reflexionar, aceptó la proposición del viejo.  Y fuese a su casa y refirió a su esposa la magnífica transacción que acababa de hacer. -¡Insensato! -exclamó, angustiada la mujer-, ¿cómo pudiste obrar tan a la ligera?

El caballero del castillo de Ronayne, en Irlanda, muy cerca de Cork, tenía un hijo de pocos años de edad que era el niño más hermoso del condado. El día que el niño cumplió siete años desapareció del castillo de una manera misteriosa.  Su padre prometió una buena recompensa a quien averiguara su paradero; pero todo fue inútil. Una tarde, Robín, un forjador que vivía en una cueva, cerca del castillo, se quedó dormido junto a la fragua.  De pronto apareció delante de él, montado en un caballo blanco, un niño vestido de paje, que le contó que era el hijo del caballero de Ronayne y que estaba al servicio del gigante MacMahon.  Aquella noche terminaba su servicio, y si él iba a buscarle, estaría libre para siempre.   Para que no pudiera dudar de que no era un sueño lo que sucedía, el niño ordenó a su caballo que diera una coz a Robin, quien al despertar descubrió que, en efecto, tenía en la frente la marca de una herradura. Al llegar la noche, Robín se fue en busca

En Beurne vivían muchos enanos, y gran parte de los aldeanos les tenía que agradecer toda su suerte.  Si se querían mostrar benéficos para una casa, lo primero que hacían era arrojar cieno en las jarras de la leche.  Si a pesar de ello el aldeano dueño de la casa y su familia bebían la leche, entraban los enanos en el hogar y ayudaban a sus moradores en todos los trabajos.   Con un criado así, el dueño estaba mucho mejor que con seis hombres, y bastaba con una criada para tener toda la casa en orden.  Los caballos estaban siempre limpios, tenían su pasto y su heno bien preparados.  Las vacas eran ordeñadas, y sólo hacía falta coger la leche .  El trigo venía a los graneros limpio y trillado.  Las habitaciones estaban siempre limpias; los cacharros de la cocina brillaban como oro y plata, y en la casa se podía comer en el suelo, de tan reluciente que estaba. Todo esto sucedía sin que nadie supiera cómo.  Por todo este penoso trabajo, pedían los buenos enanos solamente un plat

                                                Un día,  el Gran Jefe decidió que se había cansado de vivir él solo en el cielo, sin compañía.  Ni siquiera en el mundo inferior había vida, pues estaba cubierto de agua. Así, el Gran Jefe bajó hasta el agua del mundo inferior y empezó a hacer bolas de barro.  Arrojó el barro a las aguas y creó enormes montones de tierra.  Algunos de los montones crecieron tanto que sus cumbres se helaron. En unos días, los árboles y la hierba empezaron a crecer en la superficie de los enormes montones de tierra. A continuación, el Gran Jefe amasó una bolla de barro más pequeña y le dio forma humana.  Como los árboles y la hierba, la figura humana cobró vida, y el Gran Jefe le dijo al hombre que pescase y recogiese alimentos del bosque. Sin embargo, al cabo de poco tiempo el hombre le dijo al Gran Jefe que se sentía solo.  Compadeciéndose, el Gran Jefe creó una mujer para él.  Mientras el hombre cazaba, el Gran Jefe

                                                                                                                                                                                    Odín llevó el aguamiel de la inspiración a los dioses.  Cuando los Aesir y los Vanir, las dos razas de dioses, hicieron las paces, todos escupieron en una vasija y así crearon a un gigante sabio, Kvasir, quien más adelante murió a manos de dos enanos, que mezclaron su sangre con miel para elaborar el aguamiel mágica de la inspiración y llenaron tres enormes vasijas con ella.  Pero Suttung, un gigante a cuyos padres habían matado los enanos, se llevó el aguamiel para vengarse y la escondió en el interior de una montaña. Odín decidió recuperarla y entregársela a los dioses.  En primer lugar hizo que nueve hombres que trabajaban para Baugi, hermano de Suttung, se peleasen y matasen entre sí y ocupó su lugar, pidiendo en pago únicamente un trago de aguamiel. Suttung se negó, pero Baugi a

En cierto reino, en cierto país, vivía un campesino.  Llegó un día en que le enrolaron como soldado.  Al despedirse de su esposa, que estaba embarazada le dijo: -Mujer, gobierna bien nuestra casa y espérame que volveré cuando me licencien.  Aquí hay cincuenta rublos.  Tanto si es hija como si es un hijo lo necesitarás.  El campesino se despidió de su mujer y partió hacia el lugar donde debía presentarse.  Al cabo de unos tres meses, su esposa dio a luz a dos niños gemelos y les puso por nombre Iván ; los dos Ivanes, hijos de un soldado. Los niños empezaron a crecer lo mismo que sube la masa con buena levadura.  Cuando cumplieron diez años, la madre los puso a estudiar.  Progresaron rápidamente, dejando atrás a los hijos de los nobles y de los mercaderes, ninguno de los cuales sabía leer, escribir, ni contestar mejor que ellos.  Envidiosos, no dejaban pasar día sin pegar o pellizcar a los gemelos.  Hasta que uno de los hermanos le dijo al otro: -¿Van a estar mucho tie